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Si mi ciudad llama

A inicios de diciembre del pasado año la situación sanitaria en la capital se hizo muy difícil. Entonces comenzó la historia de una columna juvenil que marca no solo la batalla antivectorial, sino la vida de muchos

Autor:

Yuniel Labacena Romero

Muy pocos se conocían antes, ninguno se desempeñó como promotor de salud, pero todos tienen un gran sentido de pertenencia y confianza en que cumplirán con la tarea que les dio la UJC. Integran la Columna Juvenil Aniversario 60 de los asaltos a los cuarteles Moncada y Carlos Manuel de Céspedes.

Casi tres meses dedicados a prevenir enfermedades y promover la educación sanitaria entre sus coterráneos, dejando atrás compromisos familiares y laborales, avalan la calidad humana de los cerca de 300 jóvenes de la capital del país que forman parte de la Columna Juvenil, quienes tienen responsabilidad en la lucha contra el Aedes aegypti.

Muchos de ellos comparten en calles, cuarterías, pasillos… con jóvenes pinareños, artemiseños, mayabequenses y matanceros, quienes vinieron a apoyarlos, porque saben que su labor es imprescindible para contribuir a la salud de todos.

Las mujeres aportan

Lissandra Diego Cisnero siente como si anduviera por las aulas del Palacio Central de Computación, donde cumple su servicio social. Mucho antes de las siete de la mañana ya está en el policlínico Aleida Fernández, de La Lisa. Ella es una de las dos muchachas que trabajan en ese municipio.

«Llegué en un momento oportuno. Este lugar era uno de los más complejos en cuanto al tema epidemiológico. Mi deber era aportar a su saneamiento. Hemos interactuado con la población, aunque no ha sido fácil, porque a veces no entienden que nuestro encargo es por el bien de todos.

«No solo trabajamos, sino también aprendimos qué es una manzana o un distrito; cómo usar el cloro o hacer el tratamiento antivectorial. Revisamos más de 20 casas diarias de lunes a domingos, donde orientamos medidas precisas para una correcta educación sanitaria», dijo.

Lissandra, con solo 25 años, está convencida de que una tarea singular, como esta, desmiente ciertos patrones en cuanto a la participación de las féminas en la sociedad. Sonríe, y asegura que las visiones machistas de «la mujer solo para la casa» están obsoletas.

«No solo los hombres se movilizan, nosotras también, y sin dejar de lucir aportamos muchísimo. Te podrás imaginar cuando llegué, los varones merodeaban a mí alrededor y preguntaban de todo, pero la relación ha sido magnífica, y a pesar de ser de diversos sitios hemos formado una gran familia, de esas que nunca se olvidan».

Batallar: palabra de orden

«Esta misión ha creado tanto en mí como en los propios moradores, la conciencia sobre el trabajo que hay que hacer ante la gravedad del nivel de infestación que puede producir el mosquito y, sobre todo, el que existe en nuestra provincia».

Esa fue la carta de presentación de Luis Manuel Mora Arrue, auxiliar general de Servicios Aeroportuarios de la Terminal de Aerovaradero S.A., cuando llegamos al policlínico Mantilla, de Arroyo Naranjo. Allí lleva su labor de prevención y pesquisa a todas las casas de la zona.

«Ha sido una oportunidad única y especial estar apoyando a mi provincia. Quién mejor que nosotros que andamos día a día por sus calles. Cuando vuelva al trabajo estaré más preparado para cumplir cualquier misión por difícil que sea. La Columna Juvenil me ha hecho crecer y ser más responsable», agregó.

Contó que especialistas de los policlínicos asesoraron todo su trabajo y le explicaron cómo registrar la información que obtenía de sus largas caminatas. «Las personas han accedido a las charlas que damos y han abierto sus puertas con gran satisfacción. Eso es algo que estimula, y más a nosotros, que nunca habíamos realizado esta tarea.

«Muchos dicen que somos una fuerza que ha servido de inspiración a quienes tradicionalmente se desenvuelven en la Campaña Antivectorial. La familia está orgullosa de este paso, y de que sea un servidor de la Revolución. Vinimos por tres meses, pero estaremos aquí hasta que sea preciso. Batallar es la palabra de orden», afirmó.

Estar donde haga falta

Ahí también está Guelmis Díaz Hernández, despertándose todos los días poco antes de las seis de la mañana, para luego emprender el camino hacia La Lisa, que lo lleva a visitar casa a casa con acciones de promoción de salud. Él, quien también dejó sus rutinas habituales de la Empresa de Tabaco Torcido José Martí, aseveró que estar donde haga falta es el compromiso de los jóvenes.

«Estoy aquí de forma voluntaria, porque todos somos cubanos. Hemos dado lo mejor para, en el menor tiempo posible, dejar higienizado el municipio. Compartimos con las personas, les explicamos cómo se realiza el autofocal y de la higiene que deben tener en el hogar, y ello ha contribuido a que aumenten la percepción de riesgo sobre las enfermedades infecciosas.

«Y no porque lo diga yo, hay mucha gente contenta y que agradece nuestro trabajo. Hemos conocido a personas nuevas, e intercambiado sobre las cosas que piensa la juventud y lo que deseamos para el futuro, porque no solo venimos a trabajar. Ha sido una experiencia inolvidable, una gran escuela», aseveró.

El espíritu de sus 22 años lo acompaña en esta misión, sin dejar a un lado la responsabilidad. Ambas cualidades hacen que Guelmis le imprima más dinamismo a la labor que realiza. «Esta Columna quedará para la historia y será un orgullo contarles a nuestros hijos que fuimos parte de ella», manifestó.

Los recuerdos de una columna

«Pensamos que era para Santiago por todo lo que pasó allá cuando el huracán Sandy. Titubeé un poco, como es de esperar. Después supimos que era en nuestra propia ciudad. De cualquier manera estaba dispuesto a cumplir, no importaba el lugar y los días», reconoció Diosnier Ramírez Pérez, técnico en Producciones del Grupo Empresarial Labiofam, quien entrega sus energías en el municipio de Arroyo Naranjo.

«No podía decirle que no a la Revolución en un momento como este. Recibimos clases para enfrentar esta tarea de divulgar y ejecutar acciones preventivas, y así evitar las enfermedades transmisibles. Ya me siento un experto en estas cuestiones sobre los mosquitos, los instrumentos y cómo dialogar con los moradores», alegó.

Cuando Diosnier, como los cientos de sus compañeros, regresan cada tarde a casa llevan la mochila llena de recuerdos, emociones y la satisfacción de cumplir con la misión asignada por su organización juvenil. Anécdotas sobre estos días en su terruño hay miles.

«Ahora mismo recuerdo aquella mujer que no dejó coger una muestra larvaria de su tanque para llevar al laboratorio y fue capaz de botar el mismo. Esto nos da la idea de que muchos son los pobladores que no entienden todavía la importancia de este trabajo y más aun cuando se convive con una situación epidemiológica tan difícil.

«Las nuevas generaciones de cubanos seguimos demostrando que somos capaces de estar donde más se nos necesite. Hemos dejado claro que las necesidades de un país están por encima de las carencias y los problemas individuales», concluye.

La historia de estos jóvenes, agrupados en la Columna Juvenil, comenzó en los albores de diciembre del pasado año, cuando la situación sanitaria en la capital era difícil. El contacto con la población avivó en ellos el deseo de hacer más. Ese optimismo también ha alimentado su disposición, entusiasmo y el valor moral y productivo de su propio gesto.

Vienen y van, impregnando el entorno con sus pulóveres azules con la imagen del Che, o rojos con sus gorras rojas. Los vemos en cualquier sitio pero, sobre todo, siendo protagonistas del constante ajetreo de la campaña contra el Aedes. Así han andado durante este tiempo, bajo la mirada inquieta de unos y la sonrisa aprobadora de otros.

Cada uno de ellos tiene el deseo de que la ciudad brille. Reconocen sentirse más útiles y dichosos al ofrecer apoyo en su propia tierra. Se entregan en estos días sin reclamar comodidades, ni un tratamiento especial. Están, en esta hora de La Habana, cumpliendo una tarea por la salud y el bienestar del pueblo.

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