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Westworld: de todo menos «mecánica»

Aunque los premios y los récords de rating no avalen la calidad de una serie televisiva, Westworld comparte los aplausos del «mainstream» hollywoodense con la real valía de su estética, sus actuaciones y su arco argumental

Autor:

Darío Alemán

Para todo cineasta el remake es un arma de doble filo. Primero, tiene parte de su éxito garantizado en la nostalgia que evoca en el público, y segundo, corre el riesgo de no pasar de ser una mala versión. Como sea, suele cargar la cruz de las altas expectativas, aunque en contadas ocasiones, como en la serie Westworld, no ocurre así.

El televidente promedio, al enfrentarse por primera vez a Westworld, lo considera un producto autónomo, una idea «original» en el sentido del tratamiento a temas tan recurrentes en la ciencia ficción como puede ser la inteligencia artificial. No obstante, sus diez episodios solo son la adaptación de un filme homónimo de 1973, el cual fue escrito y dirigido por Michael Crichton.

En su momento dicha película pasó sin penas ni glorias, algo poco común en una década de clásicos del género como Alien, Star Wars, Solaris y Mad Max. Cuarenta y tres años después, la manida historia de los robots sublevados contra la humanidad vuelve con un toque estilístico y narrativo en extremo seductor.

Equipo de lujo

Aunque los premios y los récords de rating no avalen la calidad de una serie televisiva, Westworld comparte los aplausos del «mainstream» hollywoodense con la real valía de su estética, sus actuaciones y su arco argumental. Quizá, en primera instancia, esto se deba al trabajo de su creador, Jonathan Nolan.

Jonathan, quien siempre le ha dejado a su hermano Christopher la dirección para dedicarse él a los guiones, hace en esta serie gala de su maestría para contar historias. Westworld es la suma de los elementos que han marcado su trayectoria, como por ejemplo: los rejuegos temporales de la trama (Memento), los desenlaces inesperados (The Prestige) y los trasfondos filosóficos (The Dark Knight).

Otro de los aspectos que hacen de esta serie una joya es el nivel actoral desplegado en ella, que no es exclusivo de los papeles protagónicos. La gran estrella pudiera ser el veterano Anthony Hopkins en el personaje del Dr. Robert Ford, pero los verdaderos lauros son —a todas luces— para la joven y polémica actriz Evan Rachel Wood.

Evan, quien interpreta al robot Dolores Abernathy, se desdobló con destreza en la piel —o los circuitos— de un androide cuasi humano. La complejidad de su personaje está dada por los constantes cambios a los que se somete a lo largo de la trama, lo cual logra mantener al espectador dudoso de su verdadera naturaleza hasta el último momento.

Como parte del elenco de Westworld no podríamos dejar de mencionar a Ed Harris (el Hombre de Negro), James Marsden (Teddy Flood), Thandie Newton (Maeve), Ben Barnes (Logan) y al brasileño Rodrigo Santoro (Héctor Escaton). Esta lista advierte que el formato seriado deja cada vez más atrás a los largometrajes. En los últimos años, la moda de la televisión ha corroído el ritual romántico de acudir a un cine.

Más allá de circuitos

En 1950, el matemático británico Alan Turing iniciaba así su ensayo Computing Machinery and Intelligence: «Propongo considerar la siguiente pregunta. ¿Pueden pensar las máquinas?». Ese mismo año, el escritor ruso Issac Asimov sacaba a la luz una serie de relatos bajo el título Yo Robot, en los cuales establecía las tres leyes de la robótica. Ambos sujetos estaban muy lejos de conocer el desarrollo tecnológico actual, pero ello no les impidió plantear el difícil conflicto que sería lidiar con la inteligencia artificial. A partir de entonces los androides no faltarían en el cine, algunos terribles como HAL 9000 y otros tiernos como 3CPO y R2D2.

Westworld, por su parte, bebe de las interrogantes expuestas por Turing y Asimov, para envolverlas en una laberíntica trama cargada de todo cuanto caracteriza al clásico thriller. Como aderezo, la historia se salta los límites de la ciencia ficción y coquetea con el género western.

A lo largo de los episodios se abordan temáticas que sobrepasan las cuestiones científicas y se sumerge en otras tantas de índole moral y filosófica. Westworld propone la existencial pregunta acerca de qué es real y qué no lo es. El milenario asunto ya había incomodado a las hermanas Wachowski, quienes lo adaptaron con desenfado en la trilogía de The Matrix. Por otro lado, su argumento recuerda el axioma hobbiano del hombre como lobo del hombre, y lo sumerge en un contexto donde «lo humano» es una noción relativa.

Para 2018 está anunciada la segunda temporada de esta serie, que funcionó bien con el final abierto a todo tipo de especulaciones. Solo queda darles un voto de confianza a sus creadores y olvidarnos de los malos augurios que apelan a las segundas partes.

Un hombre de películas

Michael Crichton fue, además de guionista y director, un novelista cuyas obras han sido llevadas con éxito a la gran pantalla. Ejemplo de ello son Parque Jurásico y Acoso. También fue el creador de la serie E.R.

¡Vaya sustituta!

HBO realizó Westworld para suplir la ausencia de Game of Thrones. Aunque algunos dudaron en un inicio, la sustituta rompió el récord de teleaudiencia que hasta el momento ostentaban los siete reinos de Westeros.

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