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La belleza que imprime a Las Tunas el hotel Cadillac

Este sitio no solo representa un producto turístico de primer nivel, sino también una institución a la que la historia citadina acoge con beneplácito

Autor:

Juan Morales Agüero

LAS TUNAS.— El hotel Cadillac, instalación emblemática de este territorio, exhibe sus atuendos de gala en el centro histórico de la ciudad, dos años después de ser restaurado. Su privilegiada posición favorece que se integre de maravillas al bulevar, proyecto creado para animar una de las calles que lo flanquea.

La opinión generalizada es que el Cadillac quedó como de estreno. Se aprecia tanto en la elegancia de su aspecto exterior como en la exquisitez de su terminación. A la ciudad le apremiaba un sitio así para darle un toque de garbo a su semblante venido a menos. En lo urbanístico y arquitectónico, el inmueble deviene joya que pasa a integrar el patrimonio histórico y cultural de los tuneros.

El hotel consta de tres niveles y un sótano, todo con volumetría simple signada por balcones corridos y pureza formal donde se combinan líneas rectas y curvas. Un detalle que le hace un gran favor en su magnífica ubicación, frente al parque Vicente García. Le garantiza excelencias visuales desde y hacia la instalación.

Cada etapa del nuevo diseño del Cadillac tuvo presente integrarla con armonía y sobriedad a su entorno urbano. El Cadillac, valga decirlo, es un inmueble pequeño e intimista. Ahora cuenta con ocho confortables habitaciones, y centra su gestión en servicios extrahoteleros, con un centro nocturno, un bar-cafetería con extensión a la calle y un bar-mirador en su terraza.

Su construcción original —de reminiscencias racionalistas— se remonta a 1945. Algo que fue una constante en el trabajo de los restauradores fue respetar el carácter antiguo de su diseño y estilo, propios de los años 40 y 50 del siglo pasado. Eso le imprimió valores estéticos adicionales, tanto en el mobiliario seleccionado como en las fachadas. También se tuvo sumo cuidado al elegir la iluminación, los accesorios y la ambientación plástica, para que combinaran tradición y contemporaneidad.

Los restauradores pusieron tal celo en esos propósitos que cuando imaginaron el diseño exterior del hotel hicieron investigaciones en torno a su época de mayor esplendor. Una técnica empleada fue calar las paredes para determinar los colores originales. En cuanto al interior, le incorporaron con fines ornamentales la vegetación necesaria y le confirieron a cada espacio una identidad funcional sin excesos de rebuscamientos decorativos.

Entre las perspectivas inmediatas del Cadillac, dirigidas a incrementar sus ingresos en moneda libremente convertible, figuran la apertura de un restaurante interno y un café en el lobby.

La operación del hotel la asume la cadena Islazul. Es el resultado de una labor multidisciplinaria, que persistió en lograr una obra estético y funcionalmente capaz de satisfacer exigencias. No solo representa un producto turístico de primer nivel, sino también una institución a la que la historia citadina acoge con beneplácito.

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