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Castillo, de la palabra a la acción

El cumplimiento de su programa demandará al Presidente electo de Perú una actuación valiente y también delicada

Autor:

Marina Menéndez Quintero

Pronto el profesor Pedro Castillo tendrá la oportunidad de convertir la «palabra de maestro» reiteradamente empeñada, en acciones.

Fracasaron, finalmente, las estratagemas de Keiko Fujimori para invalidar el apretado triunfo electoral de su contrincante —200 actas impugnadas, cinco apelaciones y falsas acusaciones de fraude—, y será el humilde profesor de escuela primaria en los lomeríos de Cajamarca quien, como dictaron la mayoría de los votos emitidos hace más de un mes, asuma la presidencia de Perú.

Sin embargo, está claro que no bastarán sus deseos para encauzar, efectivamente, a su país, por los derroteros prometidos.

Para materializar la justicia social que las mayorías esperan deberá repartir mejor las ganancias que ahora se llevan las transnacionales explotando los recursos naturales peruanos, mientras dejan al país sin nada; enfrentar la corrupción que ha salpicado a mandatarios y expresidentes de 20 años a la fecha, y reconstruir los depauperados sistemas de salud y educación al tiempo de maniobrar para mantener el equilibrio fiscal que, según las autoridades salientes, está en orden.

El ministro de Economía del actual gobierno ha anunciado que después del descalabro del 11 por ciento de caída del PIB registrado en 2020, ese índice debe crecer este año, gracias a una inyección estatal por valor de 20 000 millones de dólares que benefició a unas 500 000 empresas.

Entre los muchos mensajes y contactos que la larga espera por el dictamen final le permitió realizar, Castillo ha invitado a quedarse en su puesto al director del Banco Central de la Reserva lo que envió, aún antes de asumir, una señal de estabilidad a los inversores y a los mercados.

De cualquier modo, la realidad que inspira el lienzo pintado por las autoridades actuales, puede no ser tan diáfana.

En un foro virtual a inicios de este mes que examinó el panorama de hoy y divulgó el diario La República, exministros de Economía señalaron la necesidad de políticas públicas que permitan reducir la brecha social y sacar a la gente de la pobreza, «evitando el hambre y reduciendo la anemia»; creación de empleos «para que el crecimiento sea sostenible socialmente»; diversificar las áreas productivas de la economía y, como dijo el actual presidente Francisco Sagasti, invitado especial, procurar crecimiento económico «de calidad».

«Si uno me dijera que voy a crecer al diez por ciento o al  15 por ciento por año y esto va a terminar concentrando la riqueza en pequeños grupos, preferiría crecer al cinco o al cuatro por ciento, pero que el producto de este crecimiento se distribuya de una manera más clara (…) El impacto de la pandemia nos ha desnudado. Cuando se ve el servicio de salud pública que tenemos, es clarísimo que es insuficiente».

Los números en la esfera social desmienten, en efecto, la prometedora visión de las autoridades salientes. Se afirma que hoy pasan hambre cuatro millones de peruanos, el 20 por ciento de la ciudadanía está en la pobreza y casi el 60 por ciento de la población económicamente activa labora en el área informal.

Y está, ciertamente, como primer reto, lograr un mejor manejo del enfrentamiento a la COVID-19, que está provocando crisis en todas partes pero ha sido especialmente dura para los peruanos, con el país en el triste primer lugar de la tasa de muertos por la enfermedad.

La estabilidad

Para algunos analistas, lograr que el país transite por vías tranquilas será la meta primordial, habida cuenta de los escándalos de corrupción que han demovido mandatarios, y remezones sociales como la de noviembre del año pasado, originada en el cese de Martín Vizcarra como presidente por decisión del Congreso, pero que expresó la inconformidad de las personas con la vida nacional.

Justamente, ese es el descontento social que ha acaparado la figura limpia y el discurso transparente de Pedro Castillo, un hombre con casi ninguna trayectoria en la vida política que por eso llega totalmente diáfano a la primera magistratura.

Pudiera preocupar que ese hecho dificulte el hallazgo de los cuadros necesarios para conformar un gabinete afín, toda vez que el partido que lo postuló, Perú Libre, fundado a inicios de los 2000, también es relativamente joven.

No tiene mayoría de diputados en el Parlamento y, ciertamente, como gustan insistir algunos, hereda un país que, si se atiende a la votación, quedó partido en dos por la estrechez reflejada en las urnas.

Sin embargo, ha sido visible el apoyo que le han brindado algunos partidos progresistas, y los días que han mediado entre el ejercicio del sufragio y el dictamen final, han mostrado que Pedro Castillo tiene credibilidad y capacidad para dialogar, pues diversas instituciones locales le abrieron las puertas.

Cuenta, además, con el respaldo del Perú profundo que votó mayoritariamente por él allá en las zonas rurales y apartadas, donde tal vez es más amargo el sabor de la pobreza y hay la decisión de resguardar su proyecto, demostrada en estos largos días con las manifestaciones pacíficas que salvaguardaron la votación popular.

Prometió la redacción de una nueva Constitución que le permitiría refundar, si fuera preciso, el país; renegociar los contratos con las transnacionales y un modelo distinto al libre mercado que ha acabado con casi todo en Perú.

Será una labor valiente y al propio tiempo delicada, que tal vez requiera del mandatario electo ir paso a paso. Los peruanos que creen en él han demostrado que pueden ser enérgicos, pero también pacientes.

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