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Ni miedos ni abandonos

¿Hay remedio para las personas hipocondriacas? ¿Cómo distinguir los problemas reales de las fantasías? Sexo Sentido aborda el tema

Autor:

Juventud Rebelde

Si cerráis la puerta a todos los errores, también la verdad quedará fuera.

Rabindranath Tagore, poeta nacional de la India

 

Un lector de Sexo sentido pregunta si la hipocondría puede afectar la vida sexual. Según narra, su esposa siempre fue una mujer física y mentalmente sana, pero lleva muchos años quejándose de patologías que en realidad no presenta. Basta que alguien comente un síntoma para «descubrirlo» en ella y correr al consultorio médico a pedir un nuevo chequeo.

«Incluso se adjudica enfermedades rarísimas que ve en los documentales de Multivisión», cuenta él. La última obsesión son unos dolores pélvicos y secreciones vaginales «por una terrible ITS», y lo culpa de haberla contagiado. «Llevamos 47 años casados y diez jubilados: ¿Cree que a estas alturas voy a poner en peligro su salud por una canita al aire?».

¿Hay remedio para las personas hipocondriacas?, pregunta. ¿Cómo distinguir los problemas reales de las fantasías? ¿Se puede heredar o es «contagiosa» esa predisposición mental?

Lo que no mata ni fortalece

Hipocondría es la preocupación exagerada ante el riesgo de contraer cualquier enfermedad; el miedo sobredimensionado, la falsa convicción alimentada por la búsqueda constante de señales y su interpretación errónea, más la obsesión de hacerse estudios y luego mantener la inconformidad.

Para la Sicología clínica, lo fisiológico y lo sicológico no son realidades separadas, sino un todo único que se retroalimenta. Las personas hipocondriacas pueden llevar a tal extremo su desasosiego, que en algunos casos realmente se provocan dolencias físicas, se intoxican o adquieren una adicción a los medicamentos que toman por su cuenta.

Ciertamente, a menudo afecta a varias generaciones en la misma familia. No se ha podido confirmar una predisposición genética, pero como las conductas asociadas a la salud se aprenden por imitación, si las conversaciones en el hogar son calamitosas, es lógico que se desarrollen las fobias (sobre todo en aspectos estigmatizados como la sexualidad y la salud mental), y se «hereden» desvelos y conductas de evitación que perturban la capacidad del goce sexual.

La ignorancia refuerza esas emociones desagradables y conduce a fuertes fobias     sexuales (como el vaginismo, que impide totalmente la penetración) y severos trastornos del deseo sexual o rechazo a todo tipo de cercanía física. Por eso el tratamiento implica paciencia e información basada en evidencias científicas, y los pacientes necesitan responsabilidad y autocontrol para no medicarse por su cuenta o buscar en internet «otra» explicación catastrófica a su caso que refuerce la angustiosa conducta.

Bandazos y preguntas

En el otro extremo de la hipocondría caen aquellos individuos que no aceptan tener ninguna enfermedad porque consideran que eso los rebaja, sobre todo las asociadas a su desempeño erótico o su salud sexual. Por eso no buscan ayuda hasta que el malestar es insoportable o su dificultad para responder a la pareja lo hace muy evidente.

Es una actitud más común en varones, por esa formación machista que marca las carencias de salud como debilidades imperdonables, pero también muchas mujeres suelen negar su vulnerabilidad biológica ante las ITS, la predisposición a padecer tumores de mama o genitales y los cambios asociados al climaterio, cualquiera sea su grado o síntomas.

Les pasa mucho a cuidadoras (muy pendientes de la salud de la familia a costa de la propia), las que se creen a salvo por no intimar con hombres y las ejecutivas de empresas o líderes sociales cuyo ritmo de vida es vertiginoso y no se dan permiso para habitar el cuerpo de forma equilibrada.

Pero no es una conducta exclusiva de esos grupos: ¿Desde cuándo no chequeas tu presión arterial, el estado de tus pulmones, la bioquímica de tu sangre, el funcionamiento de tu sistema circulatorio…? ¿Cuándo fue tu último estudio serológico y prueba de VIH, la citología del cuello uterino, la revisión del método anticonceptivo?

Y aún hay más preguntas, útiles para cualquier ser humano, sin importar su identidad de género o sexo biológico: ¿Alguna vez dialogas con tu(s) pareja(s) sobre lo que sientes —o has dejado de sentir— cuando tienen sexo? ¿Cada qué tiempo se toman un día de absoluto descanso o practican un hobby relajante? ¿Tienes una rutina sana, acorde a tu edad y tus necesidades fisiológicas? ¿Acaso mimas tu cuerpo, vigilas tus posturas, escuchas sus señales, buscas las causas emocionales de su incomodidad?

Como estos son días de hacer balance y diseñar estrategias para el año nuevo, te propongo esta reflexión: Cuando vas a una consulta médica, ¿solo hablas de lo que crees que atañe a la especialidad visitada, o te muestras como un ser íntegro, con una experiencia espiritual, sexual y social atravesada por las consecuencias de tu estado de salud? ¿Buscas milagros inmediatos, razones para inspirar lástima o herramientas para mejorar tu estilo de vida y potenciar todas tus capacidades, relaciones y proyectos vitales?

En tu círculo cercano, ¿quién está pendiente de tu salud mental? ¿Quién contribuye a tu felicidad o la boicotea con sus demandas y agresiones? ¿Cuánto más vas a potenciar esos lazos? ¿Qué nuevo aprendizaje te regalarás en 2020 para incrementar tu energía y hacer florecer tu salud total y sexual?

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