Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

Pobres caballos…

Caridad González me escribe muy preocupada desde Ciudad Pesquera, número 26, en la localidad villaclareña de Caibarién. Ella observa una práctica cruel que ha tomado auge entre no pocos cocheros de su pueblo: el maltrato a los caballos. Lo califica ya de «insufrible», y sentencia que esos excesos degradan humanamente a quien los ejercita en las pobres bestias. «Están matando a los caballos poco a poco, a fuerza de golpes, de hacerles pasar hambre y sed mientras los hacen trabajar horas y horas sin descanso. Los recargan con demasiadas personas, o demasiada carga de materiales de construcción o basura... Casi a diario presenciamos las brutales golpizas que les dan sus dueños, hasta sacarles sangre o quebrarles algún hueso... Nadie hace nada al respecto. No basta con suspender la licencia por un tiempo al dueño del animal, o cobrarle una multa, pues luego esas personas siguen ”acabando” con él. Decomisarles el caballo sería la solución perfecta, pues de esa forma cortamos el mal de raíz», afirma Caridad.

Se oponen los vecinos: Desde calle Invasión número 45, esquina a Céspedes, en Yaguajay, provincia de Sancti Spíritus, Alfredo Chávez denuncia en nombre de los vecinos la construcción de un tanque séptico o fosa del policlínico municipal que está a solo diez metros de su vivienda. Tanto él como los demás pobladores felicitan las inversiones para la salud que se ejecutan en el territorio, pero consideran que es inapropiado el sitio escogido para dicho tanque, y debe estar alejado de las casas. Allí bate la brisa y empuja toda la pestilencia y toxicidad hacia los vecinos más cercanos. Es un foco infeccioso no hermético. «La construcción ha comenzado, hay tiempo para analizar y planificar otro lugar apropiado», refiere Alfredo.

¿Será posible...?: Concepción Martínez Incháustegui vive hace 17 años en el edificio marcado con el número 4407, en la avenida 19, entre 44 y 46, en el municipio capitalino de Playa. Ese inmueble lo construyó la microbrigada de los trabajadores de la Asamblea Nacional del Poder Popular, y entonces laboraba en esa dependencia. Para esa fecha, en los bajos instalaron una ferretería, pero más tarde convirtieron aquel local en una unidad gastronómica abierta las 24 horas, cuyo menú incluía «borracheras, broncas, música altísima, y para qué cansarte». Tanto lucharon los vecinos con denuncias a la Dirección de Comercio y Gastronomía, la PNR, y en las asambleas de rendición de cuentas, que lograron al fin que ese expendio cerrara a las diez de la noche. Pero poco tiempo después, y al costado del edificio, en un portal anexo a la entrada del mismo, instalaron uno de esos quioscos tan frecuentes hoy en la ciudad, abierto las 24 horas del día con bebidas alcohólicas, entre otros artículos. «Comenzó de nuevo la odisea, subraya Concepción. Broncas, palabras obscenas y agresivas hacia los vecinos más afectados, que les llamamos la atención en horas de la madrugada. Hemos vuelto de nuevo a la lucha. Pero nada se ha resuelto. Anoche me desperté a las dos de la mañana por el escándalo y no pude dormir más. Aquí te escribo, desde mi puesto de trabajo y con 70 años, y ese elemento perturbador seguro que está ahora descansando la orgía de anoche. ¿Es justo? ¿Quién me oirá?».

Gracias: Solo eso quiere transmitirle Rosalina García al personal médico, enfermeras y demás trabajadores del salón donde se hacen las interrupciones de embarazo del hospital materno provincial de esa ciudad. El 7 de febrero pasado ella presenció como médicos, enfermeras y camilleros ofrecían sus cuidados a las pacientes. «A todas les regalaban palabras de consuelo y con ellas tenían gestos de ayuda muy familiares. En especial felicito a la recepcionista del salón, porque impone respeto, seriedad, y se preocupa, con amor todo el tiempo, de tranquilizar a los familiares y brindarles información sobre las pacientes. Y a estas, les hace saber que allí están sus familiares, preguntando por ellas, lo cual las hace sentir protegidas. También destaco en especial a la enfermera Gipsy Cruz, que reparte atenciones y cuidados de manera constante, en un momento tan difícil para una mujer», concluye Rosalina.

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