A partir de 1959 se introdujo un vocablo nuevo en la praxis revolucionaria cubana: solidaridad. Aquellos jóvenes barbudos, que hace medio siglo hicieron Revolución, también enseñaron a los cubanos a compartir cada pequeño logro, a estar con quienes más lo necesitaron fuera de nuestras fronteras.
Los cubanos contamos con una tradición intelectual que se remonta a los tiempos forjadores de la nacionalidad. Luz y Caballero dijo que Félix Varela fue el hombre que nos enseñó primero en pensar. Podríamos agregar: Luz nos enseñó a conocer; y Martí, en base a esta tradición, y a su genio, a actuar. Por último, sobre estos fundamentos Fidel Castro nos ha enseñado, y nos continúa enseñando, a vencer. Pensar, conocer y actuar en función de los intereses de los pobres y de toda la humanidad están en la raíz de la cultura decimonónica cubana que constituye el fundamento de la cultura general integral que las más importantes figuras de nuestra intelectualidad han sustentado. Así lo entendieron los verdaderos y genuinos intelectuales cubanos, lo que permitió el enlace original de todo el movimiento de la cultura con la política en el siglo XX.
Cuentan que la extraña mujer llegó al poblado y pidió un vaso de agua, pero andaban todos tan atareados preparando su fiesta que no prestaron atención a la desconocida visitante.
Los jóvenes asoman sus rostros rozagantes lo mismo a pleno sol en los campos que bajo los techos que alojan la convalecencia o los fabriles. Están regados por doquier semejando hormigas y, aseguran que resultan tan laboriosos como estas.
Alguien dijo alguna vez, con extraordinaria razón, que es imposible amar lo que no se conoce. Cabría agregar otra verdad como peñasco: «tampoco puede defenderse». O sumar un tercer axioma: «difícilmente alguien batalle por el meteorito ignoto y remoto».
Bien pensado el celebrar los 30 años del triunfo de la Revolución Sandinista con la proclamación de Nicaragua, por segunda vez, como territorio libre de analfabetismo. Ese derrotero cumplido basta para subrayar el hilo que enlaza al proceso iniciado el 19 de julio de 1979 con esta vuelta a la presidencia de Daniel Ortega, que ha enhebrado nuevamente la agujeta de tejer y construir.
Si la montaña no va a Mahoma, Mahoma va a la montaña.
Sin devengar un centavito convirtieron su oficio en un verdadero arte. La mayoría no estudió en ninguna institución docente esa especialidad vital para la historia de las reuniones y las asambleas.
Entre otros lugares, Dante visitó el Infierno; también el Paraíso; quizá pasó por el Limbo, cosa de la que no creo acordarme, ni me tomaré el trabajo de confirmar, porque acabo de volver de ese sitio donde teólogos desorientados ante ciertas preguntas incómodas, pusieron el alma de los muertos no bautizados, incluso a los recién nacidos. Contemporáneamente, esa doctrina se ha modificado. Pero de cualquier forma En el Limbo, último libro de cuentos de María Elena Llana, me ha dejado un regusto placentero, un sabor de letra inusual entre nosotros, y aprovecho este viernes para recomendarlo en esta columna que no pretende encasillarse solo en los asuntos peliagudos...