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Tao y sexualidad (II y final)

El conocimiento es un tesoro, pero la práctica es la clave para obtenerlo

Lao Tsé

Autor:

Mileyda Menéndez Dávila

Como otras doctrinas de la antigüedad, el Taoísmo tuvo muchos seguidores entre los hombres poderosos, a quienes se destinaban sus escritos. Esta filosofía reverenciaba el lado femenino de la vida, representado por la noche, el frío, la paz mental, pero cuidaban que el lado masculino Yang no sucumbiera al Yin alimentándolo con sus emociones.

«La mujer es superior al hombre como el agua al fuego», dice el Tao. Por eso, libros como el Tao te king desaconsejaban expresamente que ella accediera a los secretos del erotismo sagrado (para los que la consideraba naturalmente dotada como cuna de la vida), pues ese refinamiento le daría mucho poder sobre los hombres dentro y fuera del lecho.

Hoy, muchos practicantes prefieren interpretar esa metáfora como una advertencia para no exagerar el interés por el sexo descuidando otros aprendizajes. También resaltan lo valioso del vínculo entre ambos polos naturales, ya sea entre individuos distintos o cada ser en sí mismo, porque el fuego purifica el agua y juntos pueden cambiar la calidad de las cosas y extraer lo nutricio de la vida.

En las enseñanzas compiladas por el sabio Lao Tsé, los grandes dignatarios aprendían que la mejor recarga energética se obtenía al practicar el coito con doncellas jóvenes, hasta diez en una noche, sin eyacular ni involucrarse sentimentalmente con ellas. De hecho se recomendaba no volver a «poseerlas», excepto a la designada (por razones de Estado) para procrear, una visión patriarcal utilitaria que no tiene cabida en este siglo.

Placer y autocontrol

A pesar de esa discriminación, la mujer ocupaba un lugar importante en el acto erótico y era de buen gusto aprender a satisfacerla para beber en su fuente de juventud. La meta obvia era propiciarle muchos orgasmos por diversas vías sin apresurar caricias ni agotar su interés.

Según la escuela taoísta, el orgasmo femenino avanza en nueve niveles de energía que vigorizan diversas partes del cuerpo de ambos participantes: los fuertes suspiros iniciales renuevan la saliva y sanan los pulmones, los besos profundos estimulan el corazón y el poderoso abrazo propicia un masaje que activa el bazo, el páncreas y el estómago, productores de sustancias que encienden el torrente sanguíneo y activan todos los fluidos del cuerpo.

El cuarto nivel es el clímax tradicional que promovemos en Occidente, caracterizado por intensos espasmos vaginales que en algunas mujeres se acompaña de eyaculación, lo cual favorece los riñones y la vejiga de ambos.

Muchas mujeres piden a su pareja que detenga el estímulo en ese punto y se apartan, creyendo llegada la meta máxima. La revelación del Tao hace más de dos siglos es que, si logran continuar sin desligarse, ella puede obtener otros cinco niveles de beneficio y él podrá servirse de esa explosión.

El quinto llega cuando las articulaciones se aflojan unos instantes tras el orgasmo y ella tiende a apretar la boca o morder, todo lo cual favorece sus huesos. Luego ondula como una serpiente hasta atrapar con sus piernas a la pareja y ese gesto les vigoriza el hígado y el sistema nervioso.

El séptimo nivel se alcanza cuando ella golpea a su pareja espontáneamente en el pecho o los costados, señal de que su sangre hierve, irrigando salud a todos los órganos. Luego se deja llevar en una relajación que tonifica los músculos mientras acaricia sus pezones o los de la pareja, y por último se rinde totalmente, queda adormecida, y él se retira intacto y renovado si logra no eyacular.

Parece difícil porque en nuestra cultura aprendemos a ver el sexo como una grieta donde descargar tensiones. Sin embargo, muchas parejas logran disfrutar intuitivamente esas nueve fases sin perder el control ni frustrarse.

Para los hombres que quieran intentarlo, unos consejos: cuando te sientas al límite, detén todo movimiento sin angustiarte, respira profundamente, levanta la cabeza, abre los ojos para otear alrededor, contrae el coxis (hueso de la pelvis) y respira más suave y profundo. Luego contempla a tu pareja, disfruta ese dominio que logras conservar y continúa con delicadeza tus estímulos alimentándote de su placer.

Con el tiempo aprenderás a percibir los orgasmos secos que acompañan ese proceso, y a elegir con qué frecuencia te permites eyacular.

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