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Bronce de oro

Este lunes el quinteto cubano de baloncesto femenino se batió de «tú a tú» con el de Brasil y logró una victoria de bronce

Autor:

Norland Rosendo

TORONTO.— Alberto Zabala, el director técnico de la selección femenina de baloncesto de Cuba, siempre dijo que sus muchachas venían a este torneo por una medalla. Como todo entrenador, quería que fuera la de mejor color, pero estaba consciente de que encontraría rivales poderosos, así que una presea, sea cual fuere, era un buen resultado.

Este lunes cumplió las expectativas. Su equipo se batió de «tú a tú» con el quinteto de Brasil y logró una victoria de bronce. Entendí su guiño tras el pitazo final como un «te lo dije».

Otra vez Ineidis Casanova fue más que una jugadora en la cancha; era el ángel del grupo. Dribla con elegancia el balón, vuela de una parte a la otra del tabloncillo. A veces, pareciera que sus compañeras no le adivinan el ritmo, ni el pensamiento. Cuando está en el banco, el movimiento de las cubanas se vuelve monótono, predecible.

En los últimos momentos, con Brasil al acecho, provocó faltas que valieron puntos luego desde la línea de tiros libres. En total aportó 18 unidades, la líder a la ofensiva por las caribeñas.

«Esto es lo máximo, anoche estábamos mal, nos costó recuperarnos de la derrota contra Estados Unidos en el cruce. Pero supimos levantarnos con más ánimo y aquí estamos, con la medalla de bronce», dijo emocionada, sin que el agotamiento por tanta presión hiciera mella en su sonrisa de santiaguera campechana.

Contra Brasil también se plantó bonito la pívot Clenia Noblet. No fueron pocos los empujones que le dieron bajo los aros, pero ella se mantuvo ahí, como un roble, estoica, pura guantanamera, anotando 16 cartones y recogiendo 14 rebotes.

«Este es el premio a tantos meses de entrenamiento. Estaba consciente de que tenía que jugar fuerte, segura, para ayudar al equipo. Estoy contenta, este bronce vale mucho para nosotras», comentó.

Lástima que Yamara Amargo haya tenido tan desajustada la mirilla de su mano zurda desde la larga distancia. Por mucho que lo intentó, el balón no le caía en el aro. No fue, ni por asomo, su mejor torneo.

Para darle más valor a la medalla de bronce, Zabala no tuvo reparos para sentenciar: «Soy ahora el hombre más feliz de la tierra».

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