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Recuperación hecha de audacias

Relegitimada la Revolución Bolivariana en el poder, los pasos de su ejecutivo se dirigen ahora a revertir la guerra económica. Tales esfuerzos dejan también al desnudo las falacias de la alegada «crisis humanitaria» proclamada por el CDH de la ONU

 

Autor:

Marina Menéndez Quintero

Mientras el Consejo de Derechos Humanos de la ONU amasaba una injerencista resolución que estipula supuesta ayuda ante lo que alegan es «crisis humanitaria», Caracas sigue dando los pasos correspondientes a una política llena de novedades en su afán de evitar, precisamente, una situación calamitosa que dado el caso, obedecería sobre todo a la agresividad de quienes dicen socorrer al país. En verdad, ellos solo buscan el colapso que propicie la intervención.

Las medidas que se suceden desde la entrada en vigor, a fines de agosto, del llamado Plan de Recuperación, Crecimiento y Prosperidad Económica son consecuentes con los anuncios formulados por el presidente Nicolás Maduro tras su reelección, el 20 de mayo pasado, y están a tono con una coyuntura de asfixia financiera marcada por las incrementadas sanciones de Donald Trump.

Recién reelecto el Jefe de Estado venezolano, dio a conocer que este mandato se enrumbaría hacia dos derroteros puntuales: la profundización del diálogo, algo que ha conseguido prescindiendo de una derecha política que hasta ahora lo saboteó y, el más difícil, poner en orden y hacer avanzar la economía.

De lo innovador y productivo del diálogo desarrollado ahora destacan los encuentros con empresarios de reconocidas firmas comerciales venezolanas. De ese proceso salieron los precios fijos a 25 productos considerados dentro de la canasta básica, los cuales anduvieron a merced del desabastecimiento artificial creado por algunos de esos grandes productores en alianza con la derecha golpista, y de la especulación provocada por la escasez y el acaparamiento.

Fue un triunfo de envergadura poco divulgada, que también habla de la capacidad de persuasión y negociación de un proceso político que ha debido relegitimarse una y otra vez en las urnas, para detener la embestida imperial coludida con los cipayos locales. Por primera vez en mucho tiempo, el ejecutivo bolivariano, agredido desde la primera elección de Maduro en 2013, parece hallar un respiro para gobernar.

Con amplios visos sociales y políticos, los logros de aquel encuentro se insertan también en esto que resulta, efectivamente, vital para la nación: la ansiada recuperación económica, que no solo debe equilibrar las cifras macro, sino facilitar la vida de una población agobiada primero por el desabastecimiento y después por los altos precios, en tanto la moneda nacional, el bolívar, se devaluaba de manera ficticia por los ataques del llamado dólar paralelo, en otra agresión orquestada desde fuera.

Para conseguir enfrentar todo esto que, en conjunto, conforma la guerra económica, el Gobierno ha trazado un ambicioso programa que descuella por pasos poco vistos, como ese que sentó en una misma mesa a funcionarios gubernamentales y empresarios, en el contexto de una economía golpeada también por factores internos, como el hecho de que no se haya logrado aún la diversificación cuya necesidad fue avizorada por Chávez, para que la sobrevivencia de Venezuela deje de ser esclava del petróleo.

…O desangrada igualmente por las constantes erogaciones estatales para un programa social y de protección ciudadana que no tiene igual en el mundo, sin que los bajos precios que ha estado experimentado el barril de crudo logren dotar al país de los necesarios ingresos, y mientras la devaluación provocada del bolívar, hacía estragos.

Nueve líneas de trabajo anunció Maduro al dar a conocer este plan que a toda prisa se instrumenta. Entre ellas, el logro del equilibrio fiscal y el establecimiento de las leyes tributarias, nuevas políticas cambiarias a tenor con la renta petrolera, el anclaje de las tablas de salarios al valor del Petro, la estabilización de los precios conforme al salario; elevar la producción, aumentar los ingresos de divisas, y expandir la criptomoneda venezolana con vista al comercio internacional…

Algunos de esos tópicos ya han recibido las primeras dosis del «remedio» que, paulatinamente, debe ir solventando los  males, aunque algunos observadores foráneos ya estén sacando cuentas en el primer mes, y digan que no se avanza. Hace falta darle un poco de tiempo.

Algunas de las primeras medidas en vigor fueron la reforma del Impuesto al Valor Agregado, los tributos a las grandes transacciones financieras y el impuesto sobre la renta para sujetos pasivos calificados de especiales.

«El que más tiene, más paga; y al que más lo necesita, más lo vamos a ayudar», dijo el vicepresidente del Área Económica, Tareck El Aissami, en una expresión que sintetiza el derrotero de las nuevas legislaciones.

Y entre las decisiones más recientes, suena desde este lunes la consolidación del Petro —primera moneda virtual de un país con respaldo en sus recursos naturales— para su uso en el comercio internacional, al darse a conocer el blockchain o libro contable de esa criptomoneda. Según anunció el Gobierno, desde noviembre los venezolanos también podrán comprar Petros con los bolívares de sus sueldos.

«Más aire» a la economía

Se trata de otra salida tan revolucionaria e inédita como la misma circunstancia que la origina.

Usando el Petro, Venezuela busca prescindir del dólar en sus transacciones financieras y sortear el castigo que le impuso Washington desde agosto del año pasado, cuando el emperador Trump decretó que ninguna empresa estadounidense ni de terceros países asentada allí podría «pagar dividendos al Gobierno de Venezuela», ni transar nueva deuda emitida por ese ejecutivo, ni ejecutar transacciones con «ciertos bonos existentes, propiedad del sector público venezolano», en alusión a Pdvsa, su principal empresa.

En transmisión conjunta de radio y televisión, Maduro fue más allá el lunes, e indicó que «Venezuela debe avanzar aceleradamente en la negociación de todo su petróleo y sus derivados en Petros».

La gasolina será uno de los primeros renglones que deba venderse haciendo uso de la criptomoneda, según señaló, a lo que puede seguir su empleo para la compra-venta de los bienes inmuebles.

Pero otros acontecimientos recientes en materia internacional «dan aire» al propósito venezolano de estabilizar el área económica.

Uno de las más auspiciosas se verifica desde hace varias semanas, cuando el precio internacional del barril de petróleo no solo detuvo su caída sino que logró cotas no vistas desde 2014, con precios que superan ahora los 80 dólares.

Tal alza, que expertos explican a causas geopolíticas multifactoriales, es resultado también, en muy buena medida, del acuerdo adoptado por la Opep y los países productores no miembros a fines del año pasado, para reducir y congelar la producción de modo de estimular lo que esas naciones consideran precios justos.

La decisión, que recibió las presiones de Donald Trump con aquella escandalosa «orden» emitida por Twitter y llevada hasta la ONU para que la Opep bajara los precios, se mantiene vigente pese a sus amenazas.

De algún modo pudiera valorarse que es un logro de Venezuela pues fue ese país, en la persona de Maduro, el promotor del acuerdo, que tuvo los primeros aliados en Rusia y Arabia Saudita. Al menos, el alza la favorece mucho.

Y se suman a las expectativas los 28 nuevos convenios comerciales suscritos con China durante la reciente visita del Jefe de Estado venezolano a ese país: un viaje que siguió abriendo puertas al gigante asiático en Latinoamérica, e impulsa una multipolaridad necesaria. ¡Bienvenida, China!

Falacias y dobles raseros

En medio de este «ajetreo» para sortear la agresión económica y resolver las falencias propias, con un despliegue que ninguna nación desahuciada y hambrienta podría realizar, el Consejo de Derechos Humanos de la ONU aprobó finalmente una resolución llena de dobleces que «exhorta» al Gobierno venezolano a recibir ayuda para paliar la «escasez de alimentos y medicinas», con lo que da por sentado la existencia de una «crisis humanitaria» en el país.

El documento no solo es hipócrita al brindar migajas que solo se usarán «para entrar», mientras calla, sin embargo, el embate de que la nación bolivariana es víctima, principal motivo de los problemas económicos que atraviesa.

Resulta contradictorio. Hace menos de 15 días, un enjundioso informe elaborado in situ por un experto independiente de la Oficina del Alto Comisionado de la ONU para los Derechos Humanos, y divulgado por AVN, negó que en Venezuela existiera crisis humanitaria ni alimentaria.

Por demás, se sabe hace rato lo que las ayudas humanitarias, y las operaciones y misiones de paz, han representado como vía para la injerencia «legal» y hasta bondadosa, bajo la cobija de la ONU. Es lo mismo que se busca ahora.

Un artículo del sitio web Misión Verdad recordaba en junio de 2016 que ese concepto (asistencia humanitaria) aparece sistematizado en los manuales sobre Guerra No Convencional del Pentágono.

Allí, decía el periodista, se le identifica como la fase donde deben ir a parar las acciones de sabotaje económico y político instrumentadas contra la nación victimizada.

Y recordaba entonces las aseveraciones de John Kelly, ex jefe del Comando Sur, cuando confesaba en una entrevista: «Lo que me mantiene despierto en la noche con respecto a Venezuela es que si hay alguna crisis humanitaria importante, es decir, un colapso de la economía al punto de que necesiten desesperadamente alimentos y medicamentos, entonces podríamos reaccionar a eso. Y lo haríamos».

Obviamente, EE.UU. ha entendido que llegó el momento.

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