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Los números detuvieron la sangría

Durante siglos las flebotomías constituyeron procedimientos para tratar cualquier enfermedad en el mundo. Pero los métodos estadísticos, entre otros, hicieron caducar esta opción médica

Autor:

Julio César Hernández Perera

George Washington (1732–1799), quien había sido el primer presidente de los EE.UU., estaba enfermo (posiblemente de neumonía). Con su consentimiento, varios médicos le practicaron sangrías. Según refieren algunos investigadores, al ex Presidente de 67 años de edad se le extrajeron en solo diez horas poco más de tres litros de sangre. Es muy posible que muriera al poco tiempo por anemia, ya sea por efecto directo o indirecto.

Eran tiempos en que la sangría gozaba de gran popularidad como procedimiento terapéutico.

Conocida también como flebotomía, consiste en realizar punciones en determinados vasos sanguíneos y causar hemorragias de distintas magnitudes.

Es imposible saber con exactitud los orígenes de ese método. Tal vez en la antigüedad los hombres veían cómo el sangrado menstrual parecía aliviar el malestar de las mujeres y por eso asociaron la pérdida de sangre con la mejoría de variados síntomas.

La práctica perduró por más de 25 siglos y se le puede bautizar como eje principal de la conducta médica durante todo ese tiempo. A los pacientes se les hacía sangrar por cualquier causa como fiebres, reumatismo, cefaleas, melancolía, para curar fracturas, detener hemorragias provocadas por otras heridas o, sencillamente, para mantener el tono corporal.

Muchos médicos y practicantes, como los cirujanos-barberos, coincidían en que los enfermos graves debían ser tratados rápidamente en posición erguida mediante esta técnica, y si aparecía el desmayo era considerado como un signo positivo.

Nunca existieron pruebas de que la sangría causara algún bien, y pudiera parecernos que fueron muchos los siglos vividos junto a este ejercicio baldío. Pero es importante advertir hasta qué punto eran exiguos los medios de que disponían los médicos: las enfermedades siempre han sido espantosas y enigmáticas, y no se tenía modo ni idea de cómo dominarlas.

Sangrar al enfermo proveía al galeno cierta percepción de que podían hacer algo, lo que fuera; y el desmayo, seguido por la recuperación, la ilusión de una posible cura.

Derribo de una rutina

Se actuaba a partir de las impresiones: se miraba al enfermo y, según la experiencia acumulada, el médico decidía qué hacer. Sin embargo, no se tenían historiales detallados sobre los procedimientos, y mucho menos sobre sus consecuencias.

Así fue hasta que aparecieron las estadísticas en la Medicina, un terreno tan vasto como complejo, al cual contribuyeron un sinnúmero de avezados.

Uno de ellos fue el francés Pierre Charles Alexandre Louis (1787-1872), quien no solo asestó un duro golpe a la flebotomía, sino que también reforzó el naciente ejercicio de juzgar científicamente los resultados de los tratamientos.

Nacido en una familia humilde en el pequeño pueblo francés de Ai (o Ay), muchos lo miran como el «gran arquitecto» de la Epidemiología. Se le describía como un individuo alto y taciturno, usaba gafas y siempre tenía un cuaderno en la mano; andaba de cama en cama tomando notas. Formulaba a los pacientes preguntas que nadie les había hecho antes: ¿Cuándo se sintieron enfermos? ¿Cuáles fueron los síntomas? ¿Tenían antecedentes de ese tipo de enfermedad?...

Más tarde formó cuadros con cientos de casos. Documentó el desarrollo de afecciones como la fiebre tifoidea y la tuberculosis, y demostró con números cómo una enfermedad aparecía, progresaba y respondía a diversos tratamientos.

Los métodos desacertados no podían soportar semejante escrutinio y en un determinado estudio Louis planteó que tal vez la sangría no fuese eficaz como hasta ese momento se creía. Las conclusiones no eran ambiguas, y la rigurosa base estadística tuvo un impacto muy superior al esperado.

Generaciones sucesoras

Los trabajos del médico francés nutrieron a un movimiento conocido como La Medicina de la observación. Estos se basaban principalmente en lo que él denominó como «métodos numéricos», eso que hoy en día conocemos como estadísticas médicas.

También Pierre Charles se consagró en la enseñanza. Mientras algunos de sus colegas hacían caso omiso de sus conclusiones, los alumnos escuchaban atentamente; muchos no eran franceses.

Con el tiempo sus ideas se diseminaron por el orbe. Y varios de sus discípulos fueron reconocidos médicos que revolucionaron la Medicina con el favor de las estadísticas.

Ejemplo de esta influencia se muestra en la primera declaración de la Sociedad de Epidemiología de Londres, fundada en 1850. En la misma se afirmó que la Estadística proporcionaba un medio nuevo y poderoso para poner a prueba las verdades médicas, y que mediante los trabajos de Louis se había aprendido cómo pueden ser utilizadas las estadísticas para entender lo relativo a las enfermedades epidémicas.

Sobre su «método numérico», Louis sentenciaba que «contar no es fácil». En otro momento señaló: «El único reproche que se le puede hacer al método numérico es que se presentan verdaderas dificultades en su ejecución […] requiere mucho trabajo y tiempo, más que el que los apreciados miembros de nuestra profesión pueden dedicarles».

Vale aclarar que el criterio clínico no dejó de existir en la Medicina porque, como arte, hay ciertas prácticas que los médicos experimentados pueden hacer particularmente bien, como cuando son capaces de distinguir una determinada enfermedad en un paciente: el «ojo clínico» entrenado ve las características de la salud de las personas que otros no ven.

Pero no basta con ello para que la Medicina logre su principal objetivo. Fueron los números quienes confirieron mucho de ciencia al arte de curar. Y a partir de aquellas nuevas generaciones que aprendieron de Louis, fueron las estadísticas las que definitivamente ayudaron a cambiar, hasta los días actuales, un mundo paralizado por 25 siglos de sangría.

Fuentes:

D. Starr (2000): No existe remedio tan milagroso como la sangría. En Historia de la sangre. Leyendas, ciencia y negocio. Ediciones B, S.A., Barcelona, pp. 37-53.

M. Best, Neuhauser D (2005). Pierre Charles Alexandre Louis: Master of the spirit of mathematical clinical science. Qual Saf Health Care; 14:462–464.

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