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Split… ¿y el cable?

Amarilys Ruiz Martín (Águila 114, entre Colón y Trocadero, Centro Habana, La Habana) cuenta que, ante las nuevas facilidades para comprar equipos electrodomésticos mediante tarjeta en moneda libremente convertible, ella y su esposo adquirieron un split en la tienda Nela, en La Habana Vieja.

«Qué felicidad, pensé, ahora sí vamos a dormir bien. Pero ahora viene lo “bueno”: El cable Royal Cord para hacer la instalación no aparece en las tiendas en CUC, y cuando entras a internet los revendedores lo tienen a 50 CUP el metro. Nosotros necesitamos 50 metros, que equivalen a 2 500 CUP.

«El problema es que cuando van a sacar el cable, los revendedores, con su espectacular red de información, con todo el tiempo del mundo porque no trabajan, van para las tiendas y los compran al por mayor.

«Y en las tiendas, que no les interesa poner límite de venta porque quieren salir rápido de ese producto que es pan caliente (...), les da lo mismo vender 30 metros que 3 000. Entonces, lo que les cuesta a ellos 0.95 cuc, nos cuesta a nosotros 2.00 cuc. Es un negocio redondo: le están sacando 1.05 cuc. Más de lo que les costó.

«Si el objetivo del Estado ha sido tan noble, siempre pensando en la mejoría del pueblo, ¿por qué lo echan a perder personas así?, ¿por qué les seguimos dando vida a los revendedores? Estamos pensando en  vender el split y seguir con los ventiladores», concluye Amarilys.

Una muestra más de cómo, ante el desbalance de la oferta con respecto a la demanda, los revendedores siguen extendiendo sus tentáculos, haciéndonos la vida mucho más cara de lo que de por sí es, con la complicidad de unos y  la indiferencia de otros. Y, por cierto, ¿esas tiendas que venden en MLC no podrían ofertar también el cable Royal Cord controladamente, por supuesto? ¿Habrá que resignarse?

Como un equipo

«Me siento tratado como un equipo, que cuando termina su vida útil lo desechan y lo tiran a un lado», dice Juan Mario Borges Pérez, quien a los 65 años, cuando ha trabajado toda una vida, no ve llegar su jubilación por irresponsabilidades y dilaciones.

Juan Mario, quien vive en Calle 8 no. 1515, Caibarién, Villa Clara, recuenta que tras laborar en otros sitios, en 2001 comenzó a trabajar en la Empresa Integral Agropecuaria de Caibarién, la cual dejó de existir en 2011, y él pasó a ser personal de la Empresa Agropecuaria de Remedios, hasta que en 2014 se integra a la UBPC Liberación, de Caibarién.

En octubre de 2018 pidió su expediente laboral en Recursos Humanos de la UBPC, para revisarlo con vistas a    solicitar su jubilación. Y Aliusca, quien lleva los expedientes, detectó un vacío de años entre 2001 y 2005.

Así, Juan Mario se presentó ante el jefe de Recursos Humanos de la Empresa Agropecuaria de Remedios, Orlando, quien, tras revisar su expediente, le solicitó que Aliusca lo llamara para decirle qué hacer en ese caso.

El 15 de noviembre el trabajador entregó a Aliusca el expediente, con las recomendaciones de Orlando. Y el 20 de febrero de 2019, cuando cumplió 65 años, hizo su solicitud oficial de jubilación. Fue cuando descubrió que Aliusca no había hecho nada, alegando que no había podido contactar con Orlando.

«Así ha sido en todos los meses hasta mayo pasado, cuando solicité reunión con el presidente de la UBPC, y que estuvieran presentes el sindicato y Aliusca, para ventilar el porqué de la demora y la vaga respuesta que me daba la compañera», expresa.

Refiere Juan Mario que al concluir esa reunión, el presidente de la UBPC le comunicó a Aliusca que tenía que solucionar el asunto, y presentar la jubilación del trabajador. Y en esa misma situación de espera continúa.

«Creo que no estoy pidiendo un favor, expresa, si no el derecho que da el Estado. Y la UBPC tiene que exigir a Aliusca para que yo pueda disfrutar mi jubilación ¿Quién paga los meses que pierdo por demoras y negligencias?».

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