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Innovar para un país

La producción de innovaciones para una nación es una cosecha que solo se obtiene si toda la sociedad interviene, asegura el Doctor en Ciencias Luis A. Montero-Cabrera, presidente de la Sociedad Cubana de Química

Autor:

Mayte María Jiménez

En una época de creciente globalización, uno de los elementos a tener presentes, si de innovación se habla, es considerar las tendencias mundiales en la organización del desarrollo científico y tecnológico, así como enfatizar en la búsqueda de eficiencia y competitividad de la empresa estatal.

En Cuba, este proceso se suma a la necesidad de lograr la implementación de la política científica y tecnológica cubana, con la estrategia de desarrollo económico y social del país, y hacerlo desde una mirada innovadora y creativa constituye uno de los imperativos del Sistema Nacional de Ciencia, Tecnología e Innovación de la Isla.

Para acercarnos a estas dinámicas dialogamos con el Doctor en Ciencias Luis A. Montero-Cabrera, presidente de la Sociedad Cubana de Química, jefe del Laboratorio de Química Computacional y Teórica del Consejo Científico de la UH y del Centro Virtual de Bioinformática del propio recinto universitario, quien significó la importancia de formar parte, conscientemente, de la estrategia de preservación y desarrollo de los logros del proyecto social cubano.

—¿Qué potencialidades tiene la innovación para el desarrollo del quehacer científico en el país, y su conexión con los diferentes sectores de la sociedad?

—La innovación está en la misma esencia de la condición humana. Nos hemos diferenciado como especie gracias a la capacidad adquirida y desarrollada de innovar, constantemente, nuestro entorno y forma de vida. Si el socialismo es en verdad una etapa más avanzada de organización social, tiene que innovar y hacerlo de forma más dinámica y eficiente que nunca antes en la historia de homo sapiens.

«Por ello, nuestro país se debe plantear la innovación en lo científico, técnico, económico y social como tema central, si nos proponemos un socialismo próspero y sostenible. Esto no es un asunto de ministerio u organización alguna en particular: es de toda la sociedad.

—¿Cómo definiría el ejercicio de la innovación en Cuba, especialmente en los noveles investigadores que se unen al quehacer científico?

—La innovación, y la ciencia que la puede lograr, son como una semilla que la sociedad cubana ha sembrado en toda la población gracias a nuestra educación universal y gratuita. Las semillas hay que cultivarlas, regarlas, cuidarlas, para que se puedan obtener resultados. Los jóvenes investigadores son parte de los que cultivan la innovación.

«La producción de innovaciones es la cosecha que solo se obtiene si toda la sociedad interviene, no solo los investigadores, jóvenes o no.

«La innovación la requiere e introduce quien la necesita, los investigadores intervienen para lograrla, pero el problema es de todos, sin que deje de tener una responsabilidad ni un solo componente: empresarios, políticos, obreros, campesinos, dirigentes, científicos, profesores y estudiantes de todos los niveles.

«Las necesidades derivadas de nuestros problemas de organización económica y  del bloqueo han forzado un altísimo espíritu y acción innovadora en los cubanos de la Revolución.

«Sin embargo, las formas organizativas existentes para facilitar y promover la innovación en beneficio de toda la sociedad no están en correspondencia con esta realidad.

—¿Están preparados nuestros investigadores para el desarrollo de la innovación como parte del desempeño profesional?

—Podría afirmar que se dispone de la preparación básica, en general, y como regla mejor que la de muchos países. Sin embargo, la formación de innovadores de alto nivel, como los doctores e investigadores independientes, está muy afectada.

«Debemos defender una política nacional de promoción doctoral rigurosa y acelerada, para no depender de potencias extranjeras, como ocurrió en la primera mitad del siglo XX.

«A veces ni siquiera existen tales formas organizativas, por lo que se necesitan mecanismos de competencia que promuevan, de forma dialéctica, la producción de innovaciones a nivel social. Esta una asignatura pendiente del socialismo cubano, con honrosísimas excepciones.

«Ahora vemos cómo empieza a manifestarse la innovación en el sector privado, con formas más o menos avanzadas».

—Para un país como Cuba, inmerso en restricciones económicas, ¿qué importancia cobran la tecnología y la innovación para el desarrollo?

—La tecnología y la innovación son un factor de supervivencia y podría también ser de progreso y de riqueza.

«Aún nos queda por hacer para maximizar los rendimientos de esa inmensa capacidad innovadora individual de los cubanos, que no tiene vías ni estímulo para socializarse como debería.

—¿Cuál sería el modelo ideal de desarrollo de la ciencia que usted aconsejaría para Cuba?

—Hacer las cosas como lo han hecho los que han tenido éxito. Maximizar la conciencia social del valor del conocimiento y el método científico a través de los medios, de la acción social comunitaria y del sistema nacional de educación.

«La ciencia debe ocupar en la conciencia social cubana un lugar equivalente al que hoy ocupan la cultura artística o el deporte.

«Considerar la ciencia como un patrimonio de toda la sociedad, no solo de los científicos y académicos. Debe ser reconocido el papel del conocimiento científico para el progreso en todas las esferas de la vida moderna, de la economía, la producción agrícola, la política, la industria, la salud pública, la educación, los servicios, el arte, los deportes, todo.

«Las empresas creadoras de valor (tanto agrícolas, industriales, como de servicios) deben tener la innovación y la ciencia que la respalda como una herramienta imprescindible.

«Las normativas y reglas de trabajo deberían incluir la obligatoriedad de usar la ciencia, la tecnología y la innovación para resolver los problemas, y sobre todo para avanzar.

«Es preciso experimentar socialmente para lograr formas de competencia socialista que sean motores eficientes de la innovación y el progreso, como una etapa superior de la competencia capitalista. La competencia capitalista está regida por la ley de la selva, la socialista debería estar regida por la selección natural», concluyó.

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