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Con el ansia del pueblo encendido

64 años atrás, Cuba toda fue un hervidero de emociones. Y La Habana recibía victoriosa el 8 de enero a aquellos jóvenes barbudos, rebeldes diamantes que con trajes de verdeolivo bajaron de las lomas

Autor:

Juventud Rebelde

Nadie mejor que el Indio Naborí, con su Marcha Triunfal del Ejército Rebelde, para describir la poética epopeya de aquellos primeros días de 1959: «El aire se llena de alegres clamores/. Se cruzan las almas, saludos y besos, / y en todas las tumbas de nobles caídos/ revientan las flores y cantan los huesos/. Pasa un jubiloso ciclón de banderas/ y de brazaletes de azabache y grana. / Mueve el entusiasmo balcones y aceras, / grita desde el marco de cada ventana».

Y es que 64 años atrás, Cuba toda fue un hervidero de emociones. Y La Habana recibía victoriosa el 8 de enero a aquellos jóvenes barbudos, rebeldes diamantes que con trajes de verdeolivo bajaron de las lomas, «vencedores del hambre, la bala y el frío».

«Vienen con el ansia del pueblo encendido. / Vienen con el aire y el amanecer/ y, sencillamente, como el que ha cumplido/ un simple deber», narraba Naborí en su crónica en versos, de la que brotaba la imagen de Fidel, ese «fidelísimo retoño martiano, asombro de América, titán de la hazaña».

Con ese legado histórico como simiente, las nuevas generaciones recordarán hoy la llegada de los barbudos a la capital cubana, porque una vez más, como dijo el poeta: ¡Solo importa Cuba! Solo importa el sueño/ de cambiar la suerte!

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