Cada 7 de diciembre Cuba vive un día para la Patria; una jornada en la que el tributo es acicate y reverencia al espíritu batallador y la hidalguía del pueblo cubano.
¡Derechos humanos! Qué término tan contundente, justo y, a la vez, vilipendiado en este mundo de falsos argumentos y a la sobra determinante de unos pocos «ricos con derechos». El término, quizá, sea uno de los más usados si de discursos y pasarelas políticas hablamos. «Defender los derechos humanos» es un eslogan que, dentro del capitalismo abrupto y desbordado, muchos repiten con la dicha hipócrita que burla sin piedad la coherencia.
Muchas personas de mi generación crecimos con el sueño noble de ver desde cerca a Fidel, tal vez hasta de saludarlo. Muchos lo lograron y otros nunca lo hicimos, aunque estuvimos siempre al tanto de sus discursos, sus largas intervenciones por televisión o radio.
Nuestros abuelos nos hacían anécdotas. Nos hablaban de ese hombre que lograba hasta lo aparentemente i...
Debemos repetirlo hoy, aunque muchos sigan cayendo en el error: no se llamaba Carlos Juan, sino Juan Carlos. Pero él, ya bien maduro, quiso firmarse Carlos J, para diferenciarse de su hijo, Carlos Eduardo, quien también era médico.
Le pedí, en un arresto, que me dejara ver la casa, subir al segundo piso. No dejaba de mirar al enorme espejo que recortaba mi figura, como buscando una puerta secreta. Había usado el mejor tono, eso creo; pero la anciana usó el suyo y arguyó que eran sus aposentos privados. Con elegancia, con decisión, me detuvo.
Más de una vez los he escuchado decir después de salir del agua: «¡Oiga, qué frío!» o «qué cantidad de jejenes y mosquitos» o «si para nosotros es difícil, cómo debe haber sido para ellos, que cruzaron esto a pulmón».
En los primeros días de la villa la vereda estaba sombreada de altos pinos, pero con el tiempo, el suave crepitar de las ramas había ido desapareciendo y el sol se enseñoreaba en los caminantes y el polvo.