Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

Usted no ponga el bobo

Autor:

Nelson García Santos

Vale aclarar que en la amenazante situación actual, nadie puede pensar que una persona puede cuidar sola de sí misma, y a nadie más importa si decide tirar por la borda la sensatez y la seguridad de su vida.

En la tribuna de la calle afloran cuestionamientos sobre esas actitudes que aún proliferan, a pesar de la amplia información en torno a la COVID-19 que se ha ofrecido por todos los medios posibles para afianzar en la conciencia, individual y colectiva, la percepción de riesgo que compartimos.

La «verdad verdadera» es que, si bien funcionan las medidas de protección, en sentido general, en centros de trabajo e instituciones destinadas a diversos fines necesarios en estos momentos, el problema persiste más a cielo abierto.

¿Qué decir de esos padres que aún llevan a jugar a sus niños a un parque, donde, de vez en cuando, van al suelo, y luego les colocan en las manos un paquete de rosita de maíz o un helado?

O el que se come una pizza, un bocadito o cualquier otro alimento sin lavarse las manos, luego de ir aquí y allá, de bajarse de un ómnibus o manipular dinero, sin pensar en la obvia suciedad que acumuló en el trayecto.

Los hay más temerarios todavía, pues he visto en un mercado agropecuario a alguien comerse una guayaba directo del montón, o picar un tomate, sin previo lavado, y echárselo a un pan para merendar.

Y qué decir de esas personas que se aprecian por dondequiera, hablando en grupos a menos de un metro entre sí, amontonadas en las colas.   Es verdad que por necesidad, pero nada les impide mantener la distancia aconsejada.

A esta lista de comportamientos erróneos (¿de qué otro modo calificarlos?), se pueden agregar muchísimos más, como se sabe quiénes desandamos las ciudades en estos días en función de trabajo.

Pero hay una actitud a la que se debe poner coto con mayor premura, y es la de esas personas dedicadas a hurgar la basura en calles céntricas o periféricas para recoger vasos y otros desechos plásticos (¿A quién se los venden? Claro que usted lo sabe…). Y es que esos mismos personajes van, al poco rato, a consumir alimentos en un centro gastronómico, con sus manos sucísimas y contaminantes.

Hace falta también que los comercios hagan más expeditas las compras con medidas internas de sentido común, para reducir al mínimo posible el tiempo de estancia de sus compradores, pues ocurre que a veces hay ocho cajas y destinan solo dos o tres a la liquidación del producto más demandado; y en las farmacias, por ejemplo, vendría bien que asuma la venta la mayor cantidad de empleados posibles, no solo uno o dos, mientras el resto saca cuentas al fondo.

Como empecé diciendo, es verdad que una persona no puede cuidar sola de sí misma; pero en las circunstancias actuales, el éxito de la prevención y el enfrentamiento al coronavirus dependen, precisamente, de un comportamiento individual que fomente y sostenga el bienestar colectivo.

Entonces, no tiremos por la borda la sensatez ni renunciemos a hacer lo que nos corresponde, ahora más que nunca, para preservar nuestra salud. De lo que se trata, en última instancia, es de que nadie ponga el bobo, porque, terriblemente, esa mentecatada de uno solo puede afectar a toda la comunidad.

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