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El aniversario 90 de la FEU

El pensamiento que impulsó la reforma universitaria de Córdoba y el socialismo fructificaron en Cuba teniendo como fundamento la tradición patriótica y antiimperialista del siglo XIX, a partir de la cual Julio Antonio Mella, José Antonio Echeverría y muchos más le dieron continuidad a aquel legado cultural. He ahí una clave esencial de la revolución triunfante en 1959

Autor:

Armando Hart Dávalos

Al conmemorarse el aniversario 90 de la fundación de la Federación Estudiantil Universitaria debemos comenzar evocando las reformas de Córdoba como parte integral de los fundamentos del pensamiento político y cultural de mi generación. Hoy se ve más claramente la enorme trascendencia que tuvieron las ideas y las acciones nacidas en Córdoba en toda América Latina y en la gestación de nuestra FEU y de las ideas socialistas cubanas del siglo XX.

Las reformas universitarias, a partir de sus antecedentes en 1918 en la ciudad de Córdoba, Argentina, están insertadas en la historia del movimiento de las ideas políticas y sociales del siglo XX. Aparecieron paralelamente al triunfo del leninismo en Rusia, a la Primera Guerra Mundial, que puso de manifiesto su carácter imperialista con el reparto de colonias y mercados y la radicalización que en el plano de las ideas ello significó.

Por esas circunstancias podemos afirmar que en la historia del socialismo en América Latina, las reformas de Córdoba fueron un punto esencial de referencia.

La trascendencia de Córdoba

Quiero subrayar el destacado lugar que en todo aquel proceso tuvieron las ideas de José Ingenieros, uno de los grandes pensadores de América. Al estudiar los jóvenes universitarios cubanos del siglo XX sus ideas, encontramos paralelo con las de José Martí. Sus textos llegaron desde el extremo sur de nuestra América a su porción más al norte, es decir, en las fronteras mismas con el imperio yanqui, y se sembraron para dejar una perdurable influencia. Tuvo conciencia Ingenieros de la trascendencia de Córdoba para Nuestra América y así lo señaló:

«El generoso movimiento de renovación liberal iniciado en 1918 por los estudiantes de Córdoba va adquiriendo en nuestra América los caracteres de un acontecimiento histórico de magnitud continental. Sus ecos inmediatos en Buenos Aires y México, en Santiago de Chile y La Habana, en Lima y Montevideo, han despertado en todos los demás países un vivo deseo de propiciar análogas conquistas».

Recordemos sus ideas a favor de la integración y de la defensa de la soberanía de nuestras patrias, expuestas en el documento de Constitución de la Unión Latinoamericana:

«Propiciamos la Unión Latinoamericana viendo en ella la única defensa posible de nuestras respectivas soberanías nacionales contra los peligros comunes con que nos amenazan los imperialismos extranjeros, y de todos los peligros, lo declaramos sin ambages, el más inmediato en la hora actual está representado por Estados Unidos».

Así, la generación revolucionaria cubana que hace su debut en la vida política en la década de los años 20 del pasado siglo, que tuvo un batallador incansable como Julio Antonio Mella, se sintió poderosamente influida por los programas de Córdoba que incluían entre sus principios la autonomía universitaria, el cogobierno, la extensión universitaria, la periodicidad de las cátedras, los concursos de oposición, la modernización científica y la gratuidad de los estudios.

Fue una luz que se extendió por América, y en Cuba aquella simiente encontró un terreno abonado por la tradición patriótica y antiimperialista del siglo XIX, cuya cúspide más alta está, precisamente, en José Martí. Es decir, el pensamiento de Córdoba y el socialismo fructificaron en Cuba en el siglo XX teniendo como fundamento la tradición patriótica y antiimperialista decimonónica, a partir de la cual le dimos continuidad a aquel legado cultural. He ahí una clave esencial de la revolución triunfante en 1959.

Mella, la reforma y la gran cuestión social

Este significativo aniversario de la fundación de la FEU nos compromete a honrar la cultura de Martí y de Ingenieros, y ello constituye una necesidad para forjar el ideario latinoamericano del siglo XXI.

Julio Antonio Mella y los revolucionarios cubanos de la década del 20, inspirados en estas ideas, se propusieron descender de la Colina, en cuya cima se encuentra ubicada la Universidad de La Habana, ascender al pueblo y tomar el cielo por asalto con la revolución social.

En 1925, Julio Antonio Mella escribió al escritor y médico argentino Araoz Alfaro lo siguiente: «Creo que la Reforma Universitaria no podrá ser definitiva con este régimen social, ni que los estudiantes podrán, ellos solos, obtener todos los fines (…) La Reforma Universitaria es parte de una gran cuestión social, por esta causa, hasta que la gran cuestión social no quede completamente resuelta, no podrá haber Nueva Universidad».1

Había comprendido el joven dirigente estudiantil, asesinado con solo 25 años en México por la tiranía proimperialista de Gerardo Machado, que las verdaderas soluciones a los problemas de los estudiantes universitarios solo eran factibles con una revolución social. Por ello, además de participar activamente en el surgimiento de la Federación Estudiantil Universitaria, fundó también la Universidad Popular José Martí, el Partido Comunista de Cuba, en 1925, y la Liga Antiimperialista de las Américas. Julio Antonio Mella recibió esa cultura, la de Córdoba y la de Martí y asumió el reto de completar la revolución trunca por la intervención de Estados Unidos.

Unir a todos con amor e inteligencia

¿Qué enseñanza podemos extraer hoy, en vísperas del 2013, de estos orígenes y sus consecuencias ulteriores? La primera y más importante lección está en que el déficit principal de lo que se llamó izquierda en la centuria pasada fue haber divorciado las luchas sociales y de clases de la mejor tradición cultural latinoamericana. Las desviaciones que dramáticamente tuvieron lugar se derivaron del dogmatismo, hijo del divorcio entre la práctica política socialista y la cultura representada en Córdoba.

A partir de esa experiencia, debemos trabajar con la vista puesta en unir con amor e inteligencia todos los componentes sociales que constituyen la mayoría de América. Como antecedentes de estos principios está la tradición educacional, política y cultural de nuestra América que viene desde la época de Simón Rodríguez, el maestro de El Libertador, y aun de antes; ella se expresa en la aspiración a la integración de nuestras patrias.

La esencia de esta cultura tiene fundamentación y raíces sociales en el objetivo de la liberación humana y de la justicia con alcance universal; es lo que se ha llamado la cultura de emancipación. Una caracterización de ella está expresada en este pensamiento de José Martí: «Con los oprimidos había que hacer causa común, para afianzar el sistema opuesto a los intereses y hábitos de mando de los opresores».2

Así fue como muchos universitarios de las décadas anteriores al triunfo de la Revolución asumimos el más radical ideario socialista que está en Fidel y en el Che. Desde luego, disponemos del esclarecimiento que nos brinda la cultura de emancipación de nuestra América, cuya más alta expresión teórica se halla en José Martí.

Precisamente, su aporte singular a la historia de las ideas políticas universales se fundamentó en iluminar y esclarecer con su inmensa cultura y erudición las formas prácticas de hacer política a favor de los intereses de las grandes mayorías y de la nación en su conjunto.

Sobre la base de la tradición de estas enseñanzas martianas, Fidel Castro, en la segunda mitad del siglo XX forjó la unidad de nuestro pueblo para hacer la Revolución, mantenerla, desarrollarla y vencer los inmensos obstáculos que le oponían el imperialismo y las condiciones internacionales. Cuba encontró a partir del pensamiento y la acción de Julio Antonio Mella a favor de reformas universitarias radicales el entronque del pensamiento socialista más radical europeo con la tradición patriótica y el pensamiento antiimperialista de José Martí.

Hoy, frente a la crisis de la civilización burguesa imperialista que está a nuestra vista y que amenaza con destruir la especie humana estamos llamados a luchar para impedir la tragedia y alcanzar ese mundo mejor al que aspiran millones de seres humanos en todo el planeta.

Para ello, desterremos definitivamente los ismos que debilitan la actividad creadora del hombre y consideremos a los sabios, llámense Einstein, Newton, Marx, Aristóteles, etc., o llámese también Che Guevara, no como dioses que todo lo resolvieron adecuadamente sino como gigantes, que descubrieron verdades esenciales que son puntos de partida para descubrir otras verdades que ellos, en su tiempo, no podían encontrar. Esto es, afirmarse en el pensamiento del Che Guevara, de Marx, Engels, Lenin, Martí y de todos.

Articular esas ideas nos facilitará encontrar los caminos que nos conduzcan al pensamiento filosófico que necesita el siglo XXI.

Nuestro sentido homenaje a Julio Antonio Mella, y a los que lucharon por hacer posible la fundación de la FEU. Nuestro recuerdo emocionado a José Antonio Echeverría y a todos los que continuaron luchando desde la Universidad por las radicales transformaciones que nuestro pueblo necesitaba.

Fuentes:

1 Froilán González y Adys Cupull. Hasta que llegue el Tiempo, Editora Política1989 P. 197.

2 José Martí, Obras completas, t. 6, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1975, p. 19.

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