Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

La Lupe

La Lupe, esa canción con aire de ranchera que se considera una joya de la creación musical de la Isla, fue escrita en México, por el cubano Juan Almeida Bosque en vísperas de su regreso a Cuba a bordo del yate Granma, como parte de la expedición comandada por Fidel Castro para iniciar en las montañas la lucha armada contra la tiranía de Fulgencio Batista. La pieza, que su autor clasificó como un bolero y que en la partitura original lleva el título de Guadalupe,al que se añade entre paréntesis La Lupe, es una canción de amor y también un homenaje a la mujer mexicana que acogió en su exilio a los futuros integrantes del Ejército Rebelde mientras hacían su entrenamiento guerrillero. Y es asimismo testimonio de devoción por la Virgen de Guadalupe, patrona de México.

 

Ya me voy de tu tierra,

mexicana bonita,

bondadosa y gentil,

y lo hago emocionado

como si en ella quedara

Un pedazo de mí.

Ya me voy, linda Lupe,

y me llevo contigo

un rayito de luz

que me dieron tus ojos,

virgen guadalupana,

la tarde en que te vi.

 

Juan, ¿te vas?

Almeida conoció a Guadalupe una tarde en el Bosque de Chapultepec. La muchacha, quien iba acompañada por su hermana, deslumbró al cubano. Fue un flechazo que inició un romance llamado a no vivir mucho tiempo. Corría ya el año de 1956 y Almeida, como parte de las huestes de Fidel Castro, debía regresar a Cuba. Era uno de los históricos de aquella gesta. Tres años antes, el 26 de julio de 1953, había acompañado al Jefe de la Revolución en su intento de apoderarse del cuartel Moncada, en Santiago de Cuba, y sufrió prisión junto a él. En esos días, en México, Fidel proclamaba la voluntad de los suyos de ser «libres o mártires» antes de que concluyera el año. Decía además: «Si salgo, llego; si llego, entro; si entro, triunfo».

El yate Granma sale del puerto de Tuxpan con destino a Cuba a fines de noviembre. Antes, en un día no precisado de ese mismo mes, Almeida y la muchacha se encuentran en el templo de la Virgen de Guadalupe. Es la hora de la despedida.

—¿Qué le has pedido a la Virgen? —pregunta ella.

—Nada… ¿Y tú?

—He pedido por ti, porque siempre todo te salga bien.

—Pues ya eso es bastante.

—Juan, ¿te vas? —a la pregunta de Guadalupe siguió un largo silencio.

—Sí, nos estamos preparando.

—¿Cuándo?

—No sé, pronto. Hemos dicho que volveremos este año a Cuba y ya se está cumpliendo el plazo.

—¿Escribirás?

—Sí, tan pronto pueda.

—Eso me consuela. Todo saldrá bien, se lo pedí a la Virgen. Te comprendo. Entiendo el camino que has elegido y me gustaría acompañarte. Sé que es tu vida. Te admiro. Te quiero.

Escribía Juan Almeida años después: «Ese deseo sublime que quise que fuere indeleble, agarrarlo, grabarlo, escribirlo para que no se fuera como el viento o el agua. Decirle: Ya me voy de tu tierra,/ mexicana bonita, y decir todo lo que siento por México, pero hay algo más fuerte que me llama a gritos: el deber para con mi patria».

 

Golondrina sin nido

era yo en el camino

cuando te conocí.

Tú me abriste tu pecho

con amor bien sentido,

yo me anidé en ti.

Y ahora que me alejo

para el deber cumplir

Que mi tierra me llama

a vencer o a morir,

no me olvides Lupita

Acuérdate de mí.

Como Amelita, nadie

Los versos viajan a Cuba con su autor. Durante la travesía marítima, el papel donde se escribieron se moja y deteriora. Hay mal tiempo. Uno de los expedicionarios cae al agua y Fidel ordena que el barco detenga la marcha para rescatarlo, lo que consiguen. Llegan al fin a las costas cubanas, desembarcan en la playa de Las Coloradas. El ejército y la aviación de la tiranía persiguen a los expedicionarios, que se dispersan tras el combate de Alegría de Pío. Los instan a la rendición. «Aquí no se rinde nadie, cojo...», responde Almeida. De los 82 hombres llegados en el Granma, solo un puñado se reagrupa al cabo de los días, es el núcleo inicial del Ejército Rebelde. Ya en la Sierra Maestra, Almeida reconstruye la letra de La Lupe. Fidel no demorará en ascenderlo a Comandante, el grado más alto del Ejército Rebelde, y confiarle la jefatura del III Frente de guerra. Sus compañeros se saben La Lupe de memoria.

Triunfa la Revolución, el 1ro. de enero de 1959. El comandante Juan Almeida asume el mando del importante campamento de Managua, en las afueras de La Habana. Hasta allí, con machacona insistencia, llegaba, una semana sí y la otra también, la cantante Amelita Frades. Nada con la música ni el arte tenían que ver aquellas visitas. Acudía en un empeño que ya le iba pareciendo inútil: cobrar los honorarios por los muebles cuya confección había encargado la jefatura del campamento a la carpintería propiedad de su esposo y cuyo pago quedó pendiente al desplomarse el Gobierno de Batista. Los oficiales rebeldes a los que reclamaba la liquidación del negocio, daban largas al asunto. En definitiva, decían, era cosa del Ejército derrotado y nada tenía que ver con ello  el nuevo Ejército.

Cansada de dilaciones y evasivas, Amelita pidió ver al Comandante Almeida. El militar escuchó a la mujer, comprendió la justeza de su pedido y ordenó que se le liquidase lo suyo de inmediato. Claro que él la conocía, la había escuchado mucho por radio. Sabía que cantó con la orquesta de Arcaño y sus Maravillas y luego con la de Obdulio Morales, y que estuvo en México de gira en 1956, en los días de su exilio.

—Mire qué cosa… yo escribo canciones —se atrevió a confesar Almeida, y Amelita se interesó por conocerlas.

—Bueno, tengo escritas las letras, no la música… La música la memorizo. De ellas, hay una que me gustaría que usted valorara. Se titula La Lupe y la escribí en México hace tres años.

Almeida silbó la melodía y el pianista Enrique Lasaga la transcribió. Amelita Frades aprendió la letra y cantó la pieza en un programa de Radio Progreso. Enseguida la difundió CMQ y entró en el catálogo de la disquera Víctor, y el acetato fue todo un éxito. Compitió en la Pizarra Verde, de Radio Progreso, con la canción El pájaro chogüí, interpretada por el venezolano Héctor Cabrera.

«El pájaro... —decía Almeida— se le metió encima a mi canción como si fuera una tiñosa, como el gorrión al pitirre, más o menos así fue el lanzamiento de La Lupe. Mi canción la grabó Amelita Frades, como ella nadie pudo darle

esa interpretación especial. Después la cantaron otros, pero nunca superaron a Amelita. A ella le tuve mucho afecto y mucho cariño».

Amelita Frades Llira falleció en 1984, a los 56 años de edad. En el mismo año de su muerte hizo su segunda gira por México.

Mi más bello recuerdo

Juan Almeida Bosque nació en La Habana, el 17 de febrero de 1927, y murió en la misma ciudad, el 12 de septiembre de 2009. Fue miembro del Buró Político del Comité Central del Partido Comunista de Cuba. Las Fuerzas Armadas le confirieron el grado honorífico de Comandante de la Revolución.

Compuso mucho. Al final del camino, A Santiago, Dame un traguito, Es soledad, Cómo le explicó yo a mi corazón y Tiempo ausente son solo unos pocos títulos de las decenas y decenas de canciones que compuso casi siempre en la línea de la canción romántica y el bolero. Beatriz Márquez ha sido una de las mejores intérpretes de su obra. En 2004 la banda de la Facultad de Música de la Universidad de Shou, en Japón, estrenó su obra Hiroshima y Nagasaki, en la cual se hace evidente, afirma la crítica, la dimensión de la tragedia nuclear sufrida por esas ciudades en 1945. Es autor además de Elegía al mayor general Antonio Maceo. Publicó también varios libros. Uno de ellos, testimonio sobre el ciclón Flora, le valió un premio Casa de las Américas.

Almeida nunca olvidó a Lupe, aquella muchacha que una tarde conoció en el Bosque de Chapultepec. La buscó en cada uno de sus viajes a México, y le inspiró otras canciones, como aquella que dice:

(…) hoy, con polvo en los cabellos

de andar por los caminos,

en tránsito de nuevo

por México otra vez,

quiero dejarte Lupe

mi más bello recuerdo

por haber sido tuyo

también lo que yo amé.

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