Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

Vive la adolescencia… y escúchala (III)

Adolescentes de La Habana Vieja se hacen escuchar a través del 2do. Taller virtual Vivir la adolescencia en tiempos de COVID-19. Aquí compartimos el tercer grupo de trabajos

Autor:

Juventud Rebelde

 

Alejandra: Pequeñas batallas

«Mi ensayo aborda distintos aspectos de la violencia como parte de la sociedad, a pesar de nuestros intentos de no verlo, cómo afecta este trato agresivo y algunas situaciones evidentemente marcadas de él. Mi objetivo es hacer entender que la violencia nunca es la vía de solución a nuestros conflictos interpersonales y lo arraigada que está a la sociedad.

«Las personas suelen ocultar su verdadera naturaleza, pero a veces producto del estrés, tensión, traumas, etc, sale a relucir. Esta es expresada de muchas maneras, la mayoría a través de conductas agresivas como insultar, gritar o, en algunos casos, golpear. Todas ellas manifiestan un descontrol de nuestra capacidad de mantener un comportamiento sereno al enfrentar las adversidades y de utilizar el diálogo como vía de solución a las confrontaciones, ya sean interpersonales, labores, entre otras.

«Aquellos que reciben este tipo de maltrato, ya sea porque están en una posición más baja o carecen de la fuerza necesaria para enfrentar al agresor, quedan marcados para toda la vida. Aunque una ofensa pueda verse insignificante, cada persona es diferente, por lo tanto es recibida de diferentes maneras. Algunos pueden hacerle frente y volverse fuertes para superarlo, pero otros caen en un estado de asimilación e inferioridad, del cual es difícil volver a levantarse.

«Lo mismo pasa con los gritos y golpes, ambos sacan nuestro lado más salvaje y desagradable. El dolor de ver a un ser humano, los cuales hemos sido otorgados con el título de la especie más inteligente del planeta, golpeando o gritando a otro como meras bestias, ya que hasta los animales muestran un mayor grado de sensibilidad, es indescriptible.

«Estas heridas son mayores cuando es miembro de nuestra familia el que muestra estas conductas. Recibir consejos, lecciones o críticas con autoridad y calma es mucho más educativo que a través de una violencia insana que sólo promueve un mayor grado de rebeldía, en el caso de los niños y adolescentes.

«Las mujeres que muchas veces son abusadas por sus esposos, y en casos extremos hasta por sus hijos, los cuales siguen el ejemplo de sus padres, sufren una constante y muda servidumbre para complacerlos, esperando no recibir una nueva paliza.

«Es penoso lo hipócrita que es la sociedad tratando de evitar guerras, las cuales sólo son otras muestras de la violencia que siempre tiene su inicio en el hogar. Antes de ganar grandes cruzadas, empecemos por al menos evitar aquellas pequeñas de las cuales nadie se salva y empiezan en todas las familias, son transmitidas a través del odio y pueden ser evitadas por el diálogo y la compresión.

Eydi: La sonrisa de la vida (dib gif)

«Este es un pequeño cuento en el cual una adolescente narra los sucesos ocurridos hace dos años, cuando vivía con su padre. Este solo oprimía a su familia. Después de pasar por una desagradable experiencia, comienza una nueva vida junto a sus abuelos, su madre y hermana. Este escrito deja ver cómo puede separarse una familia que carece de comunicación y comprensión, prevaleciendo la violencia.

«Mi nombre es Elena. Hace dos años que mi madre, mi hermana y yo vinimos a vivir con mis abuelos. La causa de esto fue mi padre. Solíamos regresar las tres juntas de la escuela y el trabajo, respectivamente.

«En cuanto llegábamos a casa, mi padre nos recibía con una feroz mirada, era señal de que debíamos comenzar a trabajar. Mamá iba directamente a la cocina a preparar un festín con tal de complacer los refinados gustos de mi padre. Mi hermana limpiaba la casa prácticamente todos los días, el tiempo restante lo empleaba en estudiar. En mi caso, me tocaba lavar la ropa cada dos días. Esas eran las tareas permanentes de cada una. El resto de las cosas eran distribuidas.

«Un día mamá enfermó y sólo quedamos dos para cumplir con los mandados. Esa noche salí a comprar algo de medicina y licores para papá. Tardé alrededor de una hora. Cuando volví a casa, me dirigí directamente a la cocina para dejar la compra. Era extraño. La casa estaba poseída por un silencio inusual. Preparé la medicina y la llevé a la habitación de mi madre. Estaba tan oscura…

«Si hubiera sabido que la escena que presenciaría en ese momento, me estaría persiguiendo en cada instante, atormentándome en cada sueño, no hubiese encendido la luz ese día. La sangre se esparcia por todo el cuarto, estaba en las paredes, la alfombra, los muebles. Dejé caer la bandeja con los recipientes que traía, el crujir de los cristales puso fin al silencio.

«En el suelo yacía mi madre, apenas viva. Estaba golpeada y su rostro no paraba de sangrar. Mi hermana salió despacio del armario, temblaba de miedo. No era necesario preguntar que había pasado. Estaba muy claro. Llevaron a mamá a un hospital donde se recuperó casi por completo, pues no pudo volver a mover su pierna derecha.

«Cuando la policía revisó la casa, no encontró rastro de mi padre. Por suerte lo atraparon ebrio cerca de un centro comercial dos días más tarde. Mi hermana quedó muy trastornada, pues según su testimonio, papá la obligó a presenciar toda la escena sin poder moverse, sin poder hacer nada. En estos momentos continúa visitando el sicólogo, que puedo afirmar ha sido muy efectivo.

«Poco a poco hemos corregido nuestra vida. Tratando de olvidar esos momentos de tristeza y opresión, tratando de olvidar a papá. En la actualidad está siendo rehabilitado por diversos especialistas, dicen que su meta es recuperar la familia que destruyó. Los abuelos no paran de apoyarnos y enseñarnos el camino correcto, marcado con la sabiduría que deja el paso de los años.

«Hoy puedo decir que soy feliz, no soy capaz de cambiar el pasado, pero puedo decidir mi presente y planear un futuro, junto a los seres que tanto amo, desarrollando mis ideas, ampliando mi cultura, conviviendo con mis amigos y protegiendo lo que considero preciado.

Hayla: No compartas

«Érase una vez una chica que estudiaba en una secundaria básica y estaba aislada de todo lo que era de tecnología, pero un año después de haber cumplido 15 le regalaron un teléfono y se conectó.

«Una vez le escribió un chico llamado Alberto al cual nunca había visto. Ella habló con él durante cuatro meses y luego él le pidió fotos íntimas. Ella se las mandó, pero el chico divulgó su intimidad y ella quedó asombrada de que todo el mundo tenía sus fotos íntimas y luego el chico desapareció. Mi consejo es que no compartan su intimidad».

Yhon Dayson: Momento de felicidad mas foto

«Mi trabajo final se llama momento de felicidad, ya que como a mí me gusta la fotografía y a mi mamá le gusta posar para fotos, en ese momento no hay discusiones, ni peleas, y el tiempo se nos pasa volando».

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