Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

¡Y hablaron los pueblos!

La firmeza de Cuba propició que el anunciado diálogo entre los representantes de la sociedad civil y los altos funcionarios en la 8va. Cumbre de las Américas culminara en una real y libre tribuna de los de abajo. «¡No pasarán!», dijo el pueblo de la Isla… ¡y los mercenarios no pudieron pasar!

Autor:

Marina Menéndez Quintero

LIMA.— Posiblemente no hubiera aquí otro espacio más abierto y democrático que el propiciado por la firmeza cubana en el anunciado Diálogo de actores sociales y funcionarios de alto nivel, previsto para este jueves en el Foro de la Sociedad Civil.

A la falta de transparencia que cercenaba el ejercicio de la palabra y priorizaba a determinados voceros, denunciada por nuestros representantes un día antes, ahora se sumaban —de nuevo en estos espacios paralelos de la 8va. Cumbre de las Américas— las manipulaciones con que se pretendía dar voz a mercenarios pagados por Washington para atacar a nuestra Isla.

La firmeza de los representantes del pueblo cubano lo impidió y propició, sin que ese fuera el propósito, la apertura de un espacio donde por primera vez en estos foros tuvieron voz los de abajo.

«¡Esta es la democracia verdadera! ¡Vence la cumbre popular!», dijo el joven venezolano cuando subió a la silla que servía de estrado y, en alusión al salón aledaño adonde se había trasladado la desacreditada reunión oficial, aclaraba: «¡Esa no es la Cumbre¡, ¡Venció la Cumbre popular!, !Cumbre popular!».

Sí, aquella fue otra cumbre de los pueblos que no quisieron ver los atildados funcionarios oficiales, el representantes de Washington, ni mucho menos el mismísimo titular de la OEA, Luis Almagro, reconocido como mentiroso en los coros que «saludaron» su intento de intervención, y quien resultó tan abucheado como en la jornada anterior, cuando la emprendió contra Venezuela en el Foro de la Juventud.

Ahora quería dar lecciones de «tolerancia» pero, luego de intentar el breve discurso fallido salió, virtualmente, «a escape» junto a los funcionarios oficiales, mientras la representación de la Isla —secundada por participantes de países como Venezuela, Argentina, Colombia y Bolivia— exigía «¡Fuera los mercenarios!», en alusión a la exigua delegación pagada desde el imperio.

Una enérgica y combativa joven dominicana había antecedido en la palabra al muchacho de la Venezuela bolivariana que, como ella y la docena de conmovidos y sinceros oradores latinoamericanos y caribeños que se sumaron a Cuba, ocuparon «el podio» escoltados por la bandera de la Mayor de las Antillas, y expusieron sus demandas.

Así lo hicieron la señora peruana que defiende el derecho de los inmigrantes, los colombianos afrodescendientes quejosos de que a sus comunidades no acaba de llegar la paz, la muchacha argentina que alertó de la cultura hegemónica que sigue intentando separarnos; el chico peruano defensor de la transexualidad; el panameño solidario con los pueblos enfrentados al imperio…

Todos se convertían en una sola voz, impensada unos minutos antes en aquel espacio, y coreaban: «Y no, y no, y no nos da la gana, de ser una colonia norteamericana!», «¡Alerta, alerta, alerta que camina la espada de Bolívar por América Latina!».

La voz de la sociedad civil cubana

La jornada se había iniciado con el reclamo de la representante cubana, Mirta Brossard, titular de la Oclae, primera en exigir que la minúscula delegación antipatria, defensora del bloqueo y de las agresiones sufridas por más de 60 años por nuestro país a manos de EE. UU., fuera puesta fuera del plenario.

Casi cerca de una hora se mantuvo la exigencia de los cubanos sin que quienes dirigían la reunión prestaran oídos a su demanda, ni dieran la palabra a nuestros representantes.

No tuvieron más, los malos organizadores, que levantar la sesión y, al volver, dar la palabra el embajador de Cuba, Juan Antonio Fernández, quien repitió la postura que ya había adelantado durante el llamado Diálogo Hemisférico celebrado aquí, en Lima, el pasado mes de marzo.

«Cuba no va aceptar la presencia de mercenarios al servicio de una potencia extranjera disfrazados de sociedad civil», reiteró.

«La sociedad civil de Cuba digna y con decoro es esta que se expresa ahí, es la Cuba blanca, negra y mestiza. Son los que viven en nuestras calles y en nuestros barrios. Son los que sueñan y los que enfrentan los obstáculos cotidianos y las carencias que nos impone el criminal bloqueo de Estados Unidos.

«Aquí están —dijo señalando a los representantes cubanos— nuestras glorias deportivas, nuestros intelectuales, eminentes científicos; nuestros jóvenes, hombres y mujeres de pueblo, las iglesias y toda la espiritualidad cubana. Esta es la voz del pueblo, esa es la voz de la sociedad civil».

También habló el representante oficial de Bolivia frente a quienes querían presentar la valedera intransigencia revolucionaria de los cubanos como una intolerancia que practica ese apéndice de Washington que se hace llamar OEA.

«Quiero recordar —expresó el Embajador boliviano— que se rompió con ese principio de tolerancia y no exclusión el día en que se decidió excluir a la hermana República Bolivariana de Venezuela.

«No podemos tener un diálogo entre iguales mientras hay naciones entre nosotros que sufren de medidas unilaterales contra sus pueblos», dijo.

«Si queremos avanzar con el diálogo, acabemos de una vez con las exclusiones (…) Hay que escuchar todas las voces, pero falta una voz aquí: Venezuela no está sola, Cuba no está sola y Bolivia no está sola. Juntos sabremos defender la dignidad de nuestros pueblos. Mientras no tengamos las condiciones básicas para hacerlo, lamentablemente, es difícil tener un diálogo abierto y democrático».

Luego volvería el Embajador de Cuba a hacer uso de la palabra para manifestar la obviedad de que el representante de EE. UU. hablase antes para defender a sus mercenarios.

«En cuanto al diálogo y el respeto, comparto los puntos dichos por Bolivia, afirmó. Esta reunión podría empezar si salen de la sala los mercenarios y terroristas a quienes no vamos a dar legitimidad alguna. Eso no lo han entendido ustedes (…) Y no se puede hablar de democracia ni de respeto cuando hay un desinvitado, cuando no está Venezuela».

Poco después, los altos funcionarios levantaban la sesión, y se iban a hacer su reunión, solos con los coordinadores de las otras coaliciones, en otra sala.

La representación cubana había demostrado la firmeza que describiera el embajador Fernández al concluir su segunda intervención:

«Allí está el pueblo de Cuba —dijo al representante diplomático de EE. UU.— resistiendo su bloqueo de 60 años. Y nos tendrán enfrente con más Revolución. Les guste o no les guste».

Sí, ahí vamos a estar.

Sí, ahí estamos.

En el Foro se le pretendía dar voz a los mercenarios pagados por Washington.

El Embajador cubano tuvo que pedir reiteradamente la palabra.

Ante los oídos sordos a su reclamo, nuestro representante se dirigió a la presidencia.

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