Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

Adolescencias de amor sin besos

Autor:

Monica Lezcano Lavandera

Esa cosquilla en el estómago cuando pasa la persona que te gusta, o los miles de planes con las amistades para lograr la conquista, o cuando llega ese momento a solas y el ansiado primer beso… Aventuras necesarias en la adolescencia que la pandemia intenta arrebatarnos de las manos, dejándonos en este limbo virtual, donde los cruces de miradas se convierten en estados —te permiten compartir imágenes, videos y archivos GIF animados— en WhatsApp.

El nuevo coronavirus se ha colado en todas partes, y lo peor es que nos ha hecho temerles a nuestros iguales. Esta situación nos ha atacado por donde más nos duele, pues nos limita la capacidad de socializar y querer, y nos ha obligado a relacionarnos con el otro de otras maneras, con otros recursos. Si es difícil para los adultos, ¿qué quedará para los adolescentes?

Cuidando la salud propia y la de los familiares, nuestros jóvenes están viviendo etapas cruciales aislados en sus hogares, no todos en condiciones ideales. Ha sido un período para conectar con los miembros de la familia, para conocerse incluso mejor, pero en muchos casos la presencia de varias generaciones en el mismo espacio genera estrés, responsabilidades de más y momentos de ira y depresión. La adolescencia siempre ha sido una etapa donde se siente mayor afinidad por las amistades, y ese deseo se ha visto limitado sobremanera.

La escuela, los parques, las salidas a centros recreativos y todos esos lugares donde se disfruta de lo lindo ya no son una opción. Descubrirse sexualmente, ya sea en la intimidad o con la pareja, tampoco resulta fácil cuando conviven todo el tiempo rodeados de familiares que no siempre entienden la necesidad de la privacidad a esas edades. Queda entonces como alternativa sumergirse en la web y adoptar personalidades que no siempre son las reales, muchas veces por problemas de inseguridad y baja autoestima.

Ahora son los likes, las historias en Facebook o Instagram, los filtros y las demostraciones de un «buen vivir» las que marcan la vida de los adolescentes y las que influyen en su desarrollo sexual y emocional y en la construcción de su identidad. En demasiadas ocasiones se ve vulnerada su seguridad, pues no son tan confiables los perfiles de aquellos que tienen buenas intenciones. El sexting, el consumo de pornografía, las maneras foráneas de asumir una relación, los ideales de sexo y amor que suelen no ser para nada ciertos… ahí es donde andan navegando las adolescencias, y tenemos que velar por ello.

No es algo nuevo; muchos ya vivían en las redes antes del distanciamiento físico, pero ahora estas parecen la única opción, y es preocupante el efecto que tendrá la salud sexual y reproductiva y el comportamiento social de los más jóvenes. Esta es una edad en la que es primordial relacionarse, conocer a personas nuevas, sentir el despertar sexual, la necesidad de contacto físico y el flirteo. Por ello es posible que esta sensación de aprisionamiento pueda generar —cuando acabe— una salida impulsiva a la búsqueda de novedades y experiencias nuevas, frente a tanta prohibición.

Hace pocos días, conversando con adolescentes habaneros en el Centro de Estudios sobre la Juventud, comprobamos que la cantidad de preguntas crece cada día, sobre todo aquellas que tienen que ver con la identidad sexual y la duda sobre qué les gusta, quiénes les gustan o la idea de probar para alcanzar la seguridad. Falta, en muchos casos, el apoyo certero de familiares y otras instituciones, y en medio de la compleja y tensa situación sanitaria que vive el país esta necesidad queda un tanto relegada.

Insistir en el cuidado, la autoprotección, la prevención de enfermedades e infecciones de transmisión sexual o embarazos, no puede dejar de ser una prioridad. Por suerte, en nuestro país se mantienen —a pesar de la pandemia— los servicios de salud sexual y reproductiva, las consultas de planificación familiar y el acceso a los servicios amigables para adolescentes. No obstante se reconoce que en medio da la urgente necesidad de frecuentar la menor cantidad de lugares posibles, los más jóvenes no están recibiendo la atención especializada que deberían.

Por ello nos queda a los familiares y seres queridos la gran tarea de apoyarlos, brindarles autonomía, empoderarlos y darles las herramientas para que sepan cómo tomar decisiones y elegir sus acciones con prudencia. Buscar soluciones a sus conflictos y sus cambios de ánimo. Son años que no vuelven, por lo que debemos cuidar que vivan con amor su adolescencia, aunque sea sin besos ni abrazos.

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