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Jonrones con un bisturí

Nuestra Serie Nacional debe ganar en calidad. Los pequeños detalles que año tras año cuestan carreras al equipo Cuba son regla y no excepción en nuestros campeonatos domésticos

Autor:

Norland Rosendo

Bajados del tren olímpico en la primera estación posible del clasificatorio continental, podrían hacerse ahora cirugías estéticas para analizar lo sucedido en el torneo, o hundir más el bisturí para hurgar en esencias que tienen relación directa con este resultado, que, lamentablemente, no se sale de la línea de las últimas competencias internacionales.

Podríamos decir, por ejemplo, que una vez más sobró un catcher para una justa tan corta. O que la rotación debió empezar con Yariel Rodríguez, un joven que no por gusto lanza en el segundo mejor béisbol del mundo. O que pedirle a un pitcher de nuestro bullpen que trabaje un inning extra rara vez encontrará un no por respuesta, pero el riesgo es alto, y el terreno lo demostró. O que los fundamentos de juegos son un ABC que, en béisbol moderno o tradicional, cuestan cuando no se ejecutan bien.

Ese equipo hizo su mejor esfuerzo, se entregó en el terreno, quiso voltear la historia, no se dejó amilanar por los pésimos arranques, ni por las ofensas desde las gradas, ni por la presión mediática, y como dijo el Presidente Miguel Díaz-Canel en un tuit: «Al escribir la historia de estos días desafiantes, habrá que dedicar un capítulo a la hombrada del equipo Cuba. Hostigados de modo vil por un puñado de mercenarios, nuestros peloteros han puesto la dignidad en lo más alto. Han hecho más visible la desvergüenza del adversario».

Y hasta el último out de los dos primeros partidos estuvo agarrado al sueño olímpico. Tuvo las victorias que alargarían su vida en la justa al alcance de un swing ambas veces. Trató, incluso, de subirse sobre sus propios hombros para conseguir lo que se sabía difícil.

Pero la no clasificación para la cita estival de Tokio tiene muchas causas fuera de este torneo. Y es hora, como sucede en otros sectores, que sobrevenga una sacudida, pensada, inteligente, seria, osada, con una visión estratégica. No es quitar a Armando Ferrer y a dos o tres atletas porque son viejos.

Nuestra Serie Nacional debe ganar en calidad. Los pequeños detalles que año tras año cuestan carreras al equipo Cuba son regla y no excepción en nuestros campeonatos domésticos.

De un lado hay que promover que se juegue más béisbol, y nada mejor para ello que una serie con 16 conjuntos, pero también se necesita de un torneo élite que concentre la calidad. Sería muy saludable una temporada cubana de béisbol que articule masividad y una liga élite. No es asunto de pedir más dinero, sino de optimizar el uso del disponible y pensar en modelos de gestión que ayuden en ese empeño.

No tendremos todos los recursos ideales, aunque hay voluntad y una estrategia para gestionar buena parte de lo que se necesita para mejorar los entrenamientos, y también hay un pensamiento actualizado con un grupo de técnicos y expertos poniéndole ciencia e innovación al béisbol cubano.

Es hora de sacar de juego todo lo que a lo interno entorpece que le demos una vuelta al marcador para salvar nuestro deporte nacional y exploremos las oportunidades existentes para fortalecer al equipo Cuba. 

Sin embargo, hay otros «peloteros» jugando sucio. Que el Gobierno de Estados Unidos se empecine en mantener congelado el acuerdo entre la Federación Cubana de Béisbol y las Grandes Ligas responde a una operación política diseñada para ponchar la ilusión de un pueblo que ama al béisbol como a sí mismo.

¿Por qué no dejan que nuestros jugadores firmen en la Gran Carpa sin renunciar a su residencia en Cuba? Quieren que nuestra selección siga perdiendo internacionalmente, tratan de sacar el out por un lado muy sensible: su deporte, que es también su cultura; sus emociones, su orgullo.

Sin relaciones normales entre ambos entes deportivos, llegará el próximo Clásico Mundial y nuestro país no podrá convocar a jugadores de MLB, como sí harán los demás participantes. Es igual que ir a un juego con algunas carreras debajo en el marcador, y no es Cuba la que decidió romper el pacto. Hay, detrás de lo deportivo, una artera estrategia política aupada por una batería mediática enfocada en desdibujar la realidad y pintar como «buenos a los malos».

Ahora mismo, en el equipo al preolímpico probablemente hubieran jugado talentos de ligas menores, una opción vedada solamente para los nuestros.

Ante un escenario tan adverso, Cuba necesita seguir insertando jugadores en los circuitos profesionales que están a su alcance y explorar otros mercados, sobre todo asiáticos, por su alta calidad.

También es hora de mejorar las relaciones con los jugadores radicados en el extranjero y que han mostrado públicamente sus deseos de vestir el traje de las cuatro letras sin condicionamientos, solo por sentir el orgullo de representar a su país, a su pueblo.

Que la selección nacional tenga actuaciones mediocres no quiere decir que el béisbol haya muerto en este Archipiélago. En las mejores ligas del mundo sobran ejemplos que confirman que de aquí siguen saliendo peloteros excepcionales, y quienes saben profundamente de este deporte no han dejado de reconocer la calidad de nuestra pelota y de su escuela.

Como el béisbol mismo, busquemos en equipo posibles soluciones para revertir el juego. Viene un largo ciclo olímpico de al menos siete años. Hundamos el bisturí sin miedos, que los jonrones saldrán.

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