Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

Cuando las luces del triunfo entraron a Santiago de Cuba

Después de casi dos años de combate y entereza en la Sierra Maestra, el 2 de enero de 1959, la libertad llegó a Santiago con rostro barbudo y su líder al frente

Autor:

Odalis Riquenes Cutiño

SANTIAGO DE CUBA.— El Parque Céspedes fue, como nunca antes, un gigantesco coro de voces: voces claras, voces roncas y un verdadero abrazo.

Desde uno de los balcones del Ayuntamiento se alzó erguida la Bandera Cubana, mientras las notas del Himno Nacional, cual llama de oxígeno, surcaban el aire.

El arzobispo de Santiago, Monseñor Enrique Pérez Serantes, deseó la paz para los hogares cubanos y Raúl transmitió un saludo al pueblo de Cuba.

Entonces un trueno inundó la madrugada del 2 de enero, cuando el locutor Orestes Valera, presentó al Comandante Fidel Castro.

Vivía Santiago la apoteosis sentimental del triunfo y era ovación interminable, únicamente interrumpida por los gritos y vivas a la Revolución… Así, hasta que Fidel pudo hablar.

La voz del líder fue ancha, viril, casi mítica: «¡Santiagueros, largo y duro ha sido el camino, pero al fin hemos llegado a Santiago de Cuba!»; entonces lo volvieron a interrumpir los aplausos.

Con el fragor que el tiempo no le ha quitado a su voz, desgrana recuerdos Noel Pérez, el combatiente que puso la radio oriental a disposición del triunfo, encadenó y condujo la Cadena de la Libertad  y se mantuvo todo el día orientando al pueblo en aquellas horas decisivas.

«Cuando retoma el discurso, nombra (Fidel) a Santiago de Cuba como Capital Provisional de la República y reitera lo que había dicho por la tarde: “Que esta vez sí los mambises entrarían en Santiago”», rememora Noel.

Siete años, siete meses y siete días después de que al frente de un grupo de jóvenes como él, asaltara el cuartel Moncada para iniciar la lucha que cambiaría los destinos de su país, y tras casi dos años de combates y hombradías al frente de unos 3 000 hombres en la Sierra Maestra, sin apenas disparar un tiro, y en medio de la emoción desbordante, entraba el líder a Santiago para consumar la libertad.

¡Revolución sí!

Diciembre del 58 era casi historia. Las columnas rebeldes avanzaban en todas direcciones sin que nada ni nadie pudiera detenerlas. Tras las victorias en Jiguaní, Baire, Contramaestre, El Cobre, Palma Soriano y Maffo, el camino hacia el triunfo quedaba expedito.

Por eso, a la vez que alistaba minuciosamente cada detalle para el inminente ataque a Santiago, aquella mañana del 28 de diciembre de 1958, en las ruinas del central Oriente, en las cercanías del recién liberado Palma Soriano, Fidel se entrevistó con el general Eulogio Cantillo, mayor general del Ejército de la dictadura.

Los acuerdos fueron claros: el 31 de diciembre, a las tres de la tarde, el General haría el llamamiento para la renuncia del Gobierno, los criminales de guerra serían detenidos y los cuarteles del oriente se rendirían a los rebeldes. Explícito quedaba además el compromiso de no golpe de Estado y de no dejar escapar al tirano.

Sin embargo, antes del amanecer del Primero de Enero, y violando lo pactado con el líder rebelde, se dejó escapar a Batista.

Respondiendo rápidamente a las noticias procedentes de La Habana, y previendo lo que se gestaba, partió Fidel hacia Palma Soriano, adonde había enviado desde el 30 de diciembre, empaquetada sobre un camión y procedente de Charco Redondo, la planta de Radio Rebelde.

Poco después de las nueve de la mañana ya el Jefe estaba en la  casa de Aguilera 201, de la ciudad del Cauto, deshabitada y por esos días en poder del Movimiento 26 de Julio, en la que se había establecido la planta guerrillera. Las indicaciones de preparar los equipos e ir radiando ya se cumplían.

«El equipo tenía dificultades que imposibilitaban grabar y transmitir al mismo tiempo», evocaría años después Miguel Boffil, el técnico que hizo posible la transmisión. «Así se lo expliqué a Fidel. En un principio no me entendió, pero después accedió a hacer la grabación. Como hablaba tan alto todo se oía afuera, al terminar, nos sorprendió el aplauso del pueblo que espontáneamente congregado allí escuchaba por las ventanas. Más tarde Fidel salió y les dirigió la palabra: “No aceptamos el golpe de Estado: ¡Revolución, sí!”, les dijo. Fue la primera reunión de Fidel con el pueblo, el primer mitin de la Revolución victoriosa».

Aproximadamente a la una de la tarde del Primero de Enero saldría al aire la histórica grabación portadora de las instrucciones que harían fracasar el golpe de Estado, la orientación de no parlamentar y seguir combatiendo, la alocución al pueblo de Santiago de Cuba y las indicaciones a Camilo y el Che para la toma de Columbia y La Cabaña, respectivamente.

«Revolución, sí; golpe militar, no. Golpe militar de espaldas al pueblo y a la Revolución, NO, porque solo serviría para prolongar la guerra», dijo el jefe revolucionario en una parte de su intervención.

Con la firmeza de quien tiene aún un asunto pendiente, fue Fidel particularmente claro en su mensaje a la ciudad de Santiago de Cuba:

«La guarnición de Santiago de Cuba está cercada por nuestras fuerzas. Si a las 6:00 de la tarde del día de hoy, no han depuesto las armas, nuestras tropas avanzarán sobre la ciudad y tomarán por asalto las posiciones enemigas.

Santiago de Cuba: Los esbirros que han asesinado a tantos hijos tuyos no escaparán… ¡La historia del 98 no se repetirá! ¡Esta vez los mambises entrarán en Santiago de Cuba!».

Balcones abiertos a la revolución

Entre las 7:00 y las 10:00 de la noche del 1ro. de Enero de 1959 las tropas del Ejército Rebelde entraron en Santiago de Cuba.

«El recorrido de mi columna fue lento, debido a la gran cantidad de personas que en las calles festejaba el triunfo; ello influyó poderosamente en la psicología de las fuerzas de la tiranía hasta la rendición». Así valora aquellos momentos Walfrido Ferriol, combatiente del Tercer Frente Oriental, quien penetrara a la ciudad por la carretera de Mar Verde, para participar en la toma de la Policía Marítima».

Emoción similar reencarna por estos días el combatiente Manuel Franco Rodríguez. «Nunca había visto tanta gente concentrada. Mujeres en bata, hombres en pijama… corrían detrás de nuestros carros, saludándonos, pidiéndonos un brazalete, una balita».

Entre gestos de alegría popular, al filo de las 11 y 30 de la noche, llegó Fidel a la emisora provincial CMKC, Radio Oriente.

Los azules ojos de Noel Pérez Batista emprenden vuelo al ayer: «En cuanto Fidel llega le pido unas palabras para el pueblo que se agolpaba, apretujado en la calle. Dijo que había que continuar alerta para consolidar el triunfo que todavía no se había logrado.

«Cuando sale a la ventana, dándome unos golpecitos en el pecho me pide grabe  el llamamiento a la Huelga General para toda la Isla. Jorge Enrique Mendoza y yo redactamos el llamamiento, que él aprobó y lo grabamos en las dos voces.

«Más tarde me dice: “Ahora mismo encadene las emisoras y comunique que en un momento se hará un gran acto, un mitin de masas en el Parque Céspedes, donde hablarán dirigentes de la Revolución y yo haré el resumen”».

Amanecer de sueños

Y aquí está el líder ante la multitud enardecida: «…a todos nuestros muertos en las luchas por la libertad —enfatiza—, podemos decirles que por fin ha llegado la hora en que sus sueños se cumplan…». «La Revolución no ha terminado, la Revolución comienza ahora…».

Al concluir, al decir de uno de los protagonistas, los claros del alba habían quebrado la oscuridad de la noche y surgía, de la penumbra, un nuevo amanecer de sueños y esperanzas.

Bibliografía consultada:

-Miró Argenter, José: Crónicas de la Guerra, La Habana, Ediciones Huracán, Tomo I, págs. 103-105, 1970.

-Almeida Bosque, Juan: La Sierra Maestra y más allá, La Habana, Editora Política, 1996.

-Periódico Revolución, 1-8 de enero de 1959.

-Isabel Villarubia Cabrera, profesora titular ISP Frank País.

-Periódico Sierra Maestra, 24 de diciembre de 2008.

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