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Patricia Cáceres

Detrás de la ciencia

WT1190F: tráfico en el cosmos

Un gran trozo de metal impactará la Tierra en el transcurso del día de hoy. Pero no hay que alarmarse (al menos por esta vez). Los expertos calculan que gran parte del objeto se quemará al entrar a la atmósfera, y que caerá cerca del océano Índico, al sur de Sri Lanka, a kilómetros de cualquier zona habitada.

Al momento de este reporte estaba viajando hacia nuestro planeta, atraído por la gravedad. Su trayectoria indicaba que ingresaría en la atmósfera terrestre este viernes a las 11:49 de la mañana, hora local de Sri Lanka.

Biografía de un objeto perdido

El fragmento, bautizado como WT1190F, fue detectado por el Catalina Sky Survey, un programa basado en la Universidad de Arizona de Estados Unidos cuya misión es descubrir asteroides y cometas que pasan cerca de la Tierra.

Estudios de la espectrometría o comportamiento de la luz sugieren que es posible que se trate de un objeto artificial. Mide entre uno y dos metros, lo cual lo ubica en la categoría de «objetos grandes» de chatarra espacial, que incluye todos los que tienen más de diez centímetros de diámetro.

Un rasgo atípico de la masa de hierro es que parece tener una densidad de 0,1 gramos por centímetro cúbico, mucho más baja que la de los cometas y los asteroides. Ello indica que «puede ser una cáscara vacía», declaró en un comunicado Detlef Koschny, responsable del área de Objetos Próximos a la Tierra de la Agencia Espacial Europea (ESA). Esto invita a pensar que procede de un tanque de combustible de algún cohete o de algún objeto similar.

Según expertos, se trataría de una parte de un cohete o de paneles perdidos por una reciente misión a la Luna, aunque no descartan que los escombros daten de hace varias décadas, incluso de la era del programa Apolo, que incluyó la llegada a nuestro satélite natural en 1969 y que finalizó a mediados de la década siguiente.

«Es un objeto artificial, una pieza perdida de la historia espacial que ha regresado», comentó a la revista Nature Jonathan McDowell, astrofísico del Centro Harvard-Smithsonian para Astrofísica, en Cambridge, Massachusetts.

La llegada a la Tierra del WT1190F promete ser un fenómeno bello de observar, ya que por unos instantes el firmamento se tornará brillante. Pero será sobre todo una gran oportunidad para mejorar los modelos orbitales y las herramientas para predecir el ingreso de objetos a la Tierra y ampliar nuestro conocimiento sobre cómo reaccionan al atravesar la atmósfera, refieren los científicos.

Asimismo, servirá para poner a prueba los planes de acción en el caso de que un fragmento potencialmente peligroso se acerque a nuestro planeta y mitigar o reducir el riesgo de pérdidas de vidas en caso de un eventual impacto.

La trayectoria de WT1190F indicaba que ingresaría en la atmósfera terrestre este viernes a las 11:49 de la mañana, hora local de Sri Lanka. Foto: Ecuavisa.com

Más rápido que una bala

La Agencia Aeroespacial de Estados Unidos (NASA) calcula que hay más de 20 000 piezas mayores que una pelota de béisbol girando alrededor de la Tierra y muchos millones de fragmentos tan pequeños que no se pueden seguir.

Estos últimos son los que más preocupan a los científicos e ingenieros espaciales, según reconoce un informe de la Agencia Espacial Europea, porque al ser demasiado pequeños y numerosos es casi imposible rastrearlos de manera individual. Algunos de estos viajan a velocidades de entre 29 000 y 50 000 kilómetros por hora, o sea, casi diez veces más rápido que una bala.

Su número además se va incrementando con el tiempo, pues cada vez que colisionan entre sí o lo hacen con algo más grande, se fragmentan en piezas más pequeñas.

Los satélites de seguimiento de estos desperdicios astronáuticos solo captan objetos que superan al menos los diez centímetros de diámetro. Una simple interacción entre dos de estos cuerpos los puede sacar de órbita y provocar que sean atraídos por la gravedad terrestre.

Si el cuerpo fuera muy grande, la fricción al atravesar las diferentes capas de la atmósfera podría no desintegrarlo completamente, colisionando en cualquier punto del Mapamundi.

Aunque se trata de un fenómeno extremadamente raro, la NASA recuerda que desde 1958 hasta la fecha se han registrado más de 60 casos de fragmentos de residuos espaciales que han caído a la Tierra.

Uno de los incidentes más conocidos ocurrió en 1977, cuando el depósito de un cohete Delta, de más de 200 kilogramos, se estrelló a apenas 50 metros de una granja de Texas, Estados Unidos.

Poco tiempo después, en 1979, la historia se repitió con la caída del laboratorio espacial Skylab, dejando 20 toneladas de desperdicios entre el océano Índico y Australia. Algo similar ocurrió con la explosión de los transbordadores espaciales Challenger y Columbia, en 1986 y 2003, respectivamente, que dejaron decenas de toneladas dispersas por el planeta.

Hace apenas unos días, un objeto metálico de cuatro metros de longitud, parcialmente calcinado, fue encontrado en Elda, Comunidad Valenciana de España, y parece ser parte de un satélite artificial.

De confirmarse, esta sería la tercera ocasión en el presente mes que se detectan en el este de ese país objetos provenientes del espacio, luego del hallazgo de dos esferas de entre 60 y 70 centímetros de diámetro y de 15 a 20 kilos de peso en la vecina comunidad de Murcia.

Pero el tráfico cósmico de piezas de chatarra no solo supone una amenaza para la superficie terrestre, sino para los propios satélites y naves tripuladas. Basta con saber que uno de estos fragmentos, del tamaño de un destornillador, es capaz de destrozar un satélite completo. Los astronautas de la Estación Espacial Internacional (EEI) en varias ocasiones han debido maniobrar o evacuarse a los cohetes de emergencia para evitar las colisiones con diferentes trastos.

Arpón electromagnético

Muchas han sido las propuestas hechas por la comunidad científica internacional para «cazar» la chatarra cósmica. Se ha hablado de redes especiales, lanzamiento de misiles… Ninguna, hasta el momento, es efectiva ni se ha hecho viable.

El país que ha estado más cerca de la solución es Japón, que tiene previsto lanzar en 2019 una especie de satélite arpón para atraer electromagnéticamente a los cuerpos de menor tamaño.

Al parecer, en un primer momento se reduciría la velocidad a la que estos orbitan, y luego serían impulsados hacia la atmósfera terrestre para que se desintegren.

Las autoridades japonesas planean lanzar el sistema en colaboración con Estados Unidos, e incluirá operaciones de radar y telescopios.

Por otra parte, la Organización de Naciones Unidas ya ha convocado a varias reuniones sobre el tema, pues este fenómeno podría generar a mediano plazo graves dificultades en los sistemas de comunicación y climatológicos.

Mientras tanto usted, querido lector, de vez en cuando vigile el cielo. Quién sabe lo que pueda aparecer sobre nuestras cabezas.

Desde 1958 hasta la fecha se han registrado más de 60 casos de fragmentos de residuos espaciales que han caído a la Tierra. Foto: 20minutos

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