Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

Puentes heridos

Autor:

Hugo García

El hecho de andar «motorizado» muchas veces impide apreciar los detalles del entorno. Entonces caminar por las calles de la urbe te brinda el raro privilegio de enterarte de novedades que a todas luces no sabemos, como los puentes heridos de la Atenas de Cuba.

Recientemente caminé por el puente Guanima, frente a la playa El Tenis, y me sorprendí al ver doblados numerosos de los tubos de aluminio que funcionan como barandas. Niños, adolescentes, jóvenes y adultos negligentes, se encargan de dañar las barandas protectoras al usarlas como trampolines para lanzarse al agua.

Por mucho tiempo, en una de las esquinas de dicho puente, bajo una caseta, durante el día se encontraba un compañero de la Policía Nacional Revolucionaria. De tal manera se evitaba en esas horas que ocurrieran indisciplinas, pero después en la tarde-noche sí ocurrían al estar desprotegidas.

El costo de la última reparación capital en el Guanima superó los siete millones de pesos, lo que contribuyó a que luciera más moderno por el toque del nuevo diseño de sus pretiles, con barandas de aluminio importadas y con la iluminación led.

Es sabido que el aerosol marino y la cercanía al mar son obstáculos naturales insalvables, por lo que en el caso del Guanima se minimizó en el diseño con la resistencia y la porosidad concebida para los hormigones, lo cual le asegura una durabilidad de 50 años, con sus mantenimientos programados y sistemáticos.

No creo que la solución sea situar a un agente del orden en cada puente todo un día, aunque sí un velador como lo tuvo mucho tiempo el puente Giratorio que, igualmente, ahora sufre por la acción de los bañistas y los pescadores, lo que impacta negativamente en sus estructuras metálicas teñidas de óxido por los continuos baños de agua salada.

La mayoría de los puentes son usados para pescar, con el consiguiente daño, incluso después de costosas reparaciones como en el Sánchez Figueras. El paso peatonal paralelo al puente de La Concordia, que atraviesa el río Yumurí para unir los barrios de Versalles con Matanzas, largó varias barandas originales, sustituidas por algunas más grotescas de cabillas y aun así queda un hueco peligroso para los transeúntes. La causa es el continúo uso para pescar y los maltratos de las personas.

La Ciudad de los Puentes no merece que esos enclaves arquitectónicos sean dañados, toda vez que posee más de 30 obras ingenieras entre puentes, pasos peatonales y superiores, de ellos cinco son centenarios: el puente Sánchez Figueras (1916, de La Plaza); el General Lacret Morlot (La Concordia) (1878); el General Calixto García (de Tirry, 1897), el Giratorio (1904) y el de hierro sobre el río Yumurí (1904).

Las indisciplinas constantes que sufrían los emblemáticos monumentos Parque de la Libertad, la escultura en bronce del poeta José Jacinto Milanés, frente a la Catedral, y el del soldado Mambí Desconocido, en la Plaza de la Vigía, no dejaron opciones y hubo que enrejarlos para protegerlos de los vándalos.

En el caso de los puentes es obvio que las rejas tienen que ser otras, porque de lo contrario todo ingente esfuerzo de las autoridades por enaltecer la ciudad y sus atributos patrimoniales se esfumará por culpa de un grupo de inconscientes.

Hay que divulgar más sobre el cuidado de nuestro patrimonio, es cierto, sin embargo, las circunstancias actuales no dejan atajo, solo enfocar todas las luces hacia esos lugares y cortar la frustración de verlos fenecer por los daños que sufren a diario.

El arquitecto Ramón Recondo Pérez y el ingeniero Luis Roberto González Arestuche (autores de un libro sobre los puentes de Matanzas) siempre han llamado a combatir las indisciplinas ciudadanas que atentan contra el legado patrimonial de esos enclaves.

Y hasta han destacado que los puentes de Matanzas merecen que se les confiera la condición de Patrimonio Cultural de la Nación, pues cada uno de ellos posee valores y autenticidad bien definidos, y forman parte del entorno arquitectónico de una urbe excepcional. Escuchemos a estos entendidos. Confirmo que andar «motorizado» no siempre es la mejor opción para estar al tanto de los acontecimientos.

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