Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

Roy Hargrove: adiós a un pequeño gigante

Autor:

José Dos Santos

En Cuba lo conocimos en la década de los 90, cuando haciendo caso omiso a las presiones de Washington se apareció en un festival Jazz Plaza de La Habana con su quinteto.

En particular para mí, esa visita fue un episodio indeleble. Y explico:

Por esas fechas habíamos reanimado el Club Cubano de Jazz (CCJ) en la sede de la Unión de Periodistas de Cuba y nos habíamos ganado el honor de ser subsede de los festivales de la época, a pesar de las modestas facilidades materiales con que contábamos, las que eran suplidas por el gran entusiasmo de los que mensualmente concurrían a las peñas que se celebraban en la sede de 23 e I, en el Vedado.

La primera noche de aquel encuentro que desarrollábamos en la llamada «sala del té», un pequeño espacio en la terraza cerrada de la primera planta del inmueble, se me presentó una persona que se identificó como «Larry Clothier, manager de Roy Hargrove» indagando si allí podría encontrarse con Los bailadores de Santa Amalia, cuyos miembros se sumaron como fundadores de la iniciativa para rescatar las prácticas del CCJ original que existiera a finales de la década de los 50 hasta inicios de la de los 60.

Al responderle afirmativamente, rodeado por algunos de mis más cercanos colaboradores e integrantes de ese colectivo de aficionados, me explicó que él había sido manager de Dizzy Gillespie durante la visita que hizo el gran trompetista a La Habana, hacía algunos años, y por entonces habían disfrutado enormemente al visitar la peña La Esquina del Jazz, que los bailadores tenían en el barrio capitalino de Santa Amalia, Arroyo Naranjo. Y ahora, que cumplía similar función con uno de los considerados descendientes musicales del gran Dizzy, Roy Hargrove, le había hablado de ellos y este estaba interesado en conocerlos.

El gran entusiasmo que generaron sus palabras aumentó al máximo cuando, al darle la bienvenida y decirle que con mucho gusto lo recibiríamos, nos señaló hacia la puerta de entrada y nos dijo: «Pues él está aquí, con sus músicos».

Imposible describir la velada porque, a la par de la música vibraban las emociones. Era uno de los jóvenes dioses del Olimpo jazzístico contemporáneo tocando para sencillos seguidores del género. Esa noche disfrutamos de escenas inéditas como la de los veteranos bailadores poniéndole el oído a pulgadas de la trompeta por la que Roy les extasiaba y él se afanaba como si estuviera tocando en el Carnegie Hall.

Al año siguiente, con la instalación mejor preparada para ese tipo de acontecimientos, con una breve plataforma en el patio de la institución, Roy repitió su presencia entre nosotros y puso a bailar con mucho swing a aquella tropa jazzística liderada por Gilberto Torres. Fue otro momento magnífico, pero antes de retirarse, Larry confesó que al trompetista le hubiera gustado nuevamente tocarle al oído, a pulgadas de distancia, a Los Bailadores de Santa Amalia.

Vendrían nuevos contactos con Hargrove, incluyendo un Grammy con su banda Crisol a la que incorporó a músicos cubanos como Chucho Valdés en el disco Havana. O su cercana relación con el entonces bisoño Yasek Manzano, a quien estimuló con un bello instrumento para impulsar su carrera, como hizo también Wynton Marsalis.

Hoy la tristeza se adueña de los que recordamos al pequeño gigante de la trompeta, fallecido a los 49 años, y disfrutamos de la simpatía con la que supo ganarse el corazón musical de todos los que le conocimos en esta parte de su vasto escenario global.

Nota de la Redacción: Roy Hargrove murió de un paro cardiaco el pasado 2 de noviembre, en Nueva York. El prestigioso trompetista estaba en el programa del día siguiente, sábado 3 de noviembre, de la Iglesia Bautista Bethany, en Newark, Nueva Jersey, como parte del TD James Moody Jazz Festival.

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