Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

Discurso pronunciado por José Ramón Machado Ventura en la velada solemne

No hay conquista de la mujer cubana que no lleve el sello de Vilma, declaró el miembro del Buró Político del Comité del Partido y vicepresidente del Consejo de Estado

Autor:

Juventud Rebelde

Foto: Roberto Suárez Estimado Raúl;Queridos hijos Deborita, Mariela, Nilsita y Alejandro;Familiares de la inolvidable Vilma;Compañeras y compañeros:

Cumplo la triste y dolorosa encomienda de pronunciar estas sentidas palabras en nombre de la Dirección del Partido y el Estado cubanos.

Con hondo pesar, nuestro pueblo ha rendido hoy, a lo largo del país, merecido tributo de recordación, respeto y cariño a una de las combatientes insignes de laz: a la querida compañera Vilma Espín.

Ese mismo sentimiento entrañable nos ha convocado esta noche para homenajear la memoria de la heroína de la clandestinidad, de la legendaria combatiente del Ejército Rebelde, que dedicó su vida a la liberación de su Patria, a la consolidación del triunfo revolucionario e hizo de la Revolución el sentido de su vida ejemplar.

El hogar fue fragua de los altos valores que la distinguieron; el desahogo de la familia y las comodidades no fueron óbice para someterse a las difíciles condiciones y privaciones que le impondría la lucha revolucionaria.

Sobresalía en ella la sed por el conocimiento y la pasión por la cultura, particularmente, el ballet y el canto que la llevaba siempre a entonar, con afinada voz, sus más preferidas piezas patrióticas y de indiscutible cubanía. El apego a la honradez, a la verdad, a la honestidad y a la justicia contribuyeron tempranamente a la formación de su personalidad, a la manera de apreciar y enfrentar los rigores de la vida.

Sin embargo, algunos hechos importantes serían definitorios en la evolución de su pensamiento político y acción revolucionaria.

Como ella misma revelaba, el golpe de Estado del diez de marzo de 1952 la condujo a tomar conciencia sobre la necesidad del cambio político, económico y social que imperaba en el país y de barrer definitivamente el régimen implantado por la fuerza. A partir de aquel fatídico día se le vería en crecientes manifestaciones políticas y como militante activa de las organizaciones revolucionarias encabezadas por Frank País.

Mas aún, el heroico asalto al cuartel Moncada dejó en Vilma una huella particular. Pero fue la autodefensa de Fidel, La Historia me Absolverá, la que caló definitivamente en ella. Entre sales y probetas del laboratorio universitario donde hacía su tesis leyó el trascendental documento que le dio argumentos sólidos para la lucha, apreció y abrazó el programa revolucionario, al tiempo que se convenció de las cualidades excepcionales de nuestro máximo líder.

Desde entonces todo sería entrega total a la causa revolucionaria, convertida en una de las combatientes más cercanas al inolvidable Frank.

Es conocida su arriesgada y tensa vida en la clandestinidad, su contacto con Fidel en México para regresar a Cuba con importantes instrucciones y mensajes, los preparativos y su bautismo de fuego el 30 de noviembre de 1956, y el apoyo inmediato al naciente Ejército Rebelde.

En compañía de Frank estuvo entre los primeros en llegar a la Sierra Maestra y en contactar con el núcleo guerrillero, cuando apenas la lucha alcanzaba dos meses; allí participó en hechos trascendentes; tuve la oportunidad de encontrarme y conversar con ella en la Sierra; la recuerdo siempre diligente, comunicativa y acreedora de la confianza de la máxima dirección de la Revolución.

En los rigores de esa lucha sin cuartel sintió en extremo la caída de su jefe admirado Frank País; mas, no se amilanó, llamó a honrarlo, se empinó, continuó su ejemplo y prosiguió con más decisión y seguridad en la victoria final.

Ya entonces, en la condición de integrante de la Dirección Nacional del Movimiento 26 de Julio y su coordinadora en la antigua provincia de Oriente, en medio de una intensa labor organizativa y de acciones revolucionarias, pero tenazmente perseguida, se incorporó definitivamente al Ejército Rebelde en el Segundo Frente Frank País apenas fundado.

Aquí la conocimos mucho más de cerca, y con la misma entrega que en la ciudad la vimos en la coordinación del movimiento clandestino de Oriente con el territorio del Frente, en entrevistas y contactos con dirigentes nacionales y provinciales de la organización. Se distinguía por su capacidad organizativa, su sensibilidad, su preocupación por todos los asuntos, cualidades que atesoró siempre.

Alicia, Mónica, Déborah y Mariela fueron sus seudónimos en la lucha clandestina y en la guerra; al triunfo de la Revolución, nuestro pueblo la conoció por su verdadero nombre.

Con la victoria del primero de enero de 1959 se inició para ella un combate más largo aún que los anteriores: la lucha por la igualdad de la mujer. Inmersa en distintas tareas, Fidel le encomendó la unificación de las organizaciones femeninas, proceso que concluyó el 23 de agosto de 1960 con la constitución de la Federación de Mujeres Cubanas que ella supo encabezar con particular entrega. Fue desde entonces la más querida, admirada y respetada dirigente de las mujeres cubanas.

Es conocida la historia de estos más de cuarenta y seis años, pero para llegar hasta aquí puede comprenderse cuánto esfuerzo debió hacer para contribuir a sacar a la mujer del lugar a que fue relegada durante siglos en las sociedades anteriores y situarla en el sitial de dignidad, reconocimiento y honor que ostenta la mujer cubana.

Lo que hoy disfruta la mujer con todo derecho como sus más legítimas conquistas, tienen sus causas en la esencia de la Revolución y en el desvelo permanente de Vilma por alcanzar, peldaño a peldaño, esa distinción humana.

No hay conquista de la mujer cubana o de la niñez que no llevara su sello, su participación y defensa incesantes; no existía asunto que no le preocupara y tramitara, independientemente del sector que se tratara.

Mucho pudiera referirse acerca de la contribución de Vilma, pero sobre todo fue intérprete fiel y seguidora de las ideas de Fidel sobre la mujer y consecuente impulsora de una verdadera revolución en la Revolución; partícipe activa en la elaboración de la legislación revolucionaria sobre la igualdad y otros temas prioritarios en nuestra sociedad, particularmente los vinculados a la niñez, a la visión de género, a la educación sexual, al trabajo comunitario; propulsora del fortalecimiento, desarrollo y bienestar de la familia cubana; forjadora de cuadros femeninos de la Revolución.

Su voz justiciera se alzó también en los más diversos escenarios internacionales para reclamar la igualdad de la mujer y el derecho de los niños del mundo, y le hicieron merecedora del reconocimiento de las más prestigiosas organizaciones femeninas y organismos internacionales.

Deja una huella imborrable en las compañeras de la dirección de la Federación. Era una amiga, una madre, una hermana, sin menoscabo alguno de su autoridad. En ella era permanente la consagración por cada tarea, el detalle por cada cosa, la constancia en lo emprendido, la discusión franca y directa por lo que debía corregirse y superarse. Era un ejemplo de los dirigentes que reclama la Revolución en estos tiempos.

Quienes tuvimos la oportunidad de compartir trabajo con ella admirábamos su serenidad, su ecuanimidad en la toma de decisiones y la seguridad en sí misma, su firmeza, su optimismo y el clima de confianza que creaba a su alrededor. Al tiempo que aprendía, enseñaba, aconsejaba, alentaba, exigía y sabía combinar la labor colectiva con la responsabilidad individual; confiaba en los cuadros, en las potencialidades y virtudes del pueblo, y tenía seguridad plena en la victoria definitiva frente al poderoso adversario.

Junto a los nombres de Celia y Haydée, Vilma estará como paradigma de mujer comprometida con la Patria y la Revolución, con el Partido y Fidel. De ella podrá hablarse en pasado, pero sobre todo en presente y futuro, en la obra colosal e indetenible de hoy y de mañana.

Su único y entrañable amor se forjó en el fragor del combate y en los ideales comunes de la Revolución cuando el triunfo era cercano, y de cuya unión matrimonial con Raúl, en enero de 1959, nacieron cuatro hijos y ocho nietos por quienes Vilma sentía particular orgullo.

La recordaremos siempre como suele hacerse a los héroes, al decir de la emblemática canción: «...se le recuerda sin llantos...» La recordaremos desafiando el peligro y burlando al acoso enemigo en la ciudad; con el fusil al hombro en las agrestes montañas hasta alcanzar la victoria; labrando el camino hacia el futuro luminoso de la Patria, de la que fue una de sus más consecuentes constructoras.

A ella la vemos en la forja de las nuevas oleadas de generaciones más cultas y revolucionarias; en la mujer emancipada que marcha por igual que el hombre; en las jóvenes y los jóvenes de la gigantesca batalla de hoy; en las niñas y los niños que portan al hombre nuevo. La vemos multiplicando energía en la fábrica que lucha por ser mejor; en la escuela que enseña y crea valores de la que ella fue abanderada; en el círculo que creó con pasión y que desborda sonrisas y ternuras.

Vivirá entre nosotros, con esa imagen natural que revelaba confianza y optimismo en la Revolución y en el porvenir luminoso de la Patria.

Ante su recuerdo imperecedero ratificamos el compromiso de ser fiel a los principios y a la causa que defendió hasta la muerte, incierta, como decía Martí, cuando se ha vivido bien la obra de la vida.

¡Gloria eterna a Vilma!

Gracias.

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