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Bendito «extraño» en casa (+ Fotos)

Desde hace 20 días las calles de La Habana son un ir y venir de jóvenes en una misión muy especial: la higienización de la ciudad. Estos muchachos le impregnan mayor dinamismo, frescura y entusiasmo a la lucha antivectorial

Autor:

Yuniel Labacena Romero

Visten pulóveres y gorra roja, llevan tablilla en mano, modelos, linternas… Asumen con la alegría propia de sus edades, pero con mucha responsabilidad, una tarea importante por la salud y la vida.

Desde hace 20 días las calles de La Habana son un ir y venir de jóvenes en una misión trascendental: la higienización de la ciudad. Estos muchachos le impregnan mayor dinamismo, frescura y entusiasmo a la lucha antivectorial.

Sus integrantes fueron abanderados como la Columna Juvenil Aniversario 60 de los asaltos a los cuarteles Moncada y Carlos Manuel de Céspedes. Están ubicados en 17 áreas de salud, que abarcan los municipios de Arroyo Naranjo, La Lisa, Cerro, La Habana del Este, Playa y Regla. Los hay de Pinar del Río, Artemisa, Mayabeque y Matanzas, quienes junto a sus colegas habaneros tienen la misión de que la población gane en conciencia sobre el riesgo sanitario que representa la proliferación del Aedes aegypti.

Cien jóvenes llegaron de esas provincias. Atrás quedaron la familia, los amigos y los compañeros de trabajo. Están a la par de la magnitud de la tarea y de lo imprescindible de su destreza en una ciudad cuyas complejidades sociales son mayores que en las del resto del país.

Una familia única

Cuando los primeros rayos del Sol alumbran en la villa Salvador Allende, ya Yaniuska León Morales, de Mayabeque, se alista para recorrer las casas habaneras del Cerro, presta a vencer con la mayor calificación lo que considera un deber con la Revolución. «Es un honor y una gran satisfacción participar en esta tarea, ya que confirma la confianza que el país tiene en sus hijos más jóvenes».

Instructora de Arte en la escuela especial Camilo Cienfuegos, en el municipio de Jaruco, la muchacha de 23 años confiesa sentirse distinguida por integrar esa selección, cuya ocupación asume con formalidad desde el primer día.

«Esperaba la noticia de partir de un momento a otro. Me impactó mucho cuando nos dijeron que era por tiempo indefinido, pero las explicaciones sobre el valor de lo que haríamos cambiaron mi posición. Es una tarea que nunca había hecho, pero me he acostumbrado y aprendido mucho», afirma.

Y a pesar de los fallos que han existido con el almuerzo y de la nostalgia de estar lejos de casa, Yaniuska se siente satisfecha de lo alcanzado y el amor que le han brindado. «No imaginé que las personas nos fueran a acoger como lo han hecho; hay algunas que han tenido una reacción adversa, pero son las menos», dice.

Cuenta que siente añoranza al pensar en sus niños de la Camilo Cienfuegos, a los cuales les imparte clases de música y necesitan de un seguimiento constante. «También tengo deseos de ver a la familia, pero aquí necesitan de nosotros. En la villa, salimos, departimos y realizamos actividades. Somos una gran familia. Eso nos hace olvidar un poco».

Sin tiempo para alistarse

Media hora antes de salir la guagua fue que José Luis Pedroso Piedra, de Mayabeque, supo que vendría a La Habana a reforzar y mejorar la situación medioambiental. Pero el poco tiempo que tuvo para alistarse y preparar las cosas, no le impidió venir a colaborar junto a sus colegas.

«Falló un joven y me llamaron. Al llegar aquí recibimos seminarios de la Dirección Provincial de Salud, no solo sobre la campaña contra el Aedes aegypti, sino sobre cómo relacionarnos con las personas. Eso ha sido esencial y decisivo a la hora de asistir a los domicilios.

«Trabajamos de lunes a domingo. Por las mañanas vistamos las viviendas y en las tardes, al igual que el fin de semana, hacemos labores de recuperación. En las casas orientamos sobre las medidas precisas para la prevención y una correcta educación sanitaria, a la par que indagamos acerca de la salud de las familias. Muchos son los moradores que confían en nosotros y nos han tenido la mano. Eso motiva mucho», refiere.

Relata que el «gorrión» aun no lo ha sorprendido, porque en la villa realizan galas culturales, torneos deportivos y fiestas recreativas para hacer esta estancia más amena. «Tenemos una emulación entre las provincias, mediante la cual se miden la disciplina y los resultados en el trabajo y en la vida interna del campamento. Como jóvenes compartimos las ideas de ser cada día mejores».

José Luis, quien preside el Movimiento Juvenil Martiano en Mayabeque, recuerda que con solo 20 años jóvenes como él asumieron la Campaña de Alfabetización o la defensa en Girón. «Los tiempos han cambiado y nuestra misión es diferente, pero tenemos la misma disposición de antaño. Siento un gran honor de pertenecer a esta Columna».

Preocupación: palabra de orden

Persuadido del valor que tiene la vida de un ser humano, Israel Raidel López Bonilla, trabajador de la Empresa de Perforación y Extracción de Petróleo del Centro, en Matanzas, se preocupa a diario por el alcance de su trabajo. Él es uno de los 25 jóvenes de la Ciudad Bandera que integran la Columna Juvenil.

«Antes de salir al terreno nos distribuyen por brigadas y nos dan las orientaciones, como la cantidad de hogares que debemos visitar. Luego aclaramos las principales dudas y estamos pendientes de cada detalle de las viviendas. Aprovechamos cualquier espacio para chequear el trabajo y la calidad del mismo».

Apunta que todo marcha bien. Los primeros días parecen muy extensos, pero poco a poco le cogen el ritmo. «Hay que tener mucha seriedad a la hora de llenar los modelos y de explicar a las personas la necesidad de realizar el autofocal, para que los resultados sean los mejores.

«Debemos ir correctamente vestidos, usando el uniforme de la Columna, porque la imagen da confianza a la población, que nos abre las puertas del hogar. Trabajamos con mucha entrega, humildad y disciplina y dejaremos una huella positiva, porque eso ha caracterizado siempre a los cubanos», expresa.

Israel Raidel es de los que piensa que como generación han tenido la oportunidad de hacer algo valioso. «Eso nos hace sentir orgullosos. Por la relación con tantas personas en estos días, el breve intercambio de experiencias con los pobladores, los lazos de afinidad y respeto con los que están a nuestro alrededor, pienso que soy un joven más maduro», manifiesta.

Aportar y ser útiles

Mariana Prieto Romero, del municipio pinareño de Sandino, asegura que no es lo intemporal del trabajo lo que define como grande la tarea, sino su envergadura. Para ella, que lleva el nombre y también la disposición de la madre de los Maceo, «es un acto de honor dedicarse a esta faena, ya que se siente deudora con esa madre heroica».

Alega que aunque algunos mayores sigan juzgando a la juventud de hoy como «perdida», ella, como miles de sus compañeros, tienen el desafío de estar donde haga falta y de no regresar hasta cumplir con la tarea. «Nos hemos empinado en nuestro tiempo, como enseñó Mariana a sus hijos, y aceptamos este encargo social con mucho empeño.

«Es verdad que tenemos nuestras ideas, que criticamos, que somos rebeldes… pero sentimos mucho amor por Cuba y la Revolución; por eso estamos acá. Nuestro granito de arena es vital. Cuidamos de las personas y a las más necesitadas las ayudamos con el autofocal. Ese granito hará la montaña para salir adelante en la higienización», confirma.

Mariana revela que al iniciar las labores no tuvo temor, por la buena preparación que recibió, aunque sí un poco de pena. «El primer paso es el difícil, pero ahí está el reto: saber cómo enfrentarse. Cuando toqué a las puertas de las viviendas y aprecié la cooperación de sus moradores, no quedó espacio para dudas y tuve más confianza.

«Soy instructora de arte y creo que cultura es también salvar vidas humanas, es arriesgarse en esta tarea. Mis abuelos, con los cuales vivo, se asombraron mucho cuando dije que iba para La Habana, pero reconocen el alcance del trabajo. Uno no mira de qué lado se está mejor, sino dónde hay que aportar y ser más útiles», sentencia.

Separarse de los seres queridos siempre resulta triste, pero estos jóvenes partieron a trabajar sin descanso para salvar la salud de otros miles de cubanos. Al regresar encontrarán el calor del hogar, el abrazo de los vecinos, la admiración y el agradecimiento. Relatarán las historias vividas y, quizá sin proponérselo, siembren esa vocación en muchos.

No saben cuándo regresarán a sus casas. Quizá el 2013 les llegue en La Habana junto con esos moradores que los han acogido como sus familias. Pero desde ya esta tarea que asumen deja en el corazón de los jóvenes huellas profundas, que de seguro recordarán toda la vida como una experiencia única.

Ellos tienen la misión de orientar en las casas acerca de las medidas precisas para la prevención y contribuir a una correcta educación sanitaria, a la par que indagan acerca de la salud de las familias.

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