El hallazgo de sarcófagos en buen estado de conservación promete nuevos descubrimientos sobre la antigüedad
Si hay un lugar del mundo donde se puede afirmar que la muerte da lugar a mucha vida es Egipto. No estamos hablando solo de aquella cultura antigua que veneraba el paso al más allá, que llenaba de aroma de sándalo y pendientes dorados a sus muertos, y adoraba la rivera en que una barcaza, decían los antiguos, se llevaba las almas al otro lado.
Hablamos más bien de esos destellos de alegría y orgullo nacional que emergen cada vez que esa tierra de gigantes revela otro yacimiento arqueológico, como el de este mes: nada menos que 30 hermosos sarcófagos bien conservados, hallados en la mítica ciudad de Luxor.
Se trata de un hallazgo de ataúdes en un estado de preservación verdaderamente feliz. Aún poseen sus coloridas decoraciones y además, aparecieron sellados. Como anunció el Ministerio de Antigüedades de Egipto, fueron hallados en dos capas, con los que estaban en la capa superior atravesados sobre aquellos en la capa inferior. «Tal y como los habían dejado los antiguos egipcios», según declaró el Ministerio.
Por el momento, datan de modo preliminar de al menos unos 3 000 años de antigüedad, y el lugar del descubrimiento fue la necrópolis de Asasif, la cual formaba parte de la antigua ciudad de Tebas, que llegó a ser capital real del antiguo Egipto.
De acuerdo con los expertos, la fecha los ubicaría en tiempos en que Egipto se encontraba bajo el mando del faraón Ramsés XI durante el año 1070 a.C., pero será necesario un estudio más pausado para que esas fechas no sean especulativas.
El último descubrimiento es comparable al de otra colección de momias de sacerdotes encontradas en una excavación en 1891.
Los arqueólogos encargados creen que estas ruinas pueden haber pertenecido a los sumos sacerdotes de la ciudad, por el tratamiento de respeto que presentaba la inhumación, y la disposición grupal, según la agencia EFE.
Estos sacerdotes fueron los antiguos gobernantes de la zona sur de Egipto, ya que por aquellos años solo existía un faraón dominante en el norte del país.
El modo de enterramiento también arrojó luces sobre la época estimada en que se realizó. «Estas ruinas eran comunes durante aquellos períodos de tiempo de la antigua civilización, ya que por aquellos años los habitantes de Egipto habían abandonado la forma tradicional de tumbas», señaló al diario británico Daily Mail el principal investigador de egiptología de la Universidad de Liverpool, el Doctor. Roland Enmarch.
El Ministerio de Antigüedades egipcio no ha disimulado su ánimo ante el hallazgo, y destacó que se trata de uno de los descubrimientos más grandes e importantes de los últimos años.
Pero la esperanza que trae cada nuevo descubrimiento en esa tierra que vive entre el pasado y la actualidad no se debe solo a la enorme cultura arqueológica que alcanza el país.
Egipto viene desarrollando hace algún tiempo una estrategia gubernamental para aumentar las visitas de turismo, como uno de los renglones que puede tributar mejor a su economía nacional. Desde el levantamiento violento contra el expresidente Hosni Mubarak en 2011 y el golpe militar en 2013 contra el Gobierno islamista, la industria del turismo ha sufrido un bajón que una nación cuyo mayor valor es la historia no se puede perdonar.
En ese sentido, la apertura del Museo del Cairo venía siendo la principal atracción, como comentábamos hace algún tiempo en esta misma sección, pero nunca suficiente para revertir el descalabro turístico, si no se daba con nuevos hallazgos.
Otro factor les juega en contra desde hace algunos años: el cambio climático ha llegado a afectar también los sitios monumentales y el estado de conservación de las piezas que se hallan.
El pasado año, Mostafa Ghaddafi Abdel Rehim, un alto funcionario de antigüedades en Luxor, se refería sin ambages al tema ante la Organización de Naciones Unidas: «Tenemos miedo al cambio climático».
Su temor es bien fundado. Las grandes extensiones de Egipto, donde abundan los templos, están siendo especialmente golpeadas por el problema climático que azota a todo el país, según los arqueólogos. Jornadas de excavación se han interrumpido por la deshidratación de los trabajadores en las zanjas abiertas al sol, y las grietas en los grandes monumentos suelen ser problemas cotidianos para los egiptólogos, como explica ABC al respecto.
Incluso, la manera de documentar los jeroglíficos en los muros, para guardar registro de todos ellos está siendo afectada por el intenso calor. «Solíamos hacer cianotipos utilizando la luz solar natural, pero desde hace unos 20 años nos resulta cada vez más difícil grabar la imagen en el papel», comentaba a ABC Ray Johnson, director de la Encuesta Epigráfica de la Universidad de Chicago, institución de larga data en estudios egiptológicos. «Nos dimos cuenta de que los muros se estaban poniendo cada vez más grises».
En otros sitios históricos, como Asuán, la ciudad más meridional de Egipto, las temperaturas afectan ya las estructuras de granito, material que se expande con el sol diurno y luego se contrae durante la noche. Como resultado, varias inscripciones que solían engalanar monumentos antiguos casi han desaparecido.
Es en ese contexto de tensiones económicas y climatológicas que los arqueólogos de la nación faraónica hallan estos nuevos sarcófagos, como si vinieran a revivir la ciencia histórica probablemente más explotada en el país. Aunque tendremos que esperar por estudios especializados, medios como Excelsior califican el descubrimiento como uno de los más importantes desde el siglo XIX, para la ciencia de los restos históricos.
En los meses siguientes esperaremos ansiosos a que las voces de los respetados egiptólogos se levanten para anunciar los nuevos misterios develados tras estos coloridos y enigmáticos sarcófagos. Es de esperar que Egipto siga generando maravillas que le llegan, irónicamente, desde la muerte, y se convierten en vida para una ciencia tan querida en ese país como es la Arqueología.
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