Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

Ciencia ecologista en Cuba

Varios resultados científicos de impacto medioambiental son parte de la cotidianidad del país

Autor:

Iris Oropesa Mecías

Esta semana, como cada año, se celebró, el 5 de junio, el Día Mundial del Medio Ambiente.

Los problemas ya los sabemos. Son miles. Pero decidimos no referirnos de nuevo a los estudios que siguen recordándonos esos problemas, sino ponernos algo proactivos.

Ya se sabe que no es igual decir que actuar. Pedir disculpas no es lo mismo que hacer algo para compensar la falta en la práctica. Y le debemos más que disculpas a nuestro planeta. Así que revisemos tres inventos ecológicos que nuestro país ha aplicado para sacar la ciencia de las gavetas y llevarla a las calles, en hechos.

Gas de los desechos

Uno de los mayores problemas medioambientales del mundo actual es la emisión desenfrenada de gases de efecto invernadero, y la falta de fuentes de energía sostenible.

En Cuba, una de las maneras en que se ha luchado para generar energía de manera ecológica ha sido la creación de biodigestores de gas a partir de desechos.

El biogás es una mezcla de gases compuesta de modo básico por metano (CH4), dióxido de carbono (CO2) y otros gases en volúmenes de trazas que resultan de un procedimiento denominado digestión anaerobia (sin oxígeno).

Entre los elementos que pueden utilizarse para obtenerlo figuran los desechos de la agricultura, las excretas de los animales y el hombre, así como otros residuos de la industria alimentaria. Esto lo vuelve una opción más que sana para el medio ambiente, al resolver uno de los problemas fundamentales de la descontaminación: elimina desechos, y además, genera energía limpia.

Por otra parte, los gastos para generar biogás no son demasiado altos. Su implementación depende principalmente de la instalación de biodigestores, los centros diseñados con precisiones técnicas para llevar a cabo el proceso de digestión anaerobia (la no inclusión de aire) para procesar y tratar residuos y excretas, aprovechar el biogás y el material orgánico (efluente), resultante de las reacciones bioquímicas.

A diferencia de otros procesos para generar gases, los efluentes resultantes en los biodigestores pueden ser empleados nuevamente como fertilizante orgánico.

Los usos del biogás como combustible ecológico son muchos y numerosas sus ventajas. Genera electricidad y calor, de ahí que su mayor aplicación en Cuba sea en la cocción de alimentos.

En Cuba su puesta en marcha se remonta a los años 80 del pasado siglo, y es responsabilidad principal del Centro de Promoción y Desarrollo del Biogás (CPDB) del Instituto de Investigaciones Porcinas (IIP), encargado de llevar la ciencia del biogás a la realidad.

Los inicios se debieron a un proyecto realizado con las Naciones Unidas para las vaquerías, que resultó en la construcción de 500 biodigestores del tipo campana flotante.

Para la década de los 90, el Instituto de Investigaciones Porcinas (IIP) colaboró con un grupo científico de Alemania para la generalización de biodisgestores del tipo cúpula fija y la capacitación de otras instituciones del país, según explicó al diario Granma Roberto Sosa, director del Centro de Promoción y Desarrollo del Biogás (CPDB) del Instituto de Investigaciones Porcinas.

Actualmente, Cuba sigue explotando las potencialidades de este gas limpio, como parte del proyecto de Biomás Cuba, que coordina la estatal Estación Experimental de Pastos y Forrajes Indio Hatuey, situada en la provincia de Matanzas, con apoyo de la Agencia Suiza para la Cooperación y el Desarrollo.

Fue un joven cubano, Alexander López Savrán, quien innovó el biodigestor de cúpula fija estándar con el propósito de crear redes de distribución de biogás con materiales tan básicos como las tuberías de plástico comunes.

El nuevo diseño del biodigestor permite obtener presiones, con lo cual se puede distribuir biogás a más de cinco kilómetros sin necesidad de usar compresor ni soplador.

El joven innovador de 32 años recibió en 2017 el Premio Latinoamérica Verde, otorgado en Ecuador, y el estadounidense Instituto Tecnológico de Massachusetts lo incluyó entre los 35 jóvenes latinoamericanos que mejoraron la vida de sus comunidades.

Iluminados por la ecología

Además de los entusiastas eslóganes de «lo más grande» y las restauraciones que devuelven el brillo a sitios históricos, La Habana se engalana para sus 500 con otro aporte científico que en la práctica, hace mucho bien al entorno: las luces LED (por la sigla LED, del inglés light-emitting diode).

Aunque en realidad estas peculiares luces clarifican las calles habaneras desde 2014, ahora ganan mayor presencia y sus bondades no son ajenas a los transeúntes.

Los LED no solían tener grandes ventajas sobre la tradicional luz de sodio desde su invención en la década de los 60. Pero a partir de 2015 las innovaciones fueron convirtiéndolos en una opción más eficiente.

Las luces LED, un invento de la Física que ganó el Premio Nobel, son biodegradables y ahorrativas. Foto: Tomada de El Comercio

Los actuales presentan tres ventajas de comodidad en comparación con la bombilla convencional de sodio o incandescente, creada por Edison. Su intensidad es regulable, se puede elegir su color, y además la luz se puede dirigir hacia afuera de la bombilla para que no se difumine dentro de la propia lámpara, a diferencia de la lámpara incandescente, que gastaba más energía en generar calor que en generar luz.

Pero además, como explica el sitio especializado Tecnología y educación, la vida útil de una lámpara LED es hasta 30 veces más que la de una lámpara incandescente, 25 veces más que la de un halógeno, 30 veces más que la de un tubo fluorescente y tres veces más que la de una lámpara de bajo consumo. Así que el ahorro es el punto fuerte.

La mayoría de las lámparas LED de interiores tienen una vida media de 30 000 a 50 000 horas, por prácticas comprobadas. Por tanto, se habría comprado hasta 25 halógenos convencionales antes de sustituir una LED equivalente.

En el consumo eléctrico medido en W/h con un LED se ahorra hasta un 80 porciento de electricidad, y encima, el tiempo de remplazo es mucho más espaciado que con lámparas incandescentes, así que también se ahorra en mantenimiento.

Por esto no es extraño que los tres científicos japoneses responsables de la creación del LED actual —tsamu Akasaki, Hiroshi Amano y Shuji Nakamura— ganaran en 2014 el Premio Nobel de Física, demostrando nuevamente que la buena ciencia siempre es mejor en la práctica.

Otra buena inversión del país en tecnología más científica, limpia y eficiente ha sido el lote de nuevos ómnibus híbridos, o sea, que combinan el uso de diésel con un motor eléctrico.

La llegada de estos nuevos buses alegra la vida de habaneros y santiagueros por estos días, y sin duda, será otro paso en una Cuba más ecológica, pero la limpieza de los autos eléctricos y la ciencia detrás de ellos bien merecerían una columna dedicada al tema.

Mientras tanto, los cubanos celebramos este 5 de junio un poco más naturalistas que antes. Eso sí.

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