Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

Cuánto se logra con amor

Autor:

Loraine Bosch Taquechel

LLegamos a media tarde, y aunque de antemano se conocía a qué íbamos, no pensé que la realidad superara tanto nuestras expectativas. Reconozco que el hecho en sí avizoraba sensibilidad, pero nada como vivir la emoción de hacer el bien y felices a quienes lo habían perdido todo, o casi todo, más si se trata de niños, esos que con su inocencia y sinceridad te muestran que las pequeñas cosas siempre acaban siendo las más grandes.

El jueves último fuimos mejores personas, más dichosos y también más humanos. Un solo motivo nos cautivó desde el comienzo: la convocatoria de la Unión de Periodistas de Cuba (UPEC) y otra decena de amigos cómplices, de llevarles libros, juguetes y alegría a los niños damnificados por el tornado que azotó La Habana.

La cita esta vez fue en el municipio de Diez de Octubre, en una edificación que durante años acogió a oficinas de una fábrica de calderas de vapor, y actualmente es uno de los albergues donde conviven 16 núcleos familiares que fueron seriamente afectados tras el paso del tornado del pasado 27 de enero.

Hasta allí fuimos acompañados de la payasa terapéutica Nicoleta, para regalar sonrisas, palpar cómo marcha la etapa de recuperación y conocer qué había sucedido de algunas de esas familias, en las que el derrumbe total de su vivienda y la pérdida de sus bienes materiales no pudo arrebatarles la esperanza, esa que se dibuja en sus rostros cuando agradecen.

Ese agradecimiento incluye a miles, porque detrás habita una Revolución que no desampara a nadie. Muestra de ello es la atención que reciben las 78 personas que allí conviven, la atención sanitaria, alimenticia, material y de seguridad posible. Habita además la solidaridad de un pueblo, ese que a pocas horas de haber pasado el tornado se lanzó a las calles de los municipios afectados a tender su mano y ayudar en lo que hiciera falta.

Habita la generosidad de muchos, esos que han donado parte de lo que tienen y no precisamente lo que les sobra, tal y como explicó Reynaldo Hernández Fernández, jefe de un centro de producción industrial en la cooperativa no agropecuaria Construcciones Santa Fe, quien es el responsable de un equipo, encargado de las labores de restructuración y remozamiento del edificio, y que desde el día 28 trabaja sin cesar para crearle a cada familia las mejores condiciones de vida.

Tan solo minutos bastaron para ver alegres a 34 niños. Mediante canciones, juegos, caricaturas, obsequios… delineamos trazos de felicidad y borramos por un rato los recuerdos de aquella noche siniestra. Una algarabía a la que se sumaron infantes y padres de la comunidad y que nos mostró cómo se levanta una ciudad y su gente, cómo se despeja de los destrozos, renace y sigue adelante.

La sonrisa en los rostros, la insistencia y curiosidad con la que pedían una caricatura, así como la sorpresa al verla, la alegría con la que jugaron, cantaron y rieron y el júbilo con el que disfrutaron, demostró cuán grandes somos por dentro, y sobre todo cuánto se logra con amor y el precepto martiano de que «ser bueno es el único modo de ser dichoso».

Fotos: Abel Rojas Barallobre

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