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La complicada ruta hacia el bienestar

JR dialogó con más de un centenar de jóvenes acerca de qué los hace apreciar el mundo laboral cubano y qué los tiene inconformes

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Foto: Franklin Reyes Cuba no superará los atolladeros materiales por un simple toque de varita mágica. Sus hijos conocen esa vieja verdad. Saben que el bienestar deseado por todos no caerá del cielo: hay que trabajar y duro.

Pero los caminos prácticos en busca de ser eficientes, los del día a día, están llenos de nudos, contradicciones y tareas pendientes. Pesan sobre nuestras espaldas las distorsiones económicas y sociales heredadas al triunfo de 1959, el mazazo que significó el derrumbe del campo socialista, las gruesas paredes del bloqueo y, en lo que nos toca, decisiones erróneas tomadas en casa.

Aquellas aguas trajeron ciertos lodos, como que el trabajo haya dejado de ser visto en su verdadera dimensión. La gente, sin embargo, se resiste a que el esfuerzo encarne el papel de un personaje secundario en el escenario de la sociedad.

Esta realidad fue evidente a los ojos de un equipo de reporteros de JR que aprovechó la celebración del Primero de Mayo para salir a las calles en cinco provincias y preguntar a más de un centenar de jóvenes qué los hace permanecer en sus puestos de trabajo y qué los tiene inconformes.

La dicha de lo logrado

Para la gran mayoría de los entrevistados, el mundo laboral cubano es digno de admirar en muchas cuestiones. Una de estas es la posibilidad que tenemos de acceder a un empleo sin distinción de color, sexo o nivel social. Todos tienen derecho a vacaciones remuneradas, y las mujeres en particular, a licencia de maternidad sin perder la plaza.

«La seguridad del trabajador es algo muy importante en Cuba. Uno se puede enfermar o presentar una situación personal compleja, y tiene la certeza de no ser despedido y que el salario le será ajustado».

Así expresó Edel Jiménez Morales, trabajador de la Cervecería Bucanero, en Ciego de Ávila, quien resaltó la disposición del Gobierno cubano a lograr el pleno empleo, pese a las dificultades que vive el país.

«Eso da una medida de la preocupación porque el pueblo tenga condiciones para alcanzar sus ingresos de una forma decente y segura», acotó.

Su amigo José Antonio Martín López, de la Facultad de Ciencias Médicas, señaló como muy positiva la posibilidad de desarrollo que tienen los jóvenes cubanos en sus centros laborales.

«En muchos lugares es una idea aceptada y hasta exigida —explicó—, que uno se supere y no se quede estancado».

Las mujeres también saben valorar lo que tienen. En el territorio avileño, Leticia Torres Saborit, de la Empresa de Materiales de la Construcción, destacó que el trabajo les da la posibilidad de tener una mayor proyección en su vida personal, de ser independientes.

Mientras, en Pinar del Río, Mayra Elena Fonticoba, de 27 años y licenciada en Bibliotecología y Ciencias de la Información, mencionó que las féminas cubanas ganan igual salario que los hombres en similares empleos. «En otros países no es así», dijo.

Berta Pérez, directora de secundaria básica en el municipio del Cerro, en la capital, está feliz porque recientemente tuvo la posibilidad de hacerse Máster en Ciencias Pedagógicas y pasar a las filas de los científicos del patio.

«He ganado muchos conocimientos y me siento muy estimulada como educadora. Creo que la superación de los profesionales es vital, y es algo que debe continuar incentivándose».

Como madre de dos niños, Berta considera que una de las grandes conquistas de las trabajadoras cubanas es la licencia de maternidad retribuida. «Cuando di a luz, años atrás, no había tantos beneficios; ahora es mejor, porque es durante ese primer año cuando la mamá requiere tiempo remunerado para estar con su bebé sin ninguna preocupación.

«Algo que también debemos mantener es la Seguridad Social. Ahora mismo se han subido las pensiones, y eso es muy justo».

Para Roberto Betancourt Enríquez, profesor de la escuela Roberto Rivas Fraga, de Ciego de Ávila, el sentido de la unidad y la solidaridad entre los trabajadores es una cualidad del sistema laboral cubano.

«Aquí puede ocurrir una contingencia grande, un accidente, cualquier situación, que cuando el sindicato convoca, para allá va todo el mundo unido. Y eso se ve también en problemas personales de los compañeros. Es algo que no se puede perder».

En la provincia de Granma, Perla Mailén Tabasco, ingeniera informática de 23 años, opinó que la principal virtud de nuestro universo laboral es la vocación revolucionaria hacia el trabajo.

«La gente sabe que trabaja, por encima de todo, para ser útil a la sociedad, a los demás, porque el dinero no alcanza y se conocen las causas de ello. Sin embargo, como regla el cubano ve en ese acto una manera de encontrar la virtud.

«El trabajo en Cuba entraña una forma de unidad. No existen esas grandes divisiones de gremios que hay en otros países. Y esa cualidad hay que defenderla», agregó.

Para Dilbert Reyes, periodista bayamés de 24 años, la mayoría de las cosas están bien: la jornada laboral no es extenuante, no hay explotación ni abusos con los trabajadores, y aunque se dan casos de nepotismo, no es un fenómeno generalizado.

«Pero entre las cosas que señalaría, diría que a veces el sindicato no desempeña su papel: está para cobrar, si acaso. Y no brinda ninguna orientación al trabajador».

Yurián García, técnico en Ortopedia y Traumatología de 27 años de edad, consideró que existe un respeto general hacia el trabajador. «No hay amos que te miren por encima del hombro; se dan ejemplos aislados de menosprecio hacia los obreros, pero son los menos.

«Los centros laborales son casi siempre sitios donde priman el compañerismo, la camaradería, el ambiente familiar y las buenas relaciones humanas. Eso no debe perderse nunca».

Con el empleo en la mano

La garantía de empleo una vez terminados los estudios fue señalada como un mérito de nuestro sistema laboral por Gemma Elosegui, instructora de arte de la capital, y por los pinareños Roberto Echevarría, ingeniero hidráulico de 32 años, y Danara Arencibia, licenciada en Estudios Socioculturales, de 26 años.

A la alegría por haber concluido sus especialidades, se sumó la seguridad de contar con una plaza fija y un salario.

Para István Ojeda, periodista de Las Tunas, cualquier evaluación objetiva que se pretenda realizar sobre el panorama laboral cubano de hoy, debe tener en cuenta a los recintos universitarios y a los centros de enseñanza técnico-profesional.

«¿En cuántas naciones los recién graduados tienen plazas aseguradas para comenzar a desempeñar sus respectivas profesiones? En nuestro país eso tiene absoluta garantía. Aunque, desde luego, la ubicación laboral no siempre coincide con las expectativas de los egresados.

«Mientras en otros países muchos andan con sus títulos bajo el brazo, tocando a la puerta de los empresarios en busca de una oportunidad de empleo, Cuba los ubica tan pronto vencen sus períodos tras los pupitres. Además, aquí existe estabilidad y nadie tiene que temer un despido por razones ajenas a su voluntad.

«Desde luego, no todos pensamos igual ni tenemos la misma percepción de la realidad. Algunos cubanos en edad laboral —me refiero a quienes no tienen formación académica— prefieren trabajar por cuenta propia, tentados por la posibilidad de mayores ingresos».

Pero Osmar Cárdenas, mecánico tunero, no piensa desaprovechar las nuevas posibilidades de estudio que ofrece la Revolución. «¿Usted sabe lo que significa que le paguen a uno por estudiar? ¿Dónde se ha visto eso? Ocurrió con muchas personas que trabajaban en los ingenios azucareros que desaparecieron.

«En mi caso pensé que me iba a morir con mi título de duodécimo grado, porque cuando terminé el preuniversitario decidí no estudiar más. Pero mire usted, un día aparece esto de las sedes universitarias municipales y sus ofertas de carreras y no dejé pasar la oportunidad. Dentro de unos pocos años seré un profesional».

Aristas incómodas

Son varios los problemas que restan productividad y eficiencia a nuestro sistema laboral. Para Dayron Medina Díaz, locutor de 22 años, de Matanzas, está aún demasiado presente la necesidad de que algunos jefes abran la mente, se acaben la burocracia, el igualitarismo, y no se inflen resultados.

Jesús Ernesto Caveda, de 19 años, presupuestista en la Empresa de Proyectos Hidráulicos, de Pinar del Río, exigió un mayor reconocimiento social para aquellos que crean bienes.

Lo mismo demandó el tunero Avilio Hidalgo para los trabajadores por cuenta propia, como él. «Muchos de nosotros nos sentimos mal mirados por la gente. Eso pasa a pesar de que trabajamos conforme a la ley y pagamos nuestros impuestos. «Hay quienes piensan que los que no trabajan con el Estado son delincuentes. Y lo más triste es que algunos funcionarios, que tienen el deber de protegernos legalmente, nos acosan por todas partes, como si fuéramos enemigos.

«Esa manera de pensar debe cambiar, porque los trabajadores por cuenta propia no somos antisociales. También aportamos a la sociedad».

En la capital, la técnica de nivel medio en Contabilidad Linney Hernández criticó el exceso de paternalismo con quienes hacen mal sus tareas. Con ella concordó Merlyns Báez, para quien a menudo nos perdemos divagando y no agarramos, como se dice en buen cubano, el toro por los cuernos.

«Se malgastan horas de trabajo en exceso de reuniones, y a veces los problemas se analizan a través de largas estadísticas y no con las causas concretas».

Motivaciones

Foto: Franklin Reyes Durante la indagación, los entrevistados coincidieron en que las insuficientes condiciones de trabajo, y el distanciamiento entre la dirección de determinados centros laborales y la base, también entorpecen la eficacia y la satisfacción en estos.

Los avileños Edel Jiménez y José Antonio Martín destacaron que debe fortalecerse la participación de los trabajadores en el diseño de los planes económicos de la empresa. «Eso está estipulado y se está haciendo algo, pero debe mejorarse porque es aún insuficiente», precisaron.

En la capital, Yenny Pentón razonó: «Si la dirección del centro no consulta las decisiones con las masas, no escucha los criterios de los obreros y se divorcia de sus problemas, se generan grandes molestias e insatisfacciones en los colectivos. Lamentablemente hay jefes que no utilizan los métodos más adecuados».

La joven enfatizó en lo inefectiva que resulta la comunicación en algunas instituciones. «Es frecuente que las informaciones vengan “de arriba” y que los problemas se vayan acumulando sin que nadie les entre “con la manga al codo”».

Yenny mostró preocupación por el papel de los sindicatos, que a menudo se limitan a reuniones, y están perdiendo sus fuerzas como contraparte de las administraciones.

Al centro del país, en la Empresa de Materiales de la Construcción de Ciego de Ávila, la vinculación de los trabajadores con las decisiones empresariales no parece ser contradictoria.

De allí, Rosa Martel, Sunelys Tejería y Leticia Torres opinaron que ellas no padecen esta situación porque su director es uno más de ellos. «Es un martillo con los jefes que se subordinan a él, exigiéndoles que les mejoren las condiciones a sus trabajadores».

Las muchachas contaron cómo en esta institución nunca les cierran las puertas a los jóvenes, y añadieron que los bajos salarios tampoco los golpean, porque están en Perfeccionamiento Empresarial y sus ingresos se corresponden con el esfuerzo que realizan.

Acerca de los beneficios de este sistema hablaron Nancy Ación y Juan Carlos Rosabal, de la Empresa Aguas de La Habana. «Nos ayuda a trabajar con más facilidad —explicó la joven—; las personas están más calificadas, el sistema salarial es mucho mejor y se estimula al obrero por su rendimiento».

En relación con lo que ensombrece el espectro laboral cubano, Leticia Torres hizo énfasis en la escasez de transporte, lo cual dificulta a los obreros cumplir con la Resolución 187 del Ministerio de Trabajo, que reglamenta lo concerniente a la disciplina laboral.

Las carencias de equipos para trabajar también atentan contra los niveles de productividad de las instituciones, reflexionó Roberto Echevarría, ingeniero hidráulico de Pinar del Río.

Su coterránea Danara Arencibia argumentó que para dignificar el trabajo deben mejorarse no solo las condiciones en los centros, sino también los estímulos morales y materiales.

Criterios similares analizó el periodista Dilbert Reyes, de Las Tunas: «Hay que potenciar los reconocimientos morales de los que habló el Che, los cuales considero que se han perdido un poco. Es cierto que determinadas empresas no tienen recursos materiales, pero darle un certificado al obrero al final de mes, delante de su colectivo, no es asunto de dinero».

La doctora Tahis Cárdenas, de la capital, añadió que hay que fortalecer la atención a los trabajadores, no solo en asuntos salariales, sino hasta en la misma comida. «Son escasos los comedores donde los obreros quedan satisfechos con lo que consumen, no por los niveles nutricionales, sino por la calidad en la elaboración».

Cuidar el relevo

Varios de los encuestados reflexionaron acerca de que muchos centros aún no estimulan ni les dan la debida atención a los jóvenes, un asunto medular que al parecer llega a estar signado no solo por descuidos involuntarios, sino también por egoísmos y celos.

Resulta contraproducente que la población tienda al envejecimiento, y que a pesar de eso se sigan descuidando las nuevas fuerzas que llegan a las empresas, compartió su preocupación Edgar Sánchez, de Ciudad de La Habana.

«Existe hasta la regulación legal donde se precisa cómo debe atenderse al egresado, pero es un problema de mentalidad, que pasa hasta por cuestiones de celo profesional, y por ello no se le dan mayores oportunidades a la juventud. Conozco personas que se aferran a sus puestos y ven en los que llegan una competencia», expresó Edgar.

Zahira Ojeda, profesora de Las Tunas, piensa que en el mundo no hay un país con tantas garantías laborales como el nuestro. De todos modos señaló que en materia de atención a quienes cumplen con el servicio social, aún nos quedan cosas por pulir.

«Cuando el joven se gradúa y comienza a desempeñar su especialidad en un puesto de trabajo, debe recibir atención por parte de la administración y de alguien en particular, una especie de tutor que se ocupe de él, que le enseñe los rudimentos prácticos de la profesión, lo oriente en cada etapa y lo entrene debidamente», explicó Ojeda.

Lamentablemente, eso que está orientado y convenido no siempre se cumple en la práctica. Así considera la profesora, quien precisa que está demostrado que en aquellos centros donde se tienen en cuenta todos estos detalles y se atiende debidamente al joven, este debuta por todo lo alto en su nueva condición, y se entrena para empeños mayores.

«Todo depende del nivel de organización laboral que exista. Porque si la administración subestima al recién llegado, nunca lo va a ubicar en una plaza importante que propicie su desarrollo. Y ese mismo joven creerá que está perdiendo el tiempo. Por ese motivo no pocos de ellos dejan el trabajo», puntualizó Zahira Ojeda.

Otra de las aristas que deben ser perfeccionadas es la necesidad de que haya un empleo acorde con la especialidad que se estudia, reconoció Osney Rosales Morejón, licenciado en Matemática y Computación, del central azucarero 30 de Noviembre, en Pinar del Río. «En mi rama hay ingenieros industriales desempeñándose en el área de Recursos humanos», ejemplificó.

«Creo que hay que preocuparse por la migración profesional que existe. Las personas se están trasladando para puestos de la economía emergente porque los estimulan más», manifestó.

También de Pinar del Río, Ramón Páez Alonso, profesor de la escuela de Instructores de Arte, cree que debemos priorizar la atención de los trabajadores en sectores tan importantes como la salud y la educación.

Del salario y otros incentivos

Entre los entrevistados ha prevalecido el espíritu de que cada persona debe cobrar según su contenido laboral, nivel de instrucción y sacrificio. Muchos aludieron a la Ley de Distribución Socialista: De cada quien según su capacidad; a cada cual según su trabajo.

«Hay que exigir más en cuanto a disciplina, y hay que fortalecer el sentido de pertenencia al trabajo», comentó en la provincia de Matanzas el joven ingeniero, de 31 años, Michel Barroso Toledo, para quien es importante que nuestros trabajadores reciban su salario en correspondencia con las actuales necesidades económicas.

De Granma, Perla Mailén Tabasco, ingeniera informática de 23 años, no pasó por alto que hay un relajamiento excesivo de la jornada laboral y deben buscarse métodos para imponer disciplina, lo cual debe ir aparejado a cambios en el sistema salarial.

Foto: Roberto Morejón Hay que buscar los resortes que hagan producir más. Recordó el avileño José Antonio Martín: «Es necesario que el trabajador vea el resultado de lo que hace. No puede ser que quien no se esfuerce igual que otros, ni sea disciplinado, gane lo mismo».

Un camino que no debe desecharse para elevar la productividad y la eficiencia, es el de la emulación entre los trabajadores, opinó Jesús Alfonso, médico veterinario de Matanzas, para quien también resulta esencial mantener la propiedad estatal sobre los medios fundamentales de producción.

En su opinión, como parte de las contradicciones que deben ser resueltas, están las que existen en lo salarial. «Debe haber proporción entre el esfuerzo que se haga y el dinero que se reciba».

En otros lugares el tema del salario no genera inconformidades. Eso se percibe en testimonios de trabajadoras avileñas como Rosa Martel Martínez y Sunelys Tejería Ruiz, de la Empresa de Materiales de la Construcción, para quienes lo que se paga, al menos en el centro al cual pertenecen, no debilita la motivación. Comentaron estar en Perfeccionamiento Empresarial y sentir que reciben ingresos justos por su esfuerzo.

Del mismo centro laboral Leticia Torres Saborit reconoció que, aunque para ella y sus compañeros el tema salarial no constituye un problema, sí lo es para otras muchas entidades. «El trabajador —reflexionó— tiene que ganar de acuerdo con su dedicación; el salario debe convertirse en una fuente de estímulo, aunque no la única, para aumentar la productividad».

En el empeño de incentivar el amor por el trabajo, sería bueno ponderar el talento. Así ha dicho Joaquín Liao, ingeniero en Telecomunicaciones de la provincia de Matanzas, para quien es preciso «lograr que el estímulo económico satisfaga las necesidades fundamentales, mensuales, del trabajador y de su familia».

Para «dignificar el trabajo es preciso cambiar la actitud y el pensamiento hacia él; ser responsables», puntualizó la pinareña Mayra Elena Fonticoba. «Si no aumenta el aprovechamiento de la jornada laboral, no podremos mejorar la vida. Por otra parte, si los precios son elevados y la gente siente que con su salario no alcanza, eso no estimula que trabaje».

El tema también fue esbozado por Amarilys Córdova, trabajadora de la librería de la Universidad de La Habana. «Lo que afecta a muchos trabajadores es que no pueden resolver todos sus problemas con su sueldo. Eso hay que arreglarlo. No obstante, pienso que la unidad de todos los trabajadores no se puede perder, pues con esta se pueden lograr muchas cosas».

Enderezar la pirámide

En la ruta de ascenso al bienestar, mediante el esfuerzo, tendrán que enjuiciarse con rigor el paternalismo, la apatía, la falta del sentido de pertenencia, la indisciplina laboral, y dentro de ella manifestaciones negativas como el ausentismo. Arielis Pérez Mederos, instructora de arte de 20 años de edad, compartió esa idea desde Matanzas.

Las diferencias también forman un caldo de cultivo que entorpece la entrega plena al trabajo. De Pinar del Río, Osney Rosales afirmó que debe ponerse en su justo lugar el valor de cada profesión. «Existen licenciados en Educación que se van a otros lugares donde reciben estimulación en CUC».

Gemma Elósegui, instructora de arte de la capital, habló de ciertos lunares que ensombrecen la vida laboral: «No somos lo suficientemente cumplidores. La gente se dedica con frecuencia a resolver asuntos personales en el horario de trabajo, o a hacer cuentos hasta que llegue la hora de salida. Creo que por estas indisciplinas no alcanzamos los niveles de productividad necesarios».

A la comunicadora Neysi Hernández, de Las Tunas, le preocupa algo que va contra la lógica laboral: «Los graduados universitarios no son siempre los que tienen mejores niveles de vida. En algunas empresas y centros de trabajo, los puestos de dirección son ocupados por personas que no tienen formación en la enseñanza superior. Eso debe reevaluarse.

«Y hay algo como para detenerse a pensar: hay un sector de los jóvenes que no ve en la enseñanza universitaria la expectativa fundamental para continuar los estudios. Prefieren especialidades de corta duración que luego propicien estimulaciones en divisas o en artículos muy deseados».

A pesar de las dificultades señaladas, los entrevistados enfatizaron en la urgencia de rescatar el valor social del trabajo, tal y como expresó Neysi Hernández, quien se mostró inquieta porque en algunos sectores ha mermado la conciencia sobre la importancia de las profesiones, de trabajar para aportar, ser útil y disfrutar lo que se hace.

«Hay que rescatar la mentalidad de productores, de ver en el trabajo un deber de todos. Conozco jóvenes que me dicen: “Trabajo para que no digan que soy un vago”. Y otros: “Lo hago para que mi familia me deje tranquilo”. Mientras existan quienes piensen así, tendremos tareas pendientes».

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