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Olvido de una talla extra

No es la primera vez que aparecen en esta columna quejas de cubanos obesos, acerca de lo que consideran como un soslayamiento de sus anatomías en las confecciones que se venden en la red comercial del país, ya sean importadas o de fabricación nacional.

Pero como nunca hemos recibido una respuesta al respecto del Ministerio de Comercio Interior, al menos persistimos en reivindicar el derecho de nuestros gordos y gordas a vestir con propiedad.

Desde Puerto Angola, en Tarafa, municipio camagüeyano de Nuevitas, escribe dolido Juan R. Castro, porque la talla que él usa «no se consigue ni en los centros espirituales». Así, los excedidos de peso —y no precisamente de pesos— tienen que aventurarse en empresas muy costosas hoy: mandar a hacer toda su indumentaria a costureras particulares.

Confiesa Juan que él actualmente tiene un solo «pantalón de salir» —como se dice en buen cubano—, y ya está bastante pasadito. ¿Tendrá que recluirse en su vivienda?

Lo paradójico es que, según el remitente, en los años más «necesitados» del período especial, aún existía una tienda para tallas extra, donde ellos se inscribían y podían adquirir ropa de calidad decorosa. Gordo lío este, de olvidar a los gordos...

La segunda historia de hoy es de una decepción, y la envía el joven Henry Moya Bombino, residente en calle Tania la Guerrillera número 11ª, entre Amistad y Jesús Menéndez, en Manicaragua, provincia de Villa Clara.

Cuenta Henry que después de someterse a un proceso que demoró 19 meses en el Departamento de Selección u Oficina de Empleo Centro Gaviota S.A., en Caibarién, el pasado 13 de octubre le enviaron dos documentos:

«Modelo 1: Grupo de Recursos Humanos. Oficina de Empleo Centro Gaviota S.A. Apto para ocupar el puesto de trabajo Capitán de Servicios Gastronómicos en Instalaciones Turísticas, más un examen médico actualizado a nombre de Henry Moya Bombino. Modelo 2: Constancia de actualización en el Registro Militar. A ellos adicionar baja autorizada del centro de trabajo y dos fotos».

Feliz, Henry se dirigió el 16 de octubre al Departamento de Selección u Oficina de Empleo Centro Gaviota S.A., Caibarién, Villa Clara, «con los documentos solicitados resueltos prontamente por mi parte», refiere.

Y al llegar allí, asegura, «la jefa de departamento, sin responder a mi saludo, expresó: “¿Y a ti quién te mandó a buscar?”».

Recuerda Henry que él le mostró los documentos solicitados. Ella, sin mirarlos, procedió a buscar el listado de selección, y tachó el nombre del joven, alegando: «“¡Esto es un error!” Y le orientaba a otra empleada: “¡Dale los papeles para que se vaya!”».

Lo sufrió, asegura, «cuando lo que establece el proceso es pasar el expediente al departamento de Recursos Humanos para que proceda a elaborar el contrato de trabajo».

De esta historia concluye el joven que «el proceso carece de total justeza y transparencia. Han lacerado mis valores humanos, que no he comprado ni he pedido prestados en una esquina; los he cultivado con dignidad, decoro y vergüenza a través de una trayectoria estudiantil, laboral y política. No entiendo que después de tantas verificaciones que realiza la oficina, y a la hora ya de firmar el contrato de trabajo, sucedan estas cosas».

La tercera misiva la envía Normando Hernández, destacado narrador deportivo de la emisora CMHW, de Villa Clara, y vecino de Edificio 12 Plantas (Viejo), cuarto piso, apartamento I, en el reparto Sandino de la ciudad de Santa Clara.

Normando es hipertenso, y narra las vicisitudes de quienes tienen ese padecimiento para adquirir el Enalapril, aun con la garantía del tarjetón famoso. Él ha intentado averiguar en el territorio qué sucede, y le señalan que «hay baja cobertura».

El remitente conoce que el medicamento comenzó a producirse en Cuba, y también sabe que ahora se está importando el mismo. Normando quiere, sencillamente, conocer por qué el Enalapril «se ha convertido en algo tan difícil de alcanzar, como un título nacional de pelota para Villa Clara en los últimos tiempos».

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