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Carlos Chagas, un médico de dos velas

La inteligencia, la suspicacia y la dedicación del joven galeno lo llevaron a realizar el descubrimiento trascendental de una enfermedad que aún afecta a poblaciones del continente americano

Autor:

Julio César Hernández Perera

A principios del siglo XX se emprendían en Brasil importantes obras encaminadas al desarrollo económico y social. Una de esas fue la estratégica construcción del ferrocarril central. Pero esta corría el riesgo de ser cancelada debido al elevado número de obreros que enfermaban, posiblemente por paludismo.

Ante tal realidad, en 1908 se le encomendó a un joven de 29 años la dirección de una compleja campaña contra el paludismo en el pueblo de Lassance, Minas Gerais. Su nombre era Carlos Justiniano Ribeiro das Chagas y su designación tenía el aval de tratarse del médico que en Brasil logró realizar, en 1905, la primera campaña antipalúdica eficaz. El joven contaba, además, con la confianza de su profesor y amigo, el doctor Osvaldo Cruz, quien fungía entonces como director de Sanidad pública.

Trabajando en un viejo vagón —ocupado como laboratorio, consultorio y dormitorio—, Chagas se adentró en el mundo de miseria donde convivían los trabajadores y los moradores del lugar. Una de las primeras cosas que llamó la atención del galeno fue el gran número de enfermos afectados por un cuadro clínico que no concordaba con el paludismo. Predominaban la insuficiencia y los trastornos del ritmo cardiaco, las muertes inesperadas, las convulsiones y los niños con fiebres prolongadas. Una vez el médico pernoctó en la habitación de uno de los ingenieros de la obra, y allí pudo conocer sobre cierto insecto que se alimentaba de la sangre de las personas a través de picadas, preferiblemente en la cara, las cuales ocurrían de noche.

Estos animales —conocidos como «barbeiros», aunque en otras partes se les bautizó como chinche americana o triatomas— abundaban en las grietas de las paredes y los techos de todas las moradas pobres del lugar, muchas construidas con barro, caña y paja.

Descubrimiento de una nueva enfermedad

La clarividencia de Chagas lo impulsó al análisis de aquellos insectos, en cuyo contenido intestinal halló la presencia de microorganismos pertenecientes a la familia de los protozoarios. Tras varios estudios pudo demostrar que eran capaces de provocar enfermedades en diferentes animales de laboratorio, lo cual le llevó a presentir que los seres humanos también podían ser víctimas.

El 23 de abril de 1908 el doctor encontró el primer caso de infección en humanos. El hallazgo fue en una niña de dos años que padecía de fiebre, edemas generalizados, inflamación del hígado, del bazo y de los ganglios linfáticos. En la sangre, Chagas confirmó la presencia del microorganismo que ya tenía descrito y que tanto había visto en los animales de laboratorio.

Un año después anunció su descubrimiento. Con exquisita redacción no solo detalló la clasificación y el ciclo de vida del parásito en el hombre y en el agente transmisor, sino también puntualizó las características y el cuadro clínico de la nueva enfermedad, así como los métodos de cultivo y las normas de reproducción en el laboratorio.

Chagas denominó al parásito como Schizotrypanum cruzi, el cual sería renombrado más tarde como Trypanosoma cruzi. El último nombre (cruzi) se derivaba del apellido del doctor Osvaldo Cruz, gesto que el investigador tuvo como muestra del agradecimiento profesado hacia su maestro y amigo.

Poco tiempo después una comisión académica decidió bautizar a la nueva afección con el nombre de su descubridor: «enfermedad de Chagas». Por este logro recibió, el 22 de junio de 1912, el primero y uno de los más preciados lauros internacionales: el Premio Schaudinn, otorgado cada cuatro años por el Instituto de Medicina Tropical de Hamburgo, Alemania, al mejor trabajo de Parasitología y Medicina tropical. Vale reconocer que en aquella oportunidad optaban por el galardón cuatro prestigiosos Premios Nobel.

El premio que debió otorgarse

A partir de su premiación, Carlos Chagas fue reconocido en todo el mundo y disfrutó de los honores y de la amistad de grandes científicos. Dos veces fue nominado al Premio Nobel de Medicina (la primera, en 1913; y la segunda, en 1921), pero no lo obtuvo por razones que todavía hoy parecen oscuras.

Resultaba inédito, a nivel planetario, que una misma persona lograra descubrir el ciclo completo de una enfermedad que afectaba a pueblos enteros (desde el parásito causante, hasta el ciclo biológico, la descripción clínica y los insectos transmisores). Estos elementos hacían muy lógica la expectativa de la premiación. Pero pudo pesar el hecho de que se tratase de un latinoamericano, además de la presión que ejercían ciertos grupos opuestos y resentidos que cuestionaban la existencia de la enfermedad.

Poco importó, sin embargo, la negación del premio: la autoridad y reconocimiento de Carlos Chagas fue algo incuestionable en todo el orbe. El médico asumió con éxito importantes responsabilidades en su país, creó una escuela de enfermería y fue fundador del concepto de Medicina sanitaria.

En él primaron la modestia, la generosidad y la dedicación. Desde que era estudiante de Medicina se destacó por cualidades extraordinarias para el estudio y el trabajo. Elocuentes de su consagración son las siguientes palabras, tomadas de una de sus biografías: «A pesar de que en esos años se introdujo la luz eléctrica, la dedicación de los alumnos se medía por el número de velas en una noche de estudio; Carlos Chagas fue catalogado como “un alumno de dos velas”».

El eminente médico murió a los 55 años de edad, el 9 de noviembre de 1934 en Río de Janeiro, como consecuencia de un infarto cardiaco. Fue ejemplo de inteligencia puesta al servicio de los desposeídos. Sus estudios abrieron campos en la investigación y descubrieron una tragedia que aún pervive en el continente americano.

Contó su hijo que el día de su muerte había trabajado incansable y apasionadamente hasta pasada la media noche, en una conferencia que debía dar justo en el día final. La exposición versaba sobre algo que él conocía mejor que nadie y que lo había desvelado para bien de sus congéneres: «La enfermedad de Chagas».

Fuentes bibliográficas:

Moncayo A. Acta Trop. 2010 jul-aug; 115 (1-2): 1-4.

Schapachnik E. et al. Cardiol J. 2009; 16 (6): 592-3.

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