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Los bebés de las bebés

Cuba necesita aumentar su natalidad, pero no a costa de los embarazos en la adolescencia, un fenómeno disparado en los últimos años. Esa tendencia alerta que hay que insistir más en las políticas, programas sociales y campañas sobre el tema, y propiciar la comunicación en el hogar, la escuela, el consultorio, el barrio, y los medios de difusión masiva

Autores:

Roberto Díaz Martorell
Ana María Domínguez Cruz
Yuniel Labacena Romero

Annia solo tiene 16 años y está obligada a demorar su sueño de ser maestra. En sus manos abraza ya a su primer bebé. «Me cogió de sorpresa. Nunca me protegía con mi pareja porque, según me dijo, tenía varicocele y no podía tener hijos. Y ya ven, me dejé llevar y ahora soy mamá».

Lo acaricia una y otra vez mientras abre los ojos para recordar: «Mi mamá puso el grito en el cielo. Enseguida me dijo que tenía que “sacármelo”. Al principio la entendí y pensé en mis amigas, los estudios, las fiestas..., pero me dio miedo y aquí estoy, con mi bebé en brazos», apuntó.

Annia es una de las 170 menores de 19 años, de las 957 mujeres embarazadas hasta el mes de diciembre en la Isla de la Juventud, quienes en vez de sentir «mariposas» en el estómago, típico de la adolescencia, sienten hoy las pataditas de un bebé. Su realidad se muestra en no pocas provincias del país.

Según datos registrados en el Anuario Estadístico de Salud de 2014, la tasa de fecundidad en menores de 20 años era entonces de 51,6 por cada mil mujeres de ese grupo de edad, más del 15 por ciento de la fecundidad total del país. Ello se da a pesar de que existe la voluntad política de priorizar la salud y la educación sexual y reproductiva de los adolescentes y jóvenes, en aras de prevenir embarazos no planeados a edades tempranas.

En relación con el tema, otros resultados significativos los aportó el viernes último Daylín Cecilia Rodríguez Janiqué, joven investigadora del Centro de Estudios Demográficos (Cedem) de la Universidad de La Habana, en el XIII Taller de resultados Diálogos sobre juventud, organizado por el Centro de Estudios sobre la Juventud (CESJ).

Reveló que en las provincias orientales, y en particular, en Granma, Las Tunas y Holguín se registran la mayoría de los casos de adolescentes grávidas. Puntualizó además que, a nivel nacional, se evidencia un ligero incremento de la fecundidad adolescente en el grupo etáreo comprendido entre diez y 14 años, mientras que se aprecia una leve disminución del fenómeno entre las edades de 15 a 19 años.

Aun cuando predominan los casos de adolescentes embarazadas en las zonas rurales del país, Rodríguez Janiqué subraya que resulta preocupante cómo en los últimos tiempos la fecundidad adolescente ha crecido en las zonas urbanas, razón por la que se perfilan investigaciones al respecto con el objetivo de analizar sus causas y factores de riesgo.

Las creencias erróneas, la ingenuidad propia de esa etapa de la vida, la desinformación y el convencimiento inmaduro de que nada malo puede ocurrir, llevan a no pocos adolescentes a iniciar sus relaciones sexuales sin la debida responsabilidad que conlleva esa decisión, sobre todo porque de ella pueden derivarse situaciones de riesgo para su salud y hasta la concepción de un nuevo ser, para cuya llegada no se estaba del todo listos.

Un estudio que alerta

Cuba ha desarrollado políticas y programas sociales con impacto en la disminución de la maternidad adolescente. Sin embargo, la atención a este problema sigue siendo un asunto de prioridad, pues se mantienen crecientes las tasas específicas de fecundidad en estas edades, aunque su comportamiento es desigual en los diferentes territorios del país.

Es prioridad para la salud cubana garantizar el bienestar de la embarazada y su bebé. Foto: Roberto Suàrez

Un estudio cualitativo realizado por un equipo de investigadoras de los centros de Investigaciones Psicológicas y Sociológicas (CIPS), Nacional de Educación Sexual (Cenesex) y el Cedem, publicado en el No. 7 (julio a diciembre 2014) de la revista Novedades en Población, ahondó sobre este fenómeno en los municipios de Guamá y Tercer Frente de Santiago de Cuba; Manzanillo y Jiguaní, de Granma, y San Miguel del Padrón en La Habana.

El artículo Comportamiento en torno a la reproducción en la adolescencia. Acercamiento a sus condicionantes, reveló que las inequidades de género están en la base de muchos de los embarazos en las adolescentes, desde la iniciación de las relaciones sexuales sin negociación previa.

El estudio puntualiza que el personal de enfermería es el recurso humano más estable en los equipos básicos de salud, en tanto el personal médico fluctúa, sobre todo en las comunidades rurales dispersas, en las que se cubre la demanda con galenos recién graduados que, al término de su servicio social, abandonan el lugar. Dicho factor influye en la sistematicidad del trabajo y en la calidad de las acciones de prevención y promoción de la salud.

Por lo general, en los territorios analizados, las necesidades de comunicación e información sobre sexualidad son satisfechas entre adolescentes, quienes comparten sus inquietudes y experiencias, y padecen presiones grupales que incentivan el inicio de las relaciones sexuales a edades tempranas y prácticas riesgosas para el embarazo y las infecciones de transmisión sexual.

Constataron las investigadoras que las creencias erróneas relacionadas con la virilidad, la fidelidad y la estabilidad llevaron a los adolescentes a relaciones sexuales por presión, al cambio frecuente de pareja y a dificultades con la negociación del uso del condón.

Las investigadoras precisan que las determinantes de la fecundidad adolescente pueden fragmentarse en dos grandes bloques: los factores socioeconómicos, culturales, y políticos, que definen el deseo de tener hijos; las condiciones de acceso a los medios anticonceptivos y los patrones de comportamiento sexual y nupcial y, por otra parte, las variables intermedias o determinantes próximos, que son las que influyen mecánicamente sobre la posibilidad de embarazarse y tener finalmente un hijo.

El análisis de las variables intermedias de la fecundidad develó que median cerca de dos años entre la menarquía y la primera relación sexual coital, y como dato relevante se presenta que la mayoría de las adolescentes suelen establecer relaciones fortuitas o en uniones consensuales con hombres mayores entre cinco y diez años, cuyas expectativas acerca de la paternidad pueden precipitar los embarazos en la adolescencia, aun cuando se tuviera conocimiento de los métodos de anticoncepción.

Inolvidable pero con seguridad

«Me da pena contarlo… No porque me arrepienta, sino porque no sé lo que puedan pensar de mí».

—¿Y cuando quisiste hacerlo sentiste pena, inseguridad?

—Un poco, pero siempre quise que mi primera vez fuera inolvidable. Cuando mi novio me lo propuso, hablamos sobre eso y aunque no sabíamos mucho, quisimos probar. Él le preguntó algunas cosas a su hermano y yo hablé con mi mejor amiga, que ya lo había hecho con su novio antes de cumplir sus 15, y al final lo hicimos.

—¿Salió todo bien?

—Más o menos. Nos sentimos bien, pero no quise contárselo a mi mamá. Nadie me obligó, lo hice porque quise hacerlo, pero ella seguro va a decirme que estoy muy chiquita para eso, porque siempre me ve chiquita para todo.

—¿Tú no crees que puede tener razón?

—Mi abuela tuvo su primer hijo con 13 años, así que no estoy tan mal si tuve mi primera vez con 14.

—¿Se protegieron?

—¿Para qué? Él nunca había estado con nadie y también fue mi primera vez. No estamos enfermos.

—¿No pensaron en un posible embarazo?

—Tuve mi primera menstruación hace menos de un año… No creo que hubiera sido posible… ¿O sí?

Y la adolescente, a quien llamaremos Tania, nos miró perpleja. «No, seguro que no se puede salir embarazada así como así. Prefiero pensar que no».

Esa falsa certeza la tuvo Jennifer, una muchacha de 16 años a quien encontramos en un consultorio, esperando para su consulta de rutina. «Tengo 21 semanas, y la verdad es que me sorprendí mucho cuando me descubrieron el embarazo. Lo peor es que no sé bien quién es el papá porque tenía relaciones con dos muchachos a la vez, ya sabes, y con ninguno usaba condón, ni tomaba nada. Sí calculaba los días por el ciclo menstrual, y pensé que así no podía pasar».

María, nombre ficticio de otra entrevistada, asevera a sus 18 años no estar preparada para ser mamá: «No sé casi nada de la maternidad, aunque en el hogar materno nos hablan mucho de eso. Mi familia me apoya y solo me pide que no deje de estudiar», expresó.

Con la experiencia de 21 años atendiendo a embarazadas, Yudith Villavicencio, enfermera jefa de la sala del Hogar Materno en La Fe, localidad de la Isla de la Juventud, apoya el criterio de la poca percepción de riesgo entre las adolescentes. «En sus conversaciones allí la mayoría habla de su pronto regreso a la vida social que tenían antes, y eso es una alerta, pues no se enfocan en el bebé.

«Cuando ingresan su primera reacción es escaparse para sus casas, por eso realizamos actividades culturales y damos charlas educativas sobre el parto, la responsabilidad de ser madre y la lactancia materna. Aquí se les garantiza la dieta según la patología asociada a su embarazo y la instalación tiene todo el confort que necesitan», acotó.

El personal de salud realiza charlas de orientación con sistematicidad con las adolescentes embarazadas, en los hogares maternos. Foto: Roberto Suàrez

Causas de una realidad

Según el primer resultado del proyecto Adolescentes y jóvenes cubanos en los ámbitos de familia y pareja, concluido en febrero de este año por el CESJ, es frecuente que los embarazos en la adolescencia se presenten como un evento no deseado o no planificado con una relación débil de pareja, lo que determina una actitud de rechazo y ocultamiento de su condición por temor a la reacción del grupo familiar, lo que provoca un control prenatal tardío o insuficiente.

«El embarazo irrumpe en la vida de las adolescentes en momentos en que todavía no alcanzan la madurez física y mental, a veces en circunstancias adversas como pueden ser las carencias nutricionales, y en un medio familiar poco receptivo para aceptarlo, acompañarlo y protegerlo», destaca el estudio.

Además apunta que entre las repercusiones psicosociales de un embarazo en esta etapa destaca el hecho de que son jóvenes que aún están estudiando o iniciándose en la vida laboral, por lo que este proceso interfiere en su formación escolar, laboral y como futuros profesionales.

Adicionalmente, la llegada del bebé implica un reto en lo económico, por lo que en muchos casos los jóvenes padres se ven obligados a insertarse de manera prematura en el ámbito laboral con el fin de satisfacer sus necesidades básicas, limitando sus oportunidades de superación y de trabajo futuras.

«También es un reto para las familias, en tanto madres y padres; sobre todo ellas, tendrán que asumir otros roles (abuelidad) para los que tal vez no estén suficientemente preparados. Con frecuencia ocurre una superposición de funciones y aumentan las responsabilidades familiares en el orden de la economía, los abastecimientos, la educación y los cuidados», apunta.

Es importante recordar que una adolescente embarazada se comportará de acuerdo con las características de esa etapa. Es una crisis que se suma a la crisis de la adolescencia, momento en que se adoptan diferentes actitudes, según la historia personal, el contexto familiar y social.

La doctora María del Carmen Hernández, jefa del Programa Materno Infantil (PAMI) en la Isla de la Juventud subrayó que existe debilidad en el trabajo que se realiza sobre el riesgo preconcepcional. «Esto es un problema, no solo para las muchachitas, sino también para la familia, la comunidad, la sociedad y, sobre todo, para la mujer. Aunque están creadas las condiciones desde el punto de vista de la información y la oferta de anticonceptivos, todavía no es suficiente el control», opinó.

Estudios del Cenesex, citados en una investigación desarrollada en el policlínico José Martí, en Santiago de Cuba, con el título Factores que influyen en el embarazo en la adolescencia, revelan que, a pesar de las continuas campañas de prevención, los adolescentes acuden al coito cada vez más temprano, sin los conocimientos suficientes que aseguren una vida sexual equilibrada y responsable.

En el municipio especial, según una reciente investigación sobre la baja percepción del riesgo preconcepcional, los doctores Zunilda García, Leandro Cancio y el licenciado Walfrido Caballero, aseguran que también influye la poca comunicación sobre estos temas en la escuela, el consultorio, el barrio, en la familia, o por los medios de difusión masiva.

La doctora Hernández alega que desde el punto de vista social se deben incrementar las actividades recreativas sanas en las que se promuevan, además, contenidos sobre riesgo preconcepcional en los adolescentes, cómo evitar un embarazo e información sobre la existencia en la red de farmacias de anticonceptivos orales e inyectables.

Señales de alarma

Comenzar las relaciones sexuales a edades cada vez más tempranas, entre los 12 y 13 años de edad como promedio, ha «disparado» señales de alarma entre médicos, enfermeras, funcionarios del Ministerio de Salud Pública (Minsap), e investigadores del Centro de Estudios Demográficos, entre otras entidades del país.

El doctor Gabino Arman Alessandrini, especialista en I grado en Ginecología y funcionario del Departamento Materno Infantil del Minsap, e insiste en que la decisión de iniciar las relaciones sexuales debe acompañarse de sensatez, de una madurez que permita asumirlas con responsabilidad, evitando no solo un embarazo no planificado sino también el posible contagio de una enfermedad.

«Vale destacar que la epitelización adecuada del cuello uterino no se ha completado en la adolescencia y puede producirse una ectopia cervical, es decir, el tejido del interior del cuello sale al exterior. Esa sensibilidad del epitelio trae consigo una elevada vulnerabilidad ante las infecciones de transmisión sexual, frecuentes en muchachas que iniciaron sus relaciones sexuales sin tomar en cuenta las medidas de protección», precisa el también profesor de la Universidad de Ciencias Médicas de Pinar del Río.

Es alarmante la aparición del cáncer cervicouterino en mujeres cada vez más jóvenes, quienes iniciaron sus relaciones sexuales temprano, y no siempre se protegieron, agrega el galeno. «No es hasta cerca de los 20 años que el organismo femenino alcanza la madurez de sus órganos genitales, por lo que un embarazo en esa etapa constituye un alto riesgo para la madre y el bebé, y sigue siendo preocupante la cifra de adolescentes que no lo perciben.

«Las más jóvenes embarazadas se exponen a la prematuridad de sus bebés, a complicaciones obstétricas como la hipertensión arterial y la no contracción del útero, que puede desencadenar hemorragias, en muchos casos. Si, por el contrario, se decide interrumpir el embarazo y debe hacerse a través de un aborto, también se expone a otro grupo de peligros para su vida, perfectamente evitables si hubiera asumido su  sexualidad activa con responsabilidad».

Desde el punto de vista económico la futura mamá tampoco está preparada, aunque la familia y los amigos apoyen, y se afectará psicológicamente, a partir del giro de 180 grados que tomará su vida, añade Arman Alessandrini, quien destaca que «la información oportuna es vital, y no porque hablemos del tema con las adolescentes estaremos contribuyendo a su interés por las relaciones sexuales, pues el fenómeno va más aprisa de lo que queremos y hay que actuar a tiempo».

Aun cuando la prueba citológica se realice a partir de los 25 años, según el cronograma establecido, el especialista recomienda acudir al menos una vez al año a una revisión ginecológica luego de iniciar las relaciones sexuales.

El limitado acceso de los adolescentes a los servicios amigables de Planificación familiar y la todavía insuficiente educación sobre sexualidad, incide en la irresponsabilidad a la hora de iniciar las relaciones sexuales en la adolescencia y, por consiguiente, eleva la vulnerabilidad de este grupo social ante las infecciones de transmisión sexual y un embarazo no planificado.

En tal sentido Arman Alessandrini insiste en que los médicos y enfermeras de la familia son los principales proveedores de servicios de planificación familiar y por lo tanto, deben conocer, promover y respetar los derechos sexuales y reproductivos, incorporar una visión actual sobre los adolescentes no estereotipada, mejorar el acceso a las informaciones y la calidad de atención en salud sexual y reproductiva y disponer de métodos anticonceptivos para disminuir las necesidades insatisfechas en anticoncepción y los embarazos no planeados.

Exhorta a crear y mantener un ambiente amigable para los adolescentes. «Deben ser atendidos con respeto y, en un clima de confidencialidad y cordialidad, recibir toda la información concerniente a los métodos de anticoncepción disponibles y su modo de empleo con el objetivo de que asuman su vida sexual con responsabilidad.

«Los adolescentes pueden recibir en las instituciones hospitalarias toda la información necesaria en torno a sus derechos sexuales y reproductivos, así como de los métodos anticonceptivos disponibles en el país. El personal médico debe respetar su criterio de elegibilidad pues la práctica demuestra que en consonancia con ello, mantendrá su uso de manera disciplinada, y deberá contar con la aprobación de los padres para su suministro, colocación o entrega, si se trata de un dispositivo intrauterino, un implante hormonal y tabletas anticonceptivas, entre otros».

—¿Existe un método de anticoncepción recomendado para los adolescentes?

—El mejor método es el que logre mayor adherencia y, sin dudas, recomendamos la contracepción reversible de larga acción  y mayor efectividad como la proporcionan los implantes de progestágenos, los dispositivos intrauterinos, los hormonales inyectables solo de progestágenos y las píldoras orales de acción combinada.

«La anticoncepción de emergencia es otro método anticonceptivo y no abortivo que se debe ofrecer en la atención primaria de salud, el cual consiste en la ingestión de determinadas tabletas bajo prescripción médica hasta cinco días después del coito y con mayor efectividad en las primeras 72 horas. Nuestros adolescentes deben conocer también su existencia y nuestros especialistas deben divulgar más esta opción de protección.

«Además de emplear alguno de los métodos anticonceptivos ya mencionados se debe instar al adolescente a usar la doble protección. El condón no solo contribuye a evitar un embarazo sino también sirve de barrera contra el contagio de infecciones de transmisión sexual, función que no cumplen los otros métodos de anticoncepción».

El equipo básico de salud debe cumplir con su rol orientador en lo referente a la anticoncepción, sobre todo hacia los adolescentes, agrega el galeno, y en la familia se deben también crear las condiciones para una comunicación abierta con los adolescentes que les permita confiar, preguntar, ser escuchados y apoyados.

La maternidad es una gran responsabilidad para las personas adultas, por eso, tanto Annia como María, pese a contar con el apoyo de sus familiares, aconsejan al resto de las adolescentes que no dejen sus estudios y se protejan en sus relaciones sexuales: «Porque un niño es un gran encargo que no estamos preparadas para asumir», dice María, mientras Annia añade: «Deben pensarlo mejor y no crean en promesas de nadie. Hay que priorizar el futuro, ya habrá tiempo para todo lo demás».

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