Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

Cincuenta y cinco años con la misma sonrisa

La Federación de Mujeres Cubanas llega a este 23 de agosto con el espíritu de quienes la fundaron en 1960, inspirada en el ejemplo de Vilma y defendiendo los sueños conquistados

Autor:

Yoerky Sánchez Cuéllar

Aquel día de verano la sala parecía un torbellino. El teatro Lázaro Peña nunca antes se había desbordado «de tanto optimismo, de tanta alegría, de tanto espíritu combativo», como dijera el hombre que, con uniforme de campaña, hablaba ante cientos de cubanas agradecidas por las oportunidades que les ofrecía la Revolución naciente. A su lado, estaba una muchacha esbelta y locuaz, que resumía en sí misma la entereza de sus compatriotas.

En Cuba existían hasta ese entonces diversas organizaciones de mujeres, como la Unidad Femenina Revolucionaria —que reunía a un gran número de campesinas—, la Columna Agraria, las Brigadas Femeninas Revolucionarias… También estaban los llamados Grupos de Mujeres Humanistas, la Hermandad de Madres y otras.

Resultaba necesario unir estas fuerzas y constituirlas en una única organización. Fue así que el 23 de agosto de 1960 surgía, ante la presencia del entonces Primer Ministro Fidel Castro, la Federación de Mujeres Cubanas. Vilma Espín, que ya había probado su valor e inteligencia durante la lucha en el llano y en la sierra, la joven que defendía la igualdad de género y los derechos que durante los años anteriores al triunfo fueron vedados a la mujer, resultó electa su Presidenta.

Luego de recordar la proeza de Mariana Grajales, la valentía de combatientes asesinadas como Lidia Doce y Clodomira Acosta y el sacrificio de las madres que perdieron a sus hijos durante la lucha contra la dictadura batistiana, Fidel se refirió a las misiones de la nueva estructura:

«La mujer está realizando una tarea activa —dijo— y la mujer organizada puede contribuir grandemente a hacer desaparecer los últimos vestigios de discriminación. Las mujeres pueden ser útiles en todos los sentidos; las mujeres pueden manejar las armas y las mujeres pueden combatir. (...) Debe dárseles oportunidad en todos los órdenes, y deben estar preparadas para todas las tareas; y deben ser, sobre todo, la gran reserva en la lucha; deben ser las que sustituyan a los combatientes cuando caigan, si tenemos que luchar.

«Por eso contamos con la mujer cubana, ¡la Revolución cuenta con la mujer cubana!».

Desde entonces, no existe faena en la que ellas, con su ternura y tenacidad, hayan dejado de estar presentes. Cuando resultó necesario fueron hasta Girón para defender la nación agredida, o subieron las montañas para alfabetizar a los campesinos y a sus hijos. Desde un inicio marcharon también a otras tierras en misiones médicas o a salvar a pueblos africanos de la bota segregacionista y colonial. Impactan las imágenes de su presencia en zafras azucareras, en la recogida del café, en la construcción de escuelas y centros científicos, o en el momento en que exhiben su medalla en competencias deportivas.

Ahí está también para corroborarlo «Teté» Puebla, quien ostenta los grados de generala que se ganó con su dedicación permanente y «la consagración de su ejemplar existencia a la digna causa del pueblo, desde las filas del Ejército Rebelde primero y de las Fuerzas Armadas Revolucionarias, que la ha convertido en legendario símbolo de nuestras heroicas mujeres de siempre», como expresaba su orden de ascenso firmada por el Comandante en Jefe.

De esa misma estirpe es Concepción Campa (Conchita), con sus aportes    imprescindibles a la salud como la obtención de la Vacuna antimeningocócica BC, resultado de un grupo de investigación que ella dirigió en los años ochenta del pasado siglo.

¿Y qué decir de la proeza de la jabalinista María Caridad Colón, primera latinoamericana medallista en Juegos Olímpicos, o de la gran hazaña de Ana Fidelia Quirot, cuando después de sufrir un accidente, volvió sobre las pistas y retornó a lo más alto del podio? ¿Quién no se estremece ante Yunidis Castillo, que ha superado todas las barreras y hoy constituye un paradigma para la juventud?

Como ellas, que por el alcance relevante de sus hechos resultan más conocidas por el pueblo, existen muchas otras que en cada jornada brindan su aporte, desde el anonimato muchas veces, pero con la misma disposición y coraje de las grandes. Esto solo puede ser posible por la existencia de una Revolución que defiende el derecho de la mujer a ser protagonista permanente de la obra colectiva.

Logros que emanan orgullo

«Nos sentimos orgullosos de nuestras mujeres», expresó el General de Ejército Raúl Castro Ruz, Presidente de los Consejos de Estado y de Ministros, en las jornadas finales del Congreso de la FMC, celebrado en marzo del pasado año. Con cerca de cuatro millones de integrantes mayores de 14 años, la organización adecua sus métodos a los nuevos tiempos para apoyar la implementación de los Lineamientos y cumplir los Objetivos de la Conferencia del Partido.

Para Teresa Amarelle Boué, su secretaria General: «La inserción de las cubanas en el proceso de desarrollo del país como beneficiarias y protagonistas activas, debe calificarse como uno de los fenómenos sociales más exitosos ocurridos en Cuba».

En una reciente intervención ante Naciones Unidas, para abordar cómo la Isla cumple con los objetivos de la Conferencia de Beijing sobre Adelanto de la Mujer (1995), Amarelle expresó que las profundas transformaciones en la condición y posición de las cubanas en el transcurso de los últimos 50 años son indiscutibles. Para ello mostró algunos datos:

«Las cubanas representan el 48 por ciento del total de las personas ocupadas en el sector estatal civil y un 46 por ciento de los altos cargos de dirección. En el año 1995, la tasa de desocupación femenina era de un 13 por ciento y en el año 2013 resultó inferior al 3,5 por ciento».

La Secretaria General de la FMC refirió, además, que la presencia femenina en Cuba en puestos de toma de decisiones ha mostrado un desarrollo ascendente en las últimas dos décadas. «En el año 1993, solo un 22,8 por ciento de la composición del Parlamento eran mujeres y en la actualidad, asciende a 48,86 por ciento. Ello nos sitúa como el primer país de América y el tercero en el mundo en alcanzar este alto nivel de participación. Actualmente somos 13 mujeres miembros del Consejo de Estado, lo que representa un 42 por ciento del total. Además, de los cinco vicepresidentes, dos son mujeres», dijo ante este organismo internacional.

Agregó que se garantizan servicios gratuitos y universales de educación y salud, y que los derechos sexuales y reproductivos son una realidad, incluidos el derecho al aborto y la elección libre y responsable sobre su fecundidad. Puso también como ejemplos que la tasa de mortalidad infantil es de 4,2 por cada mil nacidos vivos y la esperanza de vida al nacer para las mujeres resulta de 80,45 años.

No obstante —reconoció Amarelle—, en Cuba se mantiene como un desafío continuar trabajando en la transformación de la mentalidad de hombres y mujeres acerca de los roles dentro de la sociedad, a fin de romper los estereotipos sexuales heredados.

No puede olvidarse que aunque muchos de estos logros resultan hoy cotidianos, para conquistarlos un importante rol debió desempeñar desde su fundación la FMC, que siempre contó con la voluntad política del Estado revolucionario, ante barreras psicológicas y viejas mentalidades.

Sería un error creer que 56 años de Revolución y 55 de fundada la organización femenina son suficientes para borrar los patrones de la influencia de una cultura patriarcal. Se necesita seguir sembrando conciencia, y en esa justa tarea educativa debe estar no solo la FMC y sus más de 170 Casas de Orientación a la Mujer y a la Familia, sino también el resto de las organizaciones, los organismos de la Administración Central del Estado y toda la sociedad.

Vilma vive en su legado

Cuando este 23 de agosto la Federación festeje sus 55 años, el legado de Vilma estará presente en cada bloque. Ella soñaba desde aquellos tiempos fundacionales con una organización femenina dialéctica, preocupada por los problemas sociales, que se ganara el prestigio con su quehacer diario y el protagonismo ante las tareas desde la propia comunidad.

Especial atención dio siempre a las más jóvenes, con quienes departía en cada visita, les contaba anécdotas y les narraba lo oprobioso del pasado y la necesidad de alcanzar una cultura que promueva el ambiente de respeto a los derechos para hombres y mujeres por igual. Fue crítica acérrima del mal gusto, la banalidad y la chapucería, sobre todo, ante aquellos que utilizaban el cuerpo femenino como objeto, hechos que calificaba de inaceptables y denigrantes.

Vilma veía la FMC como una organización educativa, preventiva y para nada excluyente, con las herramientas necesarias para atender los problemas de las mujeres y defender sus conquistas ante una violación cometida en cualquier sitio. Defendió siempre la iniciativa de sus integrantes, las oportunidades para hacer con sus propias manos e inteligencia, de sentirse verdaderamente útiles y con una alta autoestima.

Se preocupó por ampliar el conocimiento sobre las cuestiones de igualdad de género y llegó a promover cátedras especializadas para evitar la reproducción de estereotipos sexistas. De igual forma introdujo conceptos que protegen a la mujer en el Sistema de Salud, como los de maternidad y paternidad responsables, por la importancia que siempre le concedió a la familia como célula fundamental de la sociedad.

De Vilma y de la huella que dejó en la historia patria las federadas aprenden cada día. Rendirle tributo a ella es un homenaje también a cada cubana. Su sonrisa se multiplica y este domingo baña de felicidad las cuadras de la Isla. Es la misma alegría de aquel 23 de agosto en el teatro Lázaro Peña, cuando sin poder llegar a un acuerdo entre las asistentes para el nombre de la organización, la esbelta muchacha anunció: «Una compañera propuso dar un voto de confianza al doctor Fidel Castro para que escogiera un nombre, acordándose hacerlo por unanimidad. Hemos consultado con él y puedo anticipar que la nueva organización se llamará Federación de Mujeres Cubanas».

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