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Siempre hay un después

Para mantener una sexualidad satisfactoria después de una cirugía prostática, se necesita desarrollar nuevas habilidades y ser más flexibles en el modo de evaluar oportunidades

Autor:

Mileyda Menéndez Dávila

Debe decirse que el pene tiene su propia mente.

Leonardo Da Vinci

Una lectora nos contacta: «Quiero salvar un matrimonio de tres décadas, si mi marido no lo acaba antes con su testarudez. Llevo meses pidiéndole que se opere de una hiperplasia benigna de la próstata, pero se niega porque el médico dijo que puede no haber  erecciones tras la cirugía.

«¿Podrá resolver con pastillitas? ¿No habrá recuperación con los meses? ¿Si no se opera, no perderá de todas formas el deseo por el dolor y la inflamación? Si de verdad no hay erección, ¿no hay forma de lograr penetraciones?». Preguntas, temores, desespero… Su esposo tiene 56 años y no quiere «colgar los guantes», pero la relación se deteriora. «Cada vez le lleva más esfuerzo hacerme el amor, no eyacula normalmente y se aferra a una única posición, ineficaz para mí y hasta para él, pero al menos así no le duele».

Como no logran concentrarse, ninguno alcanza el clímax y al rato desisten, más disgustados que satisfechos, lo cual no impide que él lo intente cada vez más seguido «por si es la última», en un acto desprovisto de ternura o placer.

Antes que lamentar

Lo perfecto hubiera sido evitar esa situación con un estilo de vida saludable, pero ante un diagnóstico de daño en la próstata es preciso aceptar riesgos y priorizar la vida, reflexiona el andrólogo cubano Ramiro Fragas.

La hiperplasia benigna es una inflamación de la próstata que a la larga puede o no degenerar en tumor, pero siempre afecta la calidad de vida del paciente porque ocasiona trastornos urinarios (incontinencia, goteo, obstrucción) y molestias o dolor en la zona prostática que dificultan las labores cotidianas y el sexo.

La solución es quirúrgica. Por cualquier vía que se opere (cirugía abierta en la pelvis, endoscopía o a través de la uretra) hay riesgos de comprometer el sistema nervioso en la zona, en particular los nervios cavernosos, pudendo, dorsales y perineal, que intervienen en la tumescencia y detumescencia del pene (erección y flacidez).

Este daño llevaría a una disfunción sexual eréctil (DSE) de origen neurológico, pero como no es la única causa posible (uno de cada tres hombres padece DSE) antes de plantear alternativas de tratamiento es preciso descartar otras condiciones desfavorables, como una Diabetes mellitus descompensada, inhibiciones psicológicas del paciente o de su pareja, alcoholismo, obesidad…

Para estimar el daño neurológico posoperatorio existen varios métodos. El más conocido es el electrofisiológico, pero exige equipamiento y personal especializado y no está disponible en todos los servicios de Urología.

Por eso la doctora Haydee Wong, especialista de II grado en Urología y máster en Sexualidad, probó con pacientes del Hospital Joaquín Albarrán Domínguez la validez del método clínico neuroandrológico para ser usado como primer paso, dejando las otras opciones para casos dudosos o para precisar el tipo de daño detectado.

Al presentar la evidencia en el simposio capitalino previo al Séptimo Congreso de Educación, Orientación y Terapia Sexual (Habanasex 2015), la doctora Wong explicó que la DSE de origen neurológico se comprueba a los tres y seis meses de la cirugía, tiempo que puede demorar la recuperación.

Ella estudió a 180 hombres y solo diez no lograron erección pasado ese período, 120 tenían erecciones ligeras y el resto erecciones moderadas.

La destreza para usar esas erecciones en un acto sexual completo (e incluso el pene sin     erección) pasa por varios retos subjetivos. Primero que el hombre esté dispuesto a mantener una vida sexual activa y no boicotee su progreso, y segundo que sea tolerante con su cuerpo y el de su pareja para adaptarse a los cambios naturales de la edad y aprender a sacarles partido a las nuevas circunstancias.

También es importante la salud y estabilidad emocional de la pareja para que participe en la recuperación del paciente con DSE, opinan las psicólogas Neida Méndez, Zoraida Rodríguez y María Elena Real.

Ellas investigaron este asunto en parejas heterosexuales y comprobaron que las esposas presentaban también síntomas de disfunción sexual como falta de deseo, sequedad vaginal, desmotivación y dolor durante el coito, agravados en varios casos por problemas de autoestima, rechazo ante la violencia de sus maridos y depresión. Lo alarmante es que ninguna de las 40 mujeres estudiadas buscaron ayuda para sí mismas.

Siempre que un paciente acuda a consulta debe profundizarse en los malestares de su pareja para lograr una mejor evolución clínica de ambos, insisten las expertas, también participantes en Habanasex 2015.

En definitiva, lo que se necesita para mantener una sexualidad satisfactoria después de una cirugía prostática no es perseguir la rigidez del pene, sino desarrollar nuevas habilidades y ser más flexibles en el modo de evaluar oportunidades. La vida es lo más valioso para departir con la gente que amamos, y preservarla con calidad debe tener la máxima  prioridad.

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