Si bien ya desde antes del comienzo de la crisis económica planetaria muchos medios impresos de la prensa occidental estaban emitiendo señales de problemas —debido a la reducción progresiva de sus ventas, lectores, e ingresos por publicidad en lo fundamental—, la irrupción de la debacle financiera repercute sobre ellos.
La chica estaba allí. A la sombra nocturna de una esquina. Con su impecable pelo platinado y su figurilla de biscuit, redondeada por un vestido de marca bien ajustado. Como una vaquilla rumiante movía el chicle y me miraba socarrona. No quería que la entrevistaran. No le convenía salir ante las cámaras, dijo, pero, después, asumió el reto para demostrar que «ella es la que es».
Él estaba en el entronque de una línea ferroviaria del municipio de Boyeros, por donde no sé si pasa tren alguno. Parecía esperar por alguien que lo llevara a algún sitio, pero al reparar en sus gestos comprendí que permanecía en total encantamiento: «Pasen, pasen, que todo está limpio. No viene nada», dijo con afán de guardabarreras aquel hombre menudo que sonreía.
Sucedió en el corazón de una ciudad resplandeciente, en un llamado centro de «excelencia», decorado y encristalado, de los que venden productos exquisitos y poco comunes (en moneda nacional, vale aclararlo).
El escenario económico se ensombrece a medida que llega a su ocaso el régimen de Bush, dejándole al presidente electo Barack Obama una herencia nada deseable.
A los datos económicos la agencia los calificó de...
Con los mismos recursos podemos hacer lo bueno y también lo malo. ¿Y dónde radicaría la diferencia? ¿En la calidad de ambos objetos? Sí, me parece. Pero sobre todo en el costo moral, en el deterioro de la cultura del trabajo y en el alejamiento constante del progreso. Eso dicho así, un tanto de sopetón y en el aire. Pero el problema existe. Y aunque lo ocultemos, respira, contamina, y sus raíces van alargándose hasta levantar las aceras de la conciencia. Como esos árboles sin frutos, que dice un viejo poema.
Veamos el caso de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), que acaba de celebrar su reunión de cancilleres en Bruselas. En abril pasado, semejaba una veloz locomotora, dispuesta a tirar con fuerza decisiva de Ucrania y Georgia para convertirlas en miembros del pacto. Y en agosto, tras la respuesta mil...
En un intento supremo por salvar a un organismo desgastado por su culpabilidad de imponer políticas económicas en detrimento de las grandes mayorías, la última reunión del G-20 controlada por las naciones más poderosas del mundo, encabezada por Estados Unidos, trató de reflotar al Fondo Monetario Internacional (FMI).
La tontería acompaña muchas veces al pretencioso, y entonces llueven las sandeces. Uno que se lleva premios en esas categorías es, sin dudas de ningún tipo, el mandatario en retirada George W. Bush, quien ha declarado recientemente cómo quiere que la historia lo recuerde: «Me gustaría ser un presidente (conocido) como alguien que liberó a 50 millones de personas y ayudó a conseguir la paz».