Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

Al maltrato, ¿buena cara?

Autor:

Monica Lezcano Lavandera

En tiempos tan complejos, mantener una buena actitud en el día no es fácil, y lo es menos cuando se trabaja atendiendo población durante toda una jornada laboral. Pero no puede ser esta una justificación para los malos tratos que en no pocas ocasiones recibimos de quienes nos brindan los servicios. Es cierto que hay personas amables, de esas que apuestan por el mejoramiento humano y la utilidad de la virtud; no obstante, cuando otras las opacan, queda el sinsabor de la mala respuesta, del desgano y de que los problemas carezcan de solución.

Muchos sabemos que, si no se llega a los lugares recomendado por un amigo, o con un «regalo», es imposible resolver, ya sea para realizar un trámite o para acceder con rapidez a alguno de los servicios que brinda el Estado. Más ahora, cuando la mayoría de los procesos están en pausa por la actual situación sanitaria, vale acercarse a las instituciones de parte de algún Fulano, o con otro tipo de agradecimiento.

Me ha pasado a mí, a familiares, a amigos y seguro a no pocos de quienes leen estas líneas, cubanas y cubanos, que cuando van a pedir información o a realizar una solicitud, quien les atiende tiene mala cara o apenas responde. Repito, no es en todos los casos, pero es más fácil recordar las experiencias negativas que las positivas.

Ahora, cuando se hace cola para todo, el estrés está en puro apogeo. Discutir en las largas filas no es parte de nuestra idiosincrasia, sino que es fruto de la desorganización, la escasez de modales y del cansancio de tener que esperar durante horas para acceder a un producto o servicio.

Por ello es tan molesto que cuando al llegar su turno, maltraten o peloteen al cliente; o viceversa, es igual de difícil para quien atiende recibir toda la carga negativa que traen las personas desde afuera. De ahí que para muchos la opción sea resolver «por la izquierda», solución que casi siempre viene acompañada de dinero u otro tipo de «agradecimiento».

Sucede con esto algo parecido a cuando se compran los medicamentos o alimentos revendidos: no resulta correcto, pero se hace porque parece ser la opción más fácil y rápida. Pero pensemos entonces en quienes no tienen manera de llegar a estos espacios privilegiados, en aquellos que no cuentan con «regalos» o «primos».

Se trabaja duro por llegar a los sectores de la sociedad menos favorecidos y vulnerables, pero solucionar los problemas de los 11 millones de habitantes no es tarea fácil ni responsabilidad única de la dirección del país. Hoy «la cosa está difícil», y tenemos que tratar entre todos de que mejore.

La pandemia nos ha limitado y nos ha puesto en pausa; son miles quienes han detenido sus trabajos, postergado proyectos… Si bien el llamado es a no salir de casa, aún la vida hay que resolverla afuera. Entonces no hay necesidad de que ese momento de búsqueda de soluciones también sea un conflicto.

Corresponde a los directivos conocer bien las interioridades de sus entidades, controlar que no se violen procedimientos y que se trabaje lo mejor posible. Pero si la población no responde igual de manera positiva y no pone de su parte, no se llegará a esa solución anhelada.

Con una buena actitud solamente no se puede avanzar, pero sí se puede hacer más llevaderos los tiempos difíciles. Si podemos perfeccionar el trato a los demás, convivir de manera más sana, respetar a nuestros iguales, ponderar las buenas prácticas y ayudar a ganar tiempo, ¿por qué no lo hacemos siempre?

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