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Un hallazgo bajo la lluvia

Caía un diluvio sobre la ciudad de Santa Clara la noche del pasado 22 de junio, y en la casa de Toscano 61, entre Independencia y Real, Ángel Cordero sufría al sentir la tensión que embargaba a su hijo. Un extravío de esa consideración le podía costar caro al muchacho. Ojalá apareciera, meditaba…

Pero el padre no tenía mucha esperanza, a pesar de que habían ido por la tarde a la emisora CMHW, para que en el programa Entérese, de facilitación social, difundieran la pérdida de aquellos documentos.

Ese día, el joven había ido a actualizar asuntos del transporte de su empresa, a las oficinas donde se tramitan las licencias de conducción. Y al concluir, dejó olvidado en un banco del local el portafolios que contenía, entre otros documentos, la licencia operativa, de circulación y el certificado de un camión vinculado directamente a la producción.

Al llegar a su empresa y percatarse de la ausencia, el muchacho retornó tembloroso y bañado en sudor al sitio. Pero ya el portadocumentos no estaba. Nadie lo había devuelto. Implicaba volver a tramitar de nuevo toda la documentación, y cómo reaccionarían sus superiores…

Por eso Ángel escondía su aprensión aquella noche lluviosa; sí, porque los padres asumen los problemas de los hijos. Casi se los arrebatan. Claro que sería duro, pensaba. No albergaba esperanza de que aparecieran. Hay gente muy mala en este mundo, sí. Una vez a él se le perdieron los papeles del carro que conducía y su propia documentación personal. Y quien debe haberlos encontrado, no fue capaz de al menos dejarlos en la CMHW, o en un banco del parque Vidal… Hay gente sin corazón en este mundo, pensaba Ángel cuando tocaron, bajo aquel diluvio…

En la puerta, una capa inmensa dejaba ver a medias, como un espectro, el rostro de un joven que había cruzado la ciudad en bicicleta para llevarles el portadocumentos intacto. Apenas pudieron agradecerle. Lo invitaron a pasar y rehusó desde las sombras. Ángel le preguntó el nombre para revelarlo públicamente, pero el desconocido dijo que no era necesario. Y se fue bajo la lluvia.

Ángel me escribe porque está convencido de que aquello no fue una aparición en una noche de tormenta. Y porque tiene la fe de que el trashumante de aquel golpe de agua lo va a leer, aunque nunca jamás vuelva a encontrarle…

Esperando por acueducto

La historia siguiente es muestra de cómo muchas veces el ciudadano hace sus reclamaciones en los estamentos pertinentes, de manera gradual y ascendente, para al final cargar con su problema y sin ninguna solución.

En la localidad matancera de Jovellanos, avenida 18 No. 928 A, entre 9 y 11, Irma Rosario García aguarda aún porque la Dirección Municipal de Acueducto y Alcantarillado le restablezca el servicio de agua que le suprimió, cuando en el primer semestre de 2010 esa entidad hizo dos trabajos en la conductora principal:

El primero para abastecer una cuadra, en avenida 16-A, que presentaba problemas con el suministro. El segundo, para que el frigorífico, situado frente a casa de Irma, tuviera suficiente agua con que enfrentar un escape de amoníaco. Pero cuando terminaron, Irma no recibió más el servicio.

Fue a la Dirección Municipal de Acueducto y Alcantarillado varias veces, y solo hubo excusas y promesas. Expuso su problema en el Gobierno municipal, y aunque fue varias veces atendida, no ha obtenido aún respuesta. De hecho, Acueducto allí no tiene compresor propio, y debe gestionarlo en otras instancias.

En octubre de 2010, escribió a la Dirección Provincial de Acueducto y Alcantarillado en Matanzas. En febrero de 2011 accedió a un despacho con el Director Provincial, quien la atendió muy bien; todo pintaba que se solucionaría en breve. Pero no fue así. Irma siguió llamando a la funcionaria de Atención a la Población.

La lectora no comprende por qué se han realizado varios trabajos con compresor en las cercanías de su casa y no se atendió su situación, y señala finalmente que la Dirección Municipal de Acueducto y Alcantarillado solo le dejó algunos metros de manguera y el mensaje de que la tubería cortada, cuando se hizo el trabajo de la avenida 16-A, no puede ser reinstalada.

En mayo pasado, Irma se quejó al Gobierno Provincial, y después fue citada a la oficina comercial de Acueducto en Jovellanos. Allí recibió la misma respuesta: tiene que seguir esperando por un compresor.

Ella pregunta cuánto tiempo tiene una entidad para resolver un problema que la misma creó y que, además, no ha permanecido oculto ni en silencio.

 

 

 

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