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La generación de otros asaltos

Hay que volver una y otra vez al pensamiento de quienes asaltaron el cuartel Moncada, y sacar nuestras propias cuentas: ¿Cumplimos o no con su legado?, se cuestionan jóvenes villaclareños la víspera de las celebraciones por el 26 de Julio de 1953

Autores:

Nelson García Santos
Yoelvis Lázaro Moreno Fernández

Nacieron después, y a cada cual le llegó la historia de una manera diferente. Unos se asomaron a los muros del Moncada desde los relatos de sus padres; otros sentados en el pupitre.

Ahora hablan de que lo aprendido les impactó sobremanera, cómo la soldadesca batistiana le arrancó los ojos a Abel Santamaría. O ver esa foto de José Luis Tassende que lo muestra vivo, seguro, y después asesinado salvajemente. O la imagen de Haydée Santamaría y Melba Hernández detrás de las rejas en el Vivac de Santiago de Cuba y la de esos muertos heroicos en el patio de la fortaleza militar.

En su memoria la gesta audaz y corajuda les retoza, los ha marcado y enseñado. Son jóvenes, igual que aquellos que empuñaron las armas por Cuba, por Martí, y ahora abren su alma y corazón para hilvanar un manojo de recuerdos y significados.

Han pasado 57 años, pero el tiempo no ha podido carcomer esta historia que cada vez aflora más lozana.

Obviamente para nuestros entrevistados no se trata solo del valor de un gesto sublime, porque hay quien es un erudito, recita de memoria lo acontecido, y en el hecho tangible de la vida se queda a medias, no actúa bien, aplica la doble moral y deja hacer y deshacer sin abrir la boca.

Más que un almanaque

A sus 22 años, Anay Nazco Domínguez, estudiante de quinto año de Medicina, ausculta el 26 desde su aula, junto a sus futuros pacientes, mirando hacia la escuela, el barrio y pensando de vuelta en sus primeras lecciones familiares.

«A esta fecha acudían con frecuencia mis padres y abuelos cuando explicaban las grandes gestas de la historia nacional. Con esas enseñanzas uno va creciendo, aprendiendo las particularidades de cada acontecimiento y descubre las razones del porqué el 26 es mucho más que un día en el almanaque».

—¿Cuáles son esas razones?

—Las mismas de aquellos jóvenes que no dejaron morir las ideas del Apóstol en el año de su centenario. Ellos por sí solo resultan una fuerza, un motivo de inspiración.

—¿En qué se traduce esa inspiración hoy?

—En todo lo que los jóvenes seamos capaces de hacer, lo mismo en una escuela, una fábrica, un centro científico que una zona rural.

«A veces me pregunto cuán mejores pudiéramos ser si asumiéramos completamente esa inspiración para el trabajo, para cumplir cabalmente lo que nos corresponde. En ese sentido todavía nos falta combatividad, protagonismo y compromiso.

«Por eso creo que el 26 no debemos entenderlo como un estado de cumbre, totalmente acabado, sin imperfecciones ni nada por corregir. Si lo vemos así corremos el riesgo de que el conformismo llegue a arruinarnos».

—¿Cómo verlo entonces?

—Jubiloso, dinámico. Considero que es más bien una estación para pensar en lo que nos toca hacer y para enlazar, en el caso nuestro, la ética revolucionaria con la de una profesión que por más de 50 años ha calado en todos los confines de nuestra sociedad.

«Mucho nos alienta el hecho de que en esa generación había un doctor, Mario Muñoz Monroy, el nombre que lleva la brigada de los estudiantes más integrales de las Ciencias Médicas en el país. Para nosotros es vital asumir su ejemplo con un servicio a los pacientes, sin desgarraduras que todavía existen».

Tangible rojo y negro

Para Yanara Echevarría Roche, de la Empresa Textil Desembarco del Granma, el 26 en su sentido más abstracto es oxígeno, empuje, pero en su valor concreto resulta trabajo, y todo aquello que pueda engrandecer.

Ahora mismo, confiesa, más de una veintena de jóvenes donarán sus vacaciones para no parar la producción de gasa quirúrgica, con la que hoy se sustituyen importaciones. Así concretamos un desprendimiento que tanta falta hace.

Al escucharla, con su tono claro y seguro, enseguida surgen los recuerdos compartidos y viene entonces la imagen tierna de Melba y Haydée.

«Todavía me sorprenden ellas, que en plena juventud decidieron dejar a un lado la tranquilidad del hogar para aventurarse a correr los riesgos de la lucha y demostrar que la mujer puede estar dondequiera. Cada uno debe repasar cotidianamente, cuando coloca su cabeza en la almohada, si realmente concreta algo, y para esto uno debe esforzarse».

Sin otra opción

Hay que volver una y otra vez al pensamiento de esa generación y sacar nuestras propias cuentas: ¿Cumplimos o no con su legado?, medita Dairon González Sánchez, alumno de 12 grado del pre pedagógico santaclareño Mariano Clemente Prado.

«La misma realidad ha demostrado que en apenas minutos un pueblo puede cambiar su futuro, o al menos comenzar a guiarse hacia un nuevo rumbo. Para nosotros el Moncada fue un momento de cambio, de eclosión, que trazó las coordenadas inéditas y nos sigue indicando que el sendero mejor es la entrega cristalina, desprovista de frivolidades.

«En aquella circunstancia no quedaba otra opción que la lucha armada. Con el golpe de Estado del 10 de marzo de 1952 se obstruyeron todas las vías para el enfrentamiento cívico. Y fue justamente ahí, cuando la juventud más progresista, proveniente en su mayoría de la ortodoxia, decidió prepararse para una acción que desencadenaría otras mayores».

Fueron muchos más los que nos hablaron, a los que acudimos para que nos regalaran sus evocaciones inéditas sobre el 26 de Julio, y estimula apreciar el sentimiento que les brotó, no solo circunscrito al pasado, sino con la mira puesta en el presente y muchos más allá… en el porvenir

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