Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

Nunca «tocaron» siete (II y final)

El género está entre las orejas y no entre las piernas

                                                                                                                                                                                                                                                          Chaz Bono

Autor:

Mileyda Menéndez Dávila

Hoy se celebra el Día Mundial de la Salud, dedicado en esta ocasión a promover cobertura sanitaria universal, lo cual se traduce en acceso equitativo a los servicios médicos para todas las personas sin distinguir sexo o recursos económicos.

Ese es un sueño que en Cuba está cerca, pero falta camino por recorrer en la subjetividad de quienes deberían beneficiarse con los servicios disponibles, y también de quienes los administran, pues no siempre los espacios, horarios y equipamiento se proyectan en cada territorio atendiendo a sus características demográficas, pensando en la gente y no en las enfermedades.

Los números no mienten: Si habitamos este archipiélago en proporción muy pareja, la atención es gratuita y el derecho a recibirla está legislado de forma equitativa, ¿cómo es que los hombres mueren más en todos los grupos de edades y las mujeres pasan décadas penando por malestares crónicos que se pudieran evitar o menguar solo cambiando el estilo de vida?

Por ejemplo, la diabetes mellitus, la depresión, la hipertensión arterial y los problemas circulatorios tienen cierta preferencia por la población femenina… ¿O es que a los hombres les parece inapropiado atender esas «boberías», hasta que un serio episodio amenaza su desempeño laboral y sexual?

Nacer hombre en este siglo implica una más alta probabilidad de padecer cáncer de pulmón o de piel, sufrir un accidente cerebrovascular o adquirir una ITS. Y no es que las mujeres «escapen» de esos males, pero casi siempre piden ayuda más rápido y se adhieren mejor a los tratamientos.

Si hablamos de VIH, la proporción por cada diez portadores es de ocho hombres y dos mujeres. ¿Influye la preferencia sexual porque el coito anal los hace biológicamente más vulnerables, o es que a los varones se les educa para tener muchas parejas de forma desordenada? Si se protegieran en todas sus relaciones el riesgo sería ínfimo, como demuestran centenares de parejas serodiscordantes, en las que uno porta el virus y el otro no, pero ambos se cuidan por igual.

En mi casa manda ¿quién?

Un elemento interesante al leer el     informe Mujeres y Hombres en Cuba, publicado en marzo de 2011 por la Oficina Nacional de Estadísticas e Información, ONEI, es que el 60 por ciento del millón y medio de hogares cubanos declaraba en esa fecha que su jefe de núcleo era un hombre (cifra que llega a 75 por ciento en las zonas rurales), y solo en una de cada cuatro casas la persona a cargo tiene menos de 35 años.

En el censo de 2012 la proporción de género en ese indicador era más pareja. Pero aunque en la práctica hay muchas más mujeres y jóvenes llevando las riendas o haciendo magia con la economía doméstica, la jefatura formal ejerce una presión cultural innegable en la salud sexual y reproductiva de toda la familia, especialmente a la hora de decidir si la vida sexual de adolescentes y jóvenes transcurrirá en la calle o en las condiciones seguras de su propio hogar, con métodos anticonceptivos personalizados.

También suele ser una voz importante cuando se colegia si la unión amorosa juvenil se formalizará antes o después de terminar los estudios, y si un embarazo no deseado terminará en aborto o en una maternidad precoz y, en ese caso, si la red familiar apoyará a la muchacha para que se reincorpore al estudio o busque trabajo y gane independencia.

Otro detalle curioso es que en Cuba se reportan más hombres casados que mujeres, pero ese es un tema que profundizaremos más adelante en Sexo sentido, teniendo en cuenta su multiplicidad de aristas. Solo lo mencionamos porque la vida en pareja al parecer es uno de los factores protectores que condicionan los resultados de salud de la nación: según datos de la ONEI, mueren menos personas con relaciones estables y muchas más entre quienes se declaran solas o en condición no definida, sobre todo en edades maduras.

En la cultura criolla es un mérito preocuparse por la salud de familiares y allegados, acompañar las convalecencias y proteger a quienes padecen enfermedades crónicas, una discapacidad o las limitaciones asociadas a la ancianidad.

Ese acompañamiento es asumido en gran medida por mujeres, pero también se valoriza a los hombres que eligen ser buenos hijos o padres y reacomodan sus regímenes de trabajo y gastos personales para proveer cuidados a quien más los necesita. 

Sin duda, urgen muchos ajustes macrosociales para disfrutar como nación el éxito de tener una población envejecida y con bajos índices de muerte por malformaciones congénitas, pero también hace falta más previsión familiar, creatividad y entrenamiento para aumentar el grado de validismo individual, enseñando a todos desde edades tempranas a gestionar bien los recursos económicos y las relaciones afectivas, pues a largo plazo ambos elementos tendrán un gran peso en su salud integral y en el ejercicio equitativo de sus derechos.

 

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