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¿Noticias en estudio?

Hasta dónde puede llegar una información de tema científico en el afán de lograr un supuesto valor noticioso, cuando se corre el peligro de crear falsas expectativas o de caer en el sensacionalismo. Sobre esta y otras disyuntivas, JR conversó con Elena Becker-Barroso, editora de la reconocida revista británica The Lancet Neurology

Autor:

Mayte María Jiménez

No se puede negar… pocas informaciones resultan tan llamativas como las de ciencia. Un pulpo de dos cabezas, la clonación, el hallazgo de nuevos virus o el lanzamiento de un satélite son «noticias» que a diario motivan la curiosidad de lectores, oyentes o televidentes en todo el mundo. Sin embargo, ¿hasta dónde puede llegar un reporte periodístico en el afán de lograr ese «valor noticioso», cuando se corre el peligro de crear falsas expectativas o caer en sensacionalismos que lastiman susceptibilidades, si se trata de soluciones científicas a diversas enfermedades?

Mucha ha sido la polémica en el sector de la prensa dedicada a esta especialidad. Para algunos el aparente valor noticioso no puede dejarse escapar, aunque ello roce con el vano sensacionalismo. Otros, en cambio, señalan la necesidad de una práctica más ética y consecuente con la objetividad periodística, pues estamos ante un mensaje que puede generar frustraciones, añoranzas o desesperación en una persona que espera por la cura de determinado padecimiento.

De esta forma, se ha considerado que en el Periodismo dedicado a los temas científicos, más, quizá, que en otras ramas del quehacer informativo, se requiere de un enfoque racional de los temas, basado en una amplia documentación, con un necesario contraste de fuentes y la búsqueda de publicaciones especializadas que avalen cualquier hallazgo.

Para conocer sobre este punto de vista, JR dialogó con la doctora Elena Becker-Barroso, editora de la reconocida revista británica The Lancet Neurology. Ella destacó que, aunque la ciencia interesa mucho al público de los medios de comunicación, la selección de trabajos para publicar debe pasar por un complejo proceso de revisión y análisis, regido por una actitud ética y profesional.

No solo debe ser así cuando se trata de un artículo periodístico. Debe suceder también en las revistas científicas de salud —como The Lancet Neurology—, donde el proceso de negociaciones entre revisores y autores es sumamente exhaustivo, y aun así se han visto en situaciones de falta de ética por investigadores que falsean sus resultados científicos.

La especialista señaló que hay una tendencia hoy al aumento de la influencia que ejercen los criterios científicos publicados en los medios, sobre las decisiones que afectan a la vida y el bienestar de los ciudadanos.

Significó que todo esmero en difundir los descubrimientos y los hallazgos debe concentrar los esfuerzos, no solo para comunicar correctamente los resultados de las investigaciones, sino en función de aclarar las conclusiones, con un lenguaje claro, que sea lo más objetivo posible.

—Desde su experiencia como editora de una publicación científica, ¿cómo se deben establecer los límites entre una noticia científica y el sensacionalismo?

—Primero debemos entender que con el continuo progreso de la ciencia y la tecnología, las verdades o resultados de una investigación que parecen absolutos, nunca lo son. Cada día se suscitan nuevas incógnitas que pueden poner en duda lo que tiempo antes era un hallazgo científico irrevocable.

Por ejemplo, en las investigaciones relacionadas con el cáncer o en la propia neurología, los estudios a veces son muy alentadores, hasta un día en que se prueba lo contrario y cambian los paradigmas, explica.

Se trata —apunta la doctora— de lograr una posición de equilibrio entre lo que los descubrimientos tienen de «sensacionales» y su valor como resultado de un trabajo continuado, que se modifica en el tiempo, pues como la vida misma, la ciencia es relativa.

—¿Qué responsabilidad tienen los editores en este proceso de selección, más allá de los autores de los trabajos?

—En nuestra publicación, por ejemplo, la función del editor es tomar conciencia de las dificultades propias de un proceso tan complejo como lo es una investigación científica, y de todos los elementos que pueden estar mediando desde la subjetividad.

«Para que nada ocurra, y asegurarse en lo posible de la veracidad y responsabilidad de los temas, evitar fallas y no crear falsas expectativas se concibe un sistema de revisión y aprobación, que va más allá de la decisión de una única persona», apuntó.

La doctora Barroso subrayó como un elemento muy importante, que la ciencia tiene su propio lenguaje, y es ahí donde entra el trabajo del periodista en el caso de los medios o del autor de un artículo para una revista científica, quien tiene que conocer la epistemología y filosofía de esa información, y debe estar capacitado para interpretar los conocimientos científicos sin alterar el sentido de las investigaciones.

De ahí —recalcó—, la importancia de que en sectores como el periodismo científico exista una especialización mayor, al menos una cultura de los términos, que ayude a una mejor comprensión y evite malas interpretaciones.

Retomando las publicaciones científicas, la experta dijo que el proceso de elección y publicación de los resultados que merecen un alcance mayor en las revistas especializadas es muy complejo y profundo, y como toda obra nacida del trabajo humano puede ser perfectible.

—¿Son inevitables los fraudes o manipulaciones de una información científica?

—Hay que tener presente que en este proceso está envuelto un grupo de personas y, como seres humanos al fin, pueden cometer fallos. A estos procesos se les presupone una actitud ética, pues una parte del sistema está basado en la confianza. Cuando recibimos un manuscrito avalado por los resultados científicos, asumimos que se trata de algo real, pues implica la participación de una serie de personas e instituciones científicas.

«No obstante, esta no es la generalidad. Para ello se aplica un filtro de calidad enviándolo a expertos del área, para luego devolverlo al autor o colectivo de autores, con las exigencias señaladas.

«Nuestro proceso es negociar que las críticas se adicionen, pero en ocasiones los editores piden elementos que están fuera del alcance de los autores, por lo que puede haber un proceso de negociación, aunque solo hasta un punto razonable, porque la publicación no puede perder su esencia científica».

—¿Gajes del oficio entonces?

—Cuando se reciben noticias no se puede ir a comprobarlas en otros países. Sin embargo, la obligación es justamente verificar la información, y ello por lo general se hace con fuentes avaladas.

«Este es un mundo extremadamente competitivo, por eso en ocasiones se infringen los límites o las barreras de lo correctamente ético.

«Por esa razón es muy importante ser consecuentes con el reconocimiento y el prestigio ganado por cada publicación, y ello se basa en muchos años de tradición y acompañamiento a los más elevados estándares de selectividad y profesionalidad».

—¿Noticia o silencio?

—Se trata de un equilibrio que permita dar una información con argumentos y de ser lo más objetivos posibles, sin exagerar detalles. Por otra parte, hay que verificar bien el contenido que se divulgue.

«En ocasiones es la sociedad la que hace un mal uso de los descubrimientos científicos. En el campo de la neurología es muy frecuente que estudios preliminares generen expectativas muy elevadas en torno a un tratamiento, con el que al aplicarlo en fases superiores no se obtienen los resultados esperados.

«Tenemos la obligación de comunicar los descubrimientos con total transparencia y responsabilidad, lo que se traduce en no dar informaciones o interpretarlas de manera sensacionalista, o demasiado esperanzadora».

—Malas interpretaciones…

—Sí. Es muy frecuente ver estas malas interpretaciones reflejadas en la prensa sensacionalista, o expuestas de una manera tal que se tergiversa el verdadero espíritu científico de una información. La prensa dedicada al tema científico tiene una elevada responsabilidad, sobre todo cuando se trata de la salud del ser humano, pues estamos creando sensaciones o emociones en torno a enfermedades y supuestos medicamentos o curas.

—¿Cómo valora la presentación de esa información científica por investigadores cubanos que han publicado en The Lancet Neurology?

—Hemos visto una elevada preparación y elaboración de la investigación científica, que puede estar al nivel de países desarrollados, a pesar de las limitaciones tecnológicas que tienen como consecuencia del bloqueo estadounidense impuesto a Cuba. En esta Isla el potencial de innovación, tanto creativo como científico, es elevado, y sus resultados son una realidad.

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