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Adolescencia: ¿edad infeliz?

Esta etapa de la vida es solo resultado de una serie de transformaciones psicológicas trascendentales que definirán, entre otras cosas, la manera de asumir emociones y sentimientos Pregunte sin pena

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La adolescencia es, a la vez, improductiva y prodigiosamente creadora y fértil. El amor apasionado y altruista coexiste con la fría indiferencia. Hacker y Gellerd.

Malena tiene 13 años y no logra comprender su frustración, sus tristezas. Su «novio» no le presta atención en la escuela, no se sienta a su lado, no la espera cuando suena el timbre. Cuando se va sola, todos la miran. Ella se siente abandonada, llena de vergüenza, temor y rabia.

Ni siquiera tiene con quién desahogarse: su mejor amiga no la entiende, le aconseja cosas de las que aún no se siente capaz; y sus padres, ¡ni pensar! Jamás les confesaría este noviazgo que la deja tan inconforme.

La historia de Malena puede ser la de muchas adolescentes: cuerpos todavía menudos que cargan pesares tan definitorios, dudas que dejan una huella en su manera de querer, en su forma de buscar aliento para vivir. Todas piensan que «el suyo» es el peor de los destinos y nunca acabará.

En el fondo, la gran tormenta es solo un temporal, propio de esa edad en la que el mundo gira vertiginosamente: cambian el cuerpo, la psiquis, los proyectos, la imagen de sí y de los demás... Cuando pase, quedarán los recuerdos, la experiencia y el sabor agridulce de la adolescencia.

Metamorfosis personalizada

A diferencia del proceso biológico conocido como pubertad, que se inicia entre los 11 y los 13 años de edad con cambios físicos paulatinos, pero definitivos, la adolescencia varía mucho en cuanto a la edad de comienzo, duración y forma de manifestarse en cada persona.

Esta etapa del desarrollo (algunos la consideran como transición hacia la adultez, pero tiene en sí misma mucha importancia) está muy relacionada con la maduración de la psiquis y depende de complejos factores psicosociales originados principalmente en el seno familiar, pero también asociados a la cultura predominante.

Mientras el cuerpo avanza a su propio ritmo, la personalidad se desarrolla a saltos, con sorprendentes avances y lógicos retrocesos: un día ven las cosas de una manera y al siguiente de otra. Hoy rechazan lo que ayer aceptaban, y viceversa. Se despiertan rebeldes y al rato les invade la melancolía. De pronto se creen capaces de asumir las riendas y razonar como adultos, y al siguiente minuto están dando una «perreta» que saca del paso a toda la familia.

Por lo general no hay nada grave en esa conducta: es solo resultado de una serie de transformaciones psicológicas trascendentales que definirán, entre otras cosas, su particular manera de asumir emociones y sentimientos.

Stanley Hall, llamado en Estados Unidos «el padre del estudio del niño», consideraba que en la adolescencia ocurría un nuevo nacimiento en la personalidad del individuo, y denominó a esa etapa Storm and Stress (tormenta y tensión).

Ser adolescente implica casi siempre sentir inseguridad, desorientación, soledad, deseos de llorar, y también vivir inconformes con su realidad. De algún modo se consideran capaces de cambiar el mundo y hasta desarrollan cierta temeridad, pero a la vez son muy sensibles a los regaños.

A la mayoría no les importa decir abiertamente lo que piensan, pero obvian los consejos de las personas mayores, rechazan la autoridad familiar, de profesores y amistades, y luego los consideran injustos por no comprenderlos.

Todo, nada y viceversa

En el último medio siglo la sexualidad se ha destacado como uno de los problemas más recurrentes en la adolescencia, situación derivada de una prolongada educación restrictiva sobre esa materia, que indujo a un profundo temor.

Las causas de inconformidad pueden ser muchas. Hasta el desarrollo físico deviene motivo de frustración si sienten que se retrasan respecto al grupo. Para algunas muchachas, no presentar aún la menstruación ni crecimiento de los senos constituye una catástrofe; su autoestima decae y sufren por su «incapacidad» para atraer al sexo opuesto. Otras, en cambio, esconden esos atributos y preferirían no crecer jamás.

Los varones suelen desarrollar más tarde que las niñas de su edad y por mucho tiempo prestan más atención a los juegos que a las faldas. Ante estas carencias de sus contemporáneos ellas se fijan en muchachos mayores, cuyos requerimientos sexuales no siempre están dispuestas a cumplir... y entonces enfrentan un nuevo dilema.

La vida afectiva del adolescente es muy diferente a la de otras edades, pero eso no le resta intensidad. Se debaten entre lo novedoso y lo prohibido, un conflicto que atenta contra la perdurabilidad de cualquier pareja.

La «tragedia» de Malena es simple: Su novio también pasa por la inestabilidad lógica de esa etapa. Tal vez llegó a ella con sentimientos inadecuados de embullo o reafirmación dentro del grupo y ahora no sabe cómo enfocar la relación.

Pero la falta de conocimientos y la inmadurez no restan a los adolescentes capacidad de amar. El libro No se nace feliz refiere: «El adolescente no es un ser humano que está creciendo. Es ya un ser humano, y lo que necesita cualquier persona mayor también lo necesita él: que lo esperen, que lo escuchen y, lo principal, que lo comprendan (...) cada quien necesita que estén contentos de verlo. Hay que tener donde ir en un día cualquiera. Aunque sea simplemente permanecer en un lugar cálido y con gente».

Para muchos adultos este apoyo resulta imprescindible y en cambio no admiten cuánta falta hace durante la juventud tener un hombro donde volcar los pesares, no siempre insignificantes como ciertas familias piensan.

Afortunadamente, el psicoanálisis hizo grandes aportes al describir la génesis de la normalidad en etapas tempranas del desarrollo, pues de algún modo logró que el mundo «adultocéntrico» pusiera sus ojos en esos «locos bajitos», como llama Serrat a las nuevas generaciones.

Hoy sería de necios negar el peso que la comunicación y la confianza de las personas más queridas tienen en la calidad de vida de cualquier adolescente. ¿Cuántas muchachas fallecen en el mundo por interrumpir un embarazo no deseado a escondidas de sus padres? ¿Cuántos varones se inician en el sexo bajo presión grupal y luego arrastran una disfunción para la que no pueden o no saben pedir ayuda?

Habrá quien lo dude, pero es posible ser feliz en la adolescencia. El umbral de la adultez es momento idóneo para reclamar orientación, pero también para adaptarse al nuevo papel, para aceptar responsabilidades y exigencias sociales, y sobre todo para vivir intensamente, aunque algunos crean que pueden tragarse al mundo... o viceversa.

Pregunte sin pena

R. E.: Llevamos un año de casados. Mi esposa está embarazada. Tiene ocho meses, pero desde hace unos 45 días me está rechazando. Apenas puedo tocarla. Ella es de poco hablar, pero antes del embarazo nuestra comunicación era buena. En esta etapa hemos realizado poco el amor porque ella tiene miedo. Como lo hacemos tan distanciadamente, eyaculo muy rápido y ella no queda satisfecha. Dice que eso no importa. El caso es que ahora apenas me habla, prácticamente solo me dice sí o no cuando le pregunto algo. Dice que no le pasa nada. Quiero creer que es parte del proceso de embarazo. ¿Qué usted me aconseja? Tengo 29 años y mi esposa 37.

Su falta de deseo sexual y sus temores pueden ser parte del embarazo. El distanciamiento entre ambos obedece más al modo de enfrentar los problemas en la pareja.

Su estilo es retraerse (hablar poco). No es de extrañar entonces que se muestre así. Es posible que la distancia sea su mecanismo para evitar los encuentros sexuales. Debes prestar atención a sus palabras. Tal vez tu insistencia provoque malestar en ella, difícil de comunicártelo. En tal caso, puede que no encuentre sentido a repetirte lo mismo que ya has ignorado.

No nos dices si es su primer embarazo, ni las razones de su temor. Sí destacas sus 37 años. Es posible que haya elementos de su historia personal condicionantes de sus temores, en esta edad reconocida por presentar algunos riesgos más para el embarazo.

Te evita totalmente desde que comenzó el último trimestre del embarazo. Este período resulta incómodo para muchas mujeres. Aunque tu cuerpo sigue igual, el de ella sufre constantes transformaciones.

Son distintas también las posiciones subjetivas de ambos e igualmente legítimas. Por eso valdría intentar un mejor modo de enlazarse en esta embarazosa etapa, donde el erotismo que posiblemente era cómplice de reconciliaciones, es ahora fuente de contradicciones entre ustedes.

Mariela Rodríguez Méndez, máster en Psicología Clínica, consejera en ITS y VIH/sida y psicoanalista.

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