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Parir es un placer

El uso de la anestesia peridural puede aliviar los dolores del parto y hacerlo más humano, pero algunas mujeres prefieren vivirlo «a todo color» Pregunte sin pena

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El momento de la punción exige pericia del anestesista y mucha cooperación de la paciente, dice el doctor Eduardo Hernández. Los servicios de obstetricia cuentan con recursos para humanizar el parto, pero hace falta preparar más especialistas. La entrada del catéter se fija al hombro de la paciente para facilitar la maniobra del anestesista cuando el dolor comienza a arreciar.

El parto es uno de los episodios más traumáticos que solemos enfrentar las mujeres en nuestras vidas, pero no siempre hay que tomar al pie de la letra aquello de «parirás tus hijos con dolor», puesto que desde hace décadas existen opciones para hacerlo más soportable.

Una de ellas es el uso de la anestesia peridural para bloquear el malestar provocado por las contracciones del útero sin comprometer el curso natural del proceso, lo cual ayuda a la parturienta a relajarse y propicia una dilatación más rápida, con menor resistencia de los planos pélvicos.

Esta técnica actúa en las fibras finas del sistema nervioso, no en las gruesas, y ayuda a la mujer a vivenciar su parto sin angustias, a «disfrutar» de sus contracciones y hasta del paso del bebé por el canal pélvico.

A menos dolor, se facilita la comunicación y la cooperación con el obstetra, reduciéndose por tanto el tiempo del trabajo de parto y el riesgo de requerir una cirugía.

Los catéteres modernos son muy eficaces, y no ponen en peligro la salud de la madre ni de la criatura.  Así lo afirma el doctor Eduardo Hernández, anestesiólogo cubano con 24 años de experiencia en la especialidad, de los cuales ha empleado dos décadas en fomentar la técnica del parto sin dolor, primero en el hospital González Coro y actualmente en el América Arias, ambos de la capital.

Por sus manos han pasado numerosas pacientes cuyos partos han constituido un momento de placer y no de sufrimiento, y si alguna insatisfacción le queda, es saber que la técnica no puede aún extenderse a todos los servicios de obstetricia del país, no por falta de recursos, sino porque todavía escasea el personal entrenado para aplicarla.

Aunque Cuba tiene una privilegiada tasa de anestesiólogos por habitante, pocos de estos especialistas laboran en los salones de parto, y su atención se centra prioritariamente en los casos de urgencia.

En muchos países donde el parto indoloro tiene un alto número de adeptas, se organizan postgrados para el personal de enfermería, encargado de dar seguimiento a cada paciente luego de ser puncionada por el especialista.

El momento crucial de este procedimiento es justamente la colocación del catéter en el espacio intervertebral, lo cual demanda mucha pericia, además de la colaboración de la paciente para evitarle molestias innecesarias, apunta la doctora Silvia Ferro, anestesióloga del González Coro.

En Cuba, las mujeres son por lo general muy disciplinadas cuando se trata de proteger el fruto de su embarazo, por lo que esta técnica ha dado muy buenos resultados, comentan ambos especialistas, recientemente entrevistados por Sexo Sentido en el marco del evento científico Habananestesia 2007, organizado por la Sociedad Cubana de Anestesiología y Reanimación, SCAR, en las provincias habaneras.

Unas sí, otras no

Los doctores Hernández y Ferro resaltan la importancia de realizar una buena entrevista a la paciente antes de tomar cualquier decisión, para conocer si hay antecedentes que puedan invalidar la analgesia del parto, y obtener el consentimiento informado antes de aplicar la técnica.

Durante la punción, el acompañante puede contribuir a que la paciente adopte la mejor posición, ya sea el esposo, la madre o quien ella designe para estar a su lado.

La mayor preocupación de los especialistas es evitar una sepsia que comprometa a la futura madre, por lo que no son elegibles para este proceder aquellas mujeres que presentan infecciones o procesos inflamatorios en el tejido circundante al área lumbar.

También se excluyen aquellas que presentan desviaciones de las vértebras, malformaciones óseas o del canal de parto y paraplejias, porque en estos casos es difícil lograr la colocación adecuada del catéter.

De igual modo, no es aconsejable el parto indoloro en los casos de embarazo gemelar, ni cuando el feto es muy grande o su presentación en el canal es pelviana (de nalgas).

En cambio resulta muy favorable para las adolescentes parturientas, que suelen tener poca tolerancia al dolor y por lo general contribuyen poco al trabajo de parto, por lo que se complican con más facilidad que una mujer madura con un embarazo deseado, cuyo umbral del dolor es más alto.

No son pocas las familias que piden una cesárea procurando que la joven «salga pronto de ese mal momento». En tales casos, la anestesia peridural resultaría una mejor opción.

También es aconsejable aplicar esta técnica a mujeres cardiópatas y a las hipertensas, para quienes mitigar el dolor es garantía de alejar otras complicaciones. De hecho, el bloqueo al nervio simpático genera una vasodilatación periférica que normaliza la tensión arterial y ayuda al buen funcionamiento del sistema cardiovascular.

En cualquier caso, si fuera preciso realizar una cesárea, la paciente ya estará preparada para recibir otra dosis de anestesia a través del mismo catéter, lo cual agiliza el proceso, en lugar de complicarlo.

Alivio vs. tradición

Según afirma el doctor Hernández, los medios utilizados actualmente para aplicar la anestesia peridural son muy efectivos, y no ponen en peligro la salud de la madre ni de la criatura.

No obstante, son de esperar algunas complicaciones pasajeras inmediatas a la punción: mareos, hipotensión, bradicardia, sudoración, dolor local a nivel de las caderas o sensación de que estas «se abren».

Por eso él prefiere colocar el catéter cuando el trabajo de parto aún es leve, y luego suministrar el anestésico cuando el dolor comienza a arreciar, tras lo cual la paciente tiene la sensación de que las extremidades inferiores se «duermen», pero no pierde el control de sus actos.

Al hacer un balance entre esas molestias y la posibilidad de ahorrarse hasta 24 horas de dolor intenso y sostenido, las ventajas resultan evidentes.

No obstante, aún muchas mujeres prefieren un parto fisiológico tradicional, unas porque temen a lo desconocido y piensan que este proceder afectará su recuperación posterior, y otras porque sienten curiosidad por saber lo que es un parto en toda su dimensión, o «no quieren ser menos que el resto de las mujeres de su familia».

Sin embargo, todas ven muy normal otro tipo de ayuda que acelere la dilatación o aumente la frecuencia de las contracciones, aun cuando tales maniobras incrementan el dolor, pero como ya son populares no se perciben como una injerencia al proceso «natural».

Esto demuestra un alto grado de subjetividad, asociado al mito de que parir con dolor nos da derecho a querer a nuestros hijos más que nadie, o a exigirles cuentas en nombre de tal sacrificio, como si aquellas mujeres que paren rápido y sin molestias, o las que fueron cesareadas, no desarrollaran igual vínculo afectivo con sus bebés.

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