La Casa Blanca está descontenta: no pudo lograr que sus aliados del Medio Oriente boicotearan la conferencia cumbre que la Liga Árabe llevó a cabo en Damasco —capital de otro miembro del «Eje del Mal»—, ni que las tropas del gobierno iraquí, con el apoyo de efectivos estadounidenses y británicos, derrotaran a las milicias de Moqtada al Sadr, tan chiitas como los que tuvieron enfrente. Estos dos fracasos fortalecen la cadena Siria-Irán-Hamas-Hezbolá y hacen tambalear el plan que los partidarios del «poder inteligente» esbozaron para reducir la intervención militar de EE.UU. en guerras que tanto rechazo interior han provocado: consiste en dominar la región delegando tareas en naciones árabes amigas, en especial Egipto y Arabia Saudita, convirtiéndolas en regentes de otras menos poderosas. Una suerte de neocolonialismo posmoderno.
El diario londinense Telegraph anticipaba hace un par de días que oficiales británicos advirtieron que el general estadounidense va a culpar a Irán del impulso insurgente en Iraq. Se insinúa una nueva mentira para acompañar a las que dijeron para iniciar la guerra y las añadidas durante cinco años de conflicto.
Lo que fue sin dudas un símbolo de la resistencia revolucionaria —mantener esos carros en funcionamiento frente al bloqueo—, se presentaba ahora como su contrario: la resistencia del pasado a desaparecer.<...
Y para no caer en la mancha que suponía la tradicional extracción (o desvío) de utensilios alguien ideó una fórmula: abrirle un hueco a la parte delantera de las cucharas y así marcarlas para la posteridad.
Sin embargo, puesto en práctica el invento, los gastronómicos comenzaron a notar que sus clientes apenas podía...
Mercenarios de Blackwater e...
El debate sobre la burocracia parece oportuno. Y me introduzco en él, aunque me repita. El juicio más común la define por el mueble que la distingue: el buró, la mesa de trabajo, y por el soporte en que habitualmente estampa sus disposiciones: el papel. Pero esas metáforas son eminentemente simplistas. La burocracia —más bien la mentalidad que el burocratismo engendra— halla su definición en una actitud que poco se relaciona con sus atributos palpables. Más bien es un mal intangible. Casi intocable por tortuoso.
Los activistas contra la guerra deben cambiar sus tácticas electorales. Ni Clinton ni Obama tienen realmente un plan para finalizar la ocupación de Iraq, pero se los podría obligar a cambiar su posición.
Lock out patronal agropecuario para unos, paro campesino para otros. Por extraño que pueda parecer, los intereses de los grandes empresarios agrícolas se dieron la mano en Argentina con las postergadas necesidades del campo, reeditaron los piquetes que cerraron los caminos, y sacaron a la calle a las atildadas dueñas de hogar de Buenos Aires que, como en diciembre de 2001, hicieron sonar sus calderos: antes, para que se fueran todos; ahora, en protesta por la escasez de alimentos.
Claro, estos son los objetivos expresos. Uno de los callados pudiera ser la necesidad que tiene el President de que se le recuerde por algo que no sea desastre. Así, si lograra sumar otras dos repúblicas ex soviéticas a la Alianza Atlántica, tendría a mejor distancia de tiro a Rusia, un antiguo enemigo al que no se trata mejor que si aún lo fuera. Y si alcanzara a reducir la violencia en Afganistán, al menos algunos podrían pensar que valió la pena saltarse la ONU en octubre de 2001 para invadir un remoto país en el que casi no había a qué dispararle.