Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

Ivette Cepeda, voz y sentimiento

La fabulosa intérprete ha logrado cautivar al público por sus excelentes cualidades vocales y sello particular, a pesar de que no posee conocimientos académicos de música

Autor:

José Luis Estrada Betancourt

Estaciones, Una ventana entre dos, Miracle (incluye el documental Una cubana en París, de Dominique Roland) y País se nombran los discos que nos ha entregado la fabulosa intérprete Ivette Cepeda, educadora de formación que inició su carrera como cantante a los 30 años de edad.

Nacida en la provincia de Sancti Spíritus, ha logrado cautivar al público por sus excelentes cualidades vocales y sello particular, a pesar de que no posee conocimientos académicos de música.

Con más de 15 años de experiencia, cuenta con un repertorio de lujo por los compositores a los que le canta: Ignacio Villa, Juan Formel, Marta Valdés, Piloto y Vera, Pablo Milanés, Silvio Rodríguez, Noel Nicola, Liuba María Hevia, Joaquín Sabina, Jorge Drexler, Cole Porter, Vinicius de Moraes, Tom Jobim, Caetano Veloso, Agustín Lara...

Entre 1994 y 1998 trabajó con el cuarteto Sello Cubano. Asimismo, compartió el escenario con maestros como Frank Emilio y Tata Güines, así como con el grupo Manguaré.

Foto: Alejandro Pérez.

En noviembre de 2008 realizó Estaciones, su primer concierto en solitario. Al año siguiente formó parte del aplaudido espectáculo Vida, dirigido por Lizt Alfonso. Desde el 2011 realiza una labor musical muy seria junto al grupo Reflexión, que dirige el guitarrista José Luis Beltrán. Su destacado quehacer artístico ha sido aplaudido en escenarios de Francia, Estados Unidos, Colombia, Puerto Rico, Alemania, Honduras, Ucrania Dinamarca, Suiza, Canadá, Japón, Argentina...

Entre sus clips se hallan De mis recuerdos, Tú eres la música que tengo que cantar y Alcé mi voz, nominado en la pasada edición de Lucas como mejor videoclip del año. Este tema, que abre la producción discográfica País, es la propuesta de hoy de ¡De Impacto!

Alcé mi voz

Este silencio, madre, de las cosas/ hastiadas del clamor y del sonido,/ estados antagónicos del ruido/ llega y se posa./ Acaricia en el tímpano y lo aborda,/ permite oír la luz de las tinieblas,/ llega hasta el interior sin voz lo amuebla,/ la paz es sorda.

Llueve. Silencio aquí que están durmiendo/ los nardos del jardín, las azucenas./ Silencio brillador de luna llena,/ que voy oyendo./ Silencio de los tiempos, de las cuevas,/ silencio del cigarro que se apaga,/ y voy oyendo el humo como vaga/ en formas nuevas.

Escucho los sonidos alfombrados./ ¡Qué bueno que el amor perfecto es mudo!/ Es más grave el amor, es más agudo./ Más bien callado./ El sonido esta vez se fue veloz,/ la noche va cobrando su  sentido./ Y hoy para que el silencio hiciera nido,/ alcé mi voz./ Y hoy para que el silencio hiciera nido,/ alcé mi voz.

CORO: Hoy para que el silencio hiciera nido,/ alcé mi voz (Se repite dos veces)/ Que no haga nido el silencio/ que me haga nido el amor./ Que venga toda mi gente a bailar el guaguancó.

CORO/ Oh, de niña mirando la noche,/ cuéntale a la luna/ todo tu dolor.

CORO/ Mira, te lo digo yo./ Alcé mi voz./ No hay silencio pa’ el rumbero./ Alcé mi voz/ Que viva siempre tu voz./ Alcé mi voz./ Ay, Celia, con tu sabor./ Alcé mi voz./ Carlos Embale, yo te adoro./ Alcé mi voz./ Alcé mi voz, alcé mi voz./ Alcé mi voz.

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