Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

Que el optimismo nos acompañe

Autor:

Nelson García Santos

Suelen decir los médicos que ese paciente está luchando por su vida para connotar su entereza y optimismo cuando atraviesa un trance que puede terminar, incluso, en el nunca jamás.

Ese comportamiento que posee por instinto el ser humano resulta un aliado muy positivo, porque hasta cierto punto las actitudes y emociones influyen en el proceso de recuperación de cualquier enfermedad.

Quizá pueda sonar muy subjetivo, pero deviene acicate que predispone su cuerpo y espíritu en un estado muy positivo, lejos del paralizante pesimismo que resulta en lo peor. El optimista posee fuerza de voluntad y determinación necesarias para luchar, resistir y contribuir al proceso de salir adelante.

Médicos con gran experiencia en la atención a personas en trances difíciles han valorado que la actitud es primordial y la recuperación se puede lograr mucho mejor en una persona alegre, que muestra confianza en el tratamiento aplicado. Para todas las situaciones de la vida, esa desesperanza del pesimista desarma, desalienta, desmoviliza, riega la incredibilidad y, consecuentemente, siembra el desánimo, nubla la mente y entorpece la reacción innata.

A diferencia, el optimista ostenta fuerza de voluntad y determinación imprescindibles para luchar, resistir y contribuir a salir del mal momento.

Muchísimos ejemplos se pueden esgrimir, más allá de los concernientes al tema de la salud, de cómo esa positiva actitud fue ingrediente vital en acontecimientos históricos. En esa manera de enfrentar la existencia con una fuerza resiliente resultan paradigmas Martí, Fidel y el Che.

Digámoslo, en buen criollo, con esa corta pero inmensa frase empleada por la tribuna de calle de que es mejor poner «al mal tiempo buena cara».

Esa es la divisa que debe acompañarnos, pienso, en esta difícil situación de pandemia más guerra mediática, bloqueo y otras trabas de ese colosal oportudorado que es, ni más ni menos, el imperio del Norte.

Si recuerdo ahora mismo esa bendita disposición de ser optimista ¡qué nadie lo dude!, es porque se necesita en la actual circunstancia una fe inquebrantable en que saldremos adelante, y tirar para la cuneta a los tiñoseros con su desánimo contagioso y trapalero.

A los suspicaces que en este mismísimo instante propagan finamente el verbo del decaimiento, a los que todo lo falsean y a los papagayos que usan como amplificadores, les reitero en una línea que esa cualidad de mirar lo bueno a pesar de lo malo resulta el acompañante ideal para afrontar los retos, aunque en estos se nos vaya la vida.  

 

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