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El aniversario de un profeta social

Conocido en nuestro idioma como Julio Verne, su nacimiento tuvo lugar el 8 de febrero de 1828, en la ciudad de Nantes, y su epíteto de «el padre de la ciencia ficción» no deja dudas sobre la relevancia de su vida y obra en los albores de este género literario

Autor:

Eric Flores Taylor

Amiens, Francia, 1905. Se acercaba la primavera y hubiera sido un día común para los habitantes de la norteña ciudad. Sin embargo, en el número 44 del bulevar Longueville, un anciano de 77 años moría vencido en su lucha con la diabetes. Este hecho, en apariencia irrelevante, iba a dejar marcado aquel anónimo 24 de marzo. El fallecido no era otro que el famosísimo Jules Gabriel Verne, quien desde hacía más de 40 años cautivaba al mundo entero con sus «Viajes extraordinarios».

Conocido en nuestro idioma como Julio Verne, su nacimiento tuvo lugar el 8 de febrero de 1828, en la ciudad de Nantes, y su epíteto de «el padre de la ciencia ficción» no deja dudas sobre la relevancia de su vida y obra en los albores de este género literario. Al morir, contaba con decenas de  novelas publicadas a razón de una o dos por año. Entre estas se encuentran: Miguel Strogoff, Veinte mil leguas de viaje submarino y Viaje al centro de la Tierra, por solo mentar tres de sus creaciones más famosas y de mayor divulgación tanto en el ámbito literario como en adaptaciones cinematográficas.

Es de entendimiento popular que la carrera novelística de Julio Verne sorprende por lo novedoso de sus temáticas, el adelantamiento tecnológico de que hacen gala personajes y tramas, además de la perenne convicción de que los descubrimientos geográficos y científicos son fruto del esfuerzo del hombre, por lo tanto los beneficios de estos pertenecen por entero a la humanidad. No obstante, ¿qué habrá experimentado Verne como mero ser humano durante los últimos minutos de su vida? ¿Recordará acaso sus viajes marítimos por la Europa de finales del siglo XIX? ¿Entre los postreros sueños de este visionario sin igual estarán los conflictos mundiales de los Estados capitalistas emergentes y la expansión que acarreará el inicio de la Primera Guerra Mundial, menos de diez años después?

Mucho se ha hablado y no poco queda por decir de este escritor fantástico y sus textos. Lo que no es vox populi son su faceta política y las tendencias izquierdistas que lo lanzaron en favor de la clase obrera. Verne fungió de concejal de Amiens y es reconocido por abogar durante 15 años en pos de mejoras para la ciudad. La situación mundial y el entorno político que le tocó vivir no escapan de ser reflejados en sus libros y relatos. Además del archiconocido submarino o el famoso viaje a la Luna, también anticipa en sus textos las armas de destrucción masiva o la energía atómica utilizada con fines malévolos. Las sociedades futuristas de Julio Verne parten siempre del principio del capitalismo imperante y llegan a ser incluso proféticas como es el caso del Gobierno totalitario que nos muestra en Los quinientos millones de la Begún.

Es revelador que su primera novela, París en el siglo XX, escrita en 1863, ya hablara de un mundo con rascacielos, trenes de alta velocidad, redes de comunicaciones y donde, sin embargo, el protagonista es incapaz de encontrar la felicidad. Su editor y descubridor, Pierre-Jules Hetzel, consideró que esta obra dañaría el despegue de la carrera de Verne y la guardó para publicarla 20 años después. Olvidada en una caja fuerte, París en el siglo XX llegó al público por primera vez en 1994, demostrando nuevamente la vigencia de la adelantada mente del autor.

Se habla de tres etapas en la literatura de Julio Verne. La primera, ingenua y muy bien guiada por la mano invisible de su editor, muestra un ambiente propicio para los descubrimientos y adelantos científicos que devendrán en beneficios para el hombre. En la segunda profundiza sobre los aspectos humanos de sus personajes, se acerca a la esencia humana. Es, no obstante, la tercera, y última, la que marca los días finales del escritor, en la que las políticas capitalistas y el comportamiento negativo de los antagonistas desvían la tecnología en merced de intereses personales o el lucro de unos pocos y, no bastando, el régimen esclavista y sectario por clases sociales es tratado a menudo en sus libros dejándonos un claro mensaje de antipatía hacia ellos, así como un llamado a la toma de conciencia de los peligros de un mundo controlado por personas carentes de valores humanitarios.

Un ejemplo fehaciente lo constituye el último libro que publicó en vida, Dueño del mundo, en la cual el otrora personaje positivo Robur se ha transformado en un inventor excéntrico, desencantado de la humanidad y con el poder de castigarla a su antojo. ¿Es esto la muestra de la evolución literaria del autor o tan solo la verdadera imagen de lo que Verne intentó decirnos desde el principios, como lo demuestra la anécdota de su primera novela?

Admirador y amigo personal de los Dumas, en especial del hijo, seguidor de Charles Dickens, lector de H. G. Wells, contemporáneo de Marx, nunca vivió apartado de los problemas y conflictos que rodeaban su entorno social. Se le recordará siempre por ser un escritor fantástico, de ciencia ficción y más aun, siguiendo sus propias palabras: «un escritor científico»; pero no debemos olvidar al Julio Verne preocupado por el desarrollo político de la naciente sociedad capitalista, el defensor de la humanidad y los hombres, el escritor que advirtió sobre los peligros de la tecnología en manos de seres inescrupulosos y de ambiciones desmedidas.

En el aciago día del 24 de marzo de 1905, ¿qué anhelos recorrerían la vasta imaginación del singular creador? ¿Qué nuevos presagios tendría sobre el futuro, de haber sobrevivido a la enfermedad y la vejez? En el aniversario 110 de su muerte, aún hoy somos deudores de la fecundidad de Julio Verne, de su visión adelantada y su compromiso social con la humanidad.

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