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Internet bajo el Prisma

Recientes filtraciones de programas secretos para espiar las comunicaciones a través de Internet han vuelto a echarle leña al fuego al debate sobre la privacidad virtual

Autor:

Amaury E. del Valle

Una vez más, al estilo de una trama telenovelesca, ha quedado al descubierto el espionaje que realizan instituciones de Estados Unidos a las comunicaciones telefónicas y por Internet.

Ahora son las revelaciones de Edward Snowden, un experto en informática de 29 años, que trabajaba para una empresa llamada Booz Allen, subcontratada por la Agencia Nacional de Seguridad de Estados Unidos (NSA, por sus siglas en inglés), las que han desatado un escándalo de proporciones internacionales.

Snowden, quien viajó de forma secreta a Hong Kong antes de que el diario norteamericano The Washington Post y el británico The Guardian dieran a conocer sus declaraciones, entregó a los periodistas una serie de documentos secretos que prueban la existencia de al menos dos inmensos programas de espionaje de las comunicaciones.

Uno de estos involucraría el rastreo de las llamadas telefónicas y otro, cuyo nombre clave en inglés es Prism (Prisma en español), permitiría recolectar datos de los correos, chats, espacios en redes sociales y otras comunicaciones, con la colaboración abierta de grandes empresas que ofrecen estos servicios como Google, Yahoo, Hotmail y otras.

Eso último es quizá lo que más revuelo ha causado, pues quedaría desmentida la supuesta privacidad en las comunicaciones y la no revelación de datos de los usuarios que tanto cacarean como divisa estos gigantes informáticos.

El experto norteamericano, que se encuentra en paradero desconocido supuestamente en Hong Kong, alega haber actuado decepcionado con las políticas del actual presidente de Estados Unidos, Barack Obama, y podría enfrentar la cárcel si es capturado por revelar datos secretos sobre organismos como la misma NSA o la Agencia Central de Inteligencia.

Aunque los periodistas que han estado en contacto con él aseguran tener mucha más información que dar todavía, y las opiniones sobre su actuación están divididas entre quienes lo creen un héroe o un villano, lo cierto es que el caso Snowden ha vuelto a poner en entredicho tanto la privacidad de las comunicaciones por Internet, como la fragilidad en la era actual de los supuestamente «secretos digitales».

Salideros en la tubería

Justo hace unos pocos días comenzó, tras 18 meses de espera, el juicio contra el soldado Bradley Manning, un analista militar destacado en Iraq que puso al descubierto las sucias manipulaciones de la diplomacia norteamericana y los crímenes cometidos en sus guerras.

Manning, quien filtró a Julian Assange y su equipo de Wikileaks miles de comunicaciones, partes de guerra, informes clasificados y otros documentos por el estilo, podría enfrentar desde 20 años de prisión a cadena perpetua e incluso una sentencia de muerte.

El mismo Assange ha tenido que refugiarse en la Embajada de Ecuador en Londres, donde lleva viviendo pronto hará un año, al ser perseguido por la justicia por un delito que, a todas luces, es una fabricación pensada para llevarlo con cualquier pretexto al banquillo de los acusados y luego deportarlo a Estados Unidos para que sea juzgado allí.

Igual pudiera pasarle a Edward Snowden si es atrapado, ya que dejar al descubierto que EE.UU. espía las comunicaciones de ciudadanos de todo el mundo es un secreto a voces demasiado pesado como para dejarlo pasar sin castigo.

En el caso de Prism, por ejemplo, Snowden reveló que la NSA sabe que de los casi 12 500 gigabits por segundo (Gbps) de capacidad de ancho de banda en Internet existentes en 2011, más de 10 700 Gbps tuvieron su origen en Estados Unidos y Canadá, con destino a las otras cuatro grandes regiones mundiales (Europa, Latinoamérica-Caribe, Asia-Pacífico y África).

Por ello, como dice la NSA a sus agentes en una de las instrucciones secretas, ellos saben que «es muy posible que las comunicaciones de su objetivo tengan como destino a Estados Unidos o bien que atraviesen este país».

Lo filtrado por Snowden detalla cuáles son las siete empresas que proporcionan información a la NSA a través de Prism, así como su correspondiente fecha de incorporación al programa, respectivamente: Microsoft (que suma ya hoy a Skype, desde septiembre de 2007 la primera y febrero de 2011 la segunda), Yahoo (marzo de 2008), Google (enero de 2009, con YouTube sumada en septiembre de 2010), Facebook (junio de 2009), PalTalk (diciembre de 2009), AOL (marzo de 2011) y la hasta hoy más reciente, Apple (desde octubre de 2012).

Prism funciona entonces a través de potentes servidores ubicados en lugares secretos como una especie de «espejo» de los correos y mensajes de todo tipo que se intercambian las personas usando estos servicios.

Aunque las empresas se han defendido diciendo que es una «burda mentira» lo que alega Snowden, y el Gobierno norteamericano dice que solo está dirigido a ciudadanos de otros países, está más que claro que el informático tiene todo tipo de documentos, hasta hace poco clasificados, para probar la veracidad de sus palabras.

El escándalo no es tanto que se espíen las comunicaciones, sino que Snowden pruebe que las empresas encargadas de mantener supuestamente la privacidad, son las primeras que se encargan de colaborar con romperla.

Un clic sin leer

Aunque muchas personas en el mundo siguen creyendo en la supuesta privacidad de datos e identidades que ofrecen las empresas que dan servicio de telecomunicaciones, eso no deja de ser más que un mito utilizado para atraer incautos.

Cuando alguien accede a un correo electrónico gratuito de Gmail, Yahoo o a los mensajes que se envían a través de las redes sociales, debe saber, pues está claro en los Términos y Condiciones a los cuales en la mayoría de los casos se les da clic sin leer, que estos pueden ser revelados al país donde radique la empresa si la justicia lo pide.

De hecho, una encuesta de The Washington Post-Pew Research Center reveló que el 56 por ciento de los estadounidenses consideran que el acceso a los registros telefónicos por parte de la NSA es «aceptable», mientras 62 por ciento creen que es más importante que su Gobierno investigue las amenazas terroristas, aunque se viole la privacidad de las personas.

El actual escándalo no se basa en ello entonces, sino en que incluso sin pedirlo o sin ser sospechoso de nada, de cualquier forma se está espiando continuamente a la gente en Internet, violando así la propia ley norteamericana, por no decir de casi todos los países.

Las mayores alarmas vienen precisamente por lo que parece ser ya una obsesión compulsiva de las agencias de espionaje norteamericanas por meterse de cualquier forma en la vida de las personas, usando para ello la principal fuente de comunicación en la era actual: Internet.

Y la principal preocupación no es siquiera que se rastree a un presunto terrorista, sino que cualquiera que por alguna razón pueda ser considerado por Estados Unidos como «enemigo», lo cual se sabe que tiene una interpretación muy amplia, tendrá su vida en escrutinio constante cada vez que se siente delante de un teclado o descuelgue una llamada telefónica.

Secretos ¿compartidos?

La alerta dada por Manning, Wikileaks y ahora Snowden no puede ser más clara para todo el que use algún medio de comunicación digital, pues debe saber que es susceptible de ser leído y escuchado por otros en cualquier momento, e incluso que esos datos corren el riesgo de caer en cualquier mano que los pueda utilizar a su antojo.

Mantener la privacidad, por ende, es cuestión antes que todo de los mismos usuarios de estos servicios, y no solo aquellos que por una razón u otra manejen información confidencial o sensible, sino incluso de quienes supuestamente nada tienen que ocultar, pero que pueden ser el vehículo idóneo para llegar a otros.

Aunque no hay que ir al extremo de que, como dijera un amigo, Internet y el correo electrónico son solo para hablar de pelota, sí es importante no ser incautos en su uso, máxime cuando se accede a servicios como los de correo electrónico gratuito o las redes sociales.

No se trata de botar el sofá por la ventana y negar su uso, o incluso restringirlo indiscriminadamente con el pretexto del espionaje, sino ganar en conciencia de que la cuestión de la privacidad digital está ante todo en manos del mismo usuario.

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